POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
«Es posible que las joyas robadas de la Fuensanta hoy adornen otras gargantillas y anillos cuyos dueños luzcan sin saber el inmenso tesoro que en ellas hay engarzado». Con esta frase, sin duda premonitoria, concluía ‘La Verdad’ en 2008 un reportaje que recordaba el 30 aniversario del asalto a la Catedral. Ayer, ocho años más tarde, se conoció que una joven de Fuerteventura lució en su boda el espléndido collar de brillantes y aguamarinas del tesoro catedralicio. Aunque la alegría le duró el tiempo justo que tardó la Guardia Civil en decomisarlo.
Esta es una de las anécdotas de la presentación de dos valiosas piezas desaparecidas de la Catedral en enero de 1977 y que, como adelantó ayer ‘La Verdad’, han sido recuperadas por efectivos del Grupo de Patrimonio Histórico de la Guardia Civil de Murcia, considerado por los expertos como el más activo del país.
La primera de ellas es una cruz conocida como ‘pectoral de Belluga’, aunque no perteneció en realidad al célebre cardenal, y que fue donado por el obispo de la Diócesis de Cartagena Victoriano López Gonzalo, quien rigió a los fieles murcianos entre 1789 y 1805. La donación se produjo en 1795, como consta en las actas capitulares del Cabildo Catedralicio. La pieza atesora 16 esmeraldas y más de 450 diamantes. Algunos expertos la valoran en 2 millones de euros.
Si el pectoral es la tercera pieza más valiosa tras las coronas de la Patrona y el Niño, aún en paradero desconocido, la segunda joya que la Guardia Civil presentó ayer puede considerarse, según los expertos, como la siguiente mejor valorada. Se trata de un collar isabelino compuesto por 264 diamantes y 49 aguamarinas, que colocaban a la imagen de la Virgen en el fajín en los días más solemnes, al igual que el pectoral.
De hecho, millones de postales y fotografías históricas prueban este detalle. Detalle que, por cierto, igual no se repite nunca pues el obispo, José Manuel Lorca Planes, adelantó ayer durante la presentación que «lo prudente es acudir a la prudencia».
Así que la joya, junto a la cruz, se expondrá en el Museo de la Catedral, «donde incrementaremos las medidas de seguridad, si bien las existentes ya son infranqueables», concluyó el prelado. Ya pueden serlo. Porque en 1977 ni siquiera estaba asegurado el tesoro. El botín del robo ascendió a unos 300 millones de las antiguas pesetas.
La primera pista
El collar también fue una donación, en este caso del murciano Laureano Andreu Piñero, quien lo labró en 1849 para la Fuensanta, según consta en su testamento. Pero, ¿cómo ha sido posible recuperar ambos tesoros casi cuatro décadas después de su robo? Parte de la historia comenzó con dos estudiantes de Historia del Arte de la Universidad de Murcia (UMU), Juan Manuel Rodríguez y Antonio José Gil, quienes descubrieron que el pectoral había salido a la venta en una sala de subastas de Barcelona. «Flipamos al ver un vídeo en Youtube, que la sala había colgado en el año 2012. Y sospechamos que era una pieza robada de la Catedral», asegura orgulloso Juan Manuel. No repararon, en cambio, en otro vídeo que reflejaba la restauración del collar de diamantes, ni en la página web que publicó hasta fotografías de la pieza.
Después de «mirar cien veces el vídeo» descubrieron algunos defectos que, comparados con las instantáneas de la época, no dejaban lugar a la duda. «Y nos pusimos en contacto con el profesor de la UMU Manuel Pérez Sánchez», concluye Antonio.
El vídeo, que aún ayer podía descargarse, evidencia la poca pericia de los expertos de la casa de subastas a la hora de identificar la pieza. Porque, por ejemplo, databan la cruz a comienzos del siglo XX. O aseguraban que las esmeraldas del pectoral estaban engastadas sobre «un fondo ahumado, color oscuro, lo que era una técnica de la época».
En realidad, ese fondo lo había adquirido la pieza después del terrible incendio que sufrió la Catedral en 1854. Durante varios días estuvo ardiendo el templo y todas las joyas, claro, se ennegrecieron. Este detalle fue aclarado, según consta en la investigación, por el profesor de la UMU y gestor del archivo de la Catedral de Murcia, Francisco Marsilla, quien demostró que esa pátina estaba presente en otras piezas que no fueron robadas.
Sin identificar los autores
Era solo el comienzo de una compleja investigación que, además de recuperar el pectoral, devolvería a Murcia el preciado collar, ya que los agentes revisaron los fondos de la sala para comprobar si existían más piezas robadas. Dieron en el blanco.
Los agentes de la Benemérita activaron la segunda fase de la llamada ‘Operación Palimpsesto’, que ya lograra recuperar hace unos meses un farol de viático donado en 1732 por el segundo marqués de Torre Pacheco a la Catedral. Supuestamente, ya que la investigación, que sigue abierta, igual depara sorpresas en los próximos días.
La Guardia Civil se dirigió a la sala de subastas catalana, cuyos responsables reconocieron que la pieza no había sido vendida. Así que fue devuelta a quien la había llevado a la empresa, un residente en un Valencia que por entonces ya la había revendido a un empresario de Madrid, a quien finalmente le fue confiscada.
No había sucedido así con el collar, que un vecino de Fuerteventura había adquirido para que su novia lo luciera durante su boda. Y así lo hizo, sin saber siquiera el auténtico valor de aquella joya.
Mientras se paralizaba la venta de una pieza y se localizaba la otra, los expertos colaboraban en la investigación. Entre ellos, Miguel San Nicolás, reputado experto en Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura y quien llegó a acompañar a la Guardia Civil para autentificar el hallazgo del pectoral. Se quedó de piedra.
Antes de eso, los agentes solicitaron a la casa de subastas información de las personas que habían puesto a la venta ambas joyas, lo que confirmó que procedían del mismo vendedor, pero que habían tomado distintos caminos. De momento, como aseguró ayer el coronel de la V Zona de la Guardia Civil, Jesús Arribas, «no se ha podido identificar a los responsables de la sustracción», aunque la operación sigue abierta porque «hay muchas más joyas perdidas a las que se va a intentar seguir la pista». En cualquier caso, el delito está prescrito, así que el autor o autores podrían incluso pavonearse del robo sin que pudiera aplicárseles el Código Penal.
Dado el tiempo que ha transcurrido desde el asalto, el coronel explicó que la pista de los objetos «se pierde y reaparece recientemente». Por ello, reconoció que la investigación puede alcanzar «hasta la reaparición de las joyas y un poco más atrás». Otras fuentes destacan que, más o menos, unos 15 años, pero no llega a los autores.
El mismo vídeo que ha permitido recuperar el pectoral, como si de una burla del destino se tratara, anunciaba que «no tenemos ningún dato de la historia» de la pieza, aunque por su calidad fue lucida por «papas, cardenales, obispos o abades en ceremonias muy solemnes». Y también por la Morenica cada vez que bajaba y subía del monte. Como ayer por la tarde hizo rodeada de miles de romeros en su tradicional visita a Murcia con motivo de la próxima primavera. Pero, en esta ocasión, a muchos les pareció que venía a recuperar lo que le robaron hace cuatro décadas.
Fuente: http://www.laverdad.es/