POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Ulea dedicaba grandes extensiones de terreno al cultivo de cereales; de los que un 85 por ciento era de trigo. Sin embargo, en años de intensa sequía; en la segunda mitad del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII, a los que se sumaban las frecuentes plagas de langostas; resultaba preciso, ante la escasez de dicho cereal, comprar en otros graneros, con el fin de subsanar dicho déficit.
El mercado más propicio se encontraba en los grandes puertos del Mediterráneo y, de ellos, el de Cartagena. En la ciudad departamental se asentaron mercaderes franceses, italianos y griegos; dedicados, exclusivamente, a la venta de grano. Pero, no solo se dedicaban a vender cereales a los cartageneros; ya que también lo hacían a mayoristas de otras comarcas de Murcia y Almería.
Los patrones franceses, Benoist Bericard y Simón Jalier, llegaban al puerto de Cartagena hasta ese momento uno de los puertos marítimos más importantes del Mediterráneo, con una periodicidad pactada con los compradores. Allí descargaban su mercancía y vendían a cuantos compradores acudían. Entre todos los compradores, había uno que era excepcional; se trataba del Gobernador de las Reales Tropas del Ejército Español, que precisaba asegurar una ingente cantidad de trigo, para, una vez molido, alimentar a los soldados acuartelados en la Región de Murcia.
Pues bien, el intermediario para efectuar las transacciones de dichos cereales encargado por este Gobernador de las Tropas Reales, destacadas en la Región de Murcia fue el uleano Francisco Tomás Abenza (hermano del cura de Ulea, Miguel Tomás Abenza, quien pactaba sus tratos de compra con los señores Bericard y Jalier; ajustando la cantidad de trigo, su precio y la fecha periódica de entrega.
Como el campo se veía azotado por continuas plagas de langosta e intensas sequías, era preciso acudir a otros mercados en busca del trigo que precisaba la población de Ulea y los habitantes diseminados en las ventas, ventorrillos y caseríos, de la huerta y el campo.
Para tal menester, Tomás Abenza con la inestimable ayuda de su hermano Miguel seleccionaron a cuatro soldados uleanos para qué, se encargaran de transportar a Ulea el trigo comprado en el Puerto de Cartagena, a los comerciantes franceses; los señores Bericard y Jalier. Dicha tarea recayó en los soldados: Francisco Thomas Hellín, Joseph Piñero Abenza, Ignacio Torrecillas López y Francisco Yepes Montoro. Estos cuatro soldados efectuaban su cometido bajo la tutela de Francisco Tomás Abenza y los miembros del clero que ejercían en aquellos momentos en la parroquia.