Los restos mortales del cronista oficial de Astorga, Martín Martínez, descansan ya en el cementerio de la ciudad. Durante el viernes, toda la ciudad ha sido testigo de la muerte del decano de los periodistas. Los astorganos lo han homenajeado a lo largo del día en el Ayuntamiento donde fue instalada la capilla ardiente. Por allí pasaron representantes de todos los sectores de la sociedad, desde escritores, empresarios, miembros de los colectivos sociales, una larga lista imposible de relatar.
Ya por la tarde, familiares, amigos, compañeros de profesión, ciudadanos, políticos… han participado con profunda tristeza en el entierro de este hombre tranquilo que «seguía siendo, después de los años, referencia de la decencia de un puñado de causas ganadas y una tonelada de pérdidas. Nuestro guardaspaldas moral», como lo definió el redactor jefe de El Faro Astorgano, Enrique Ramos, en las palabras ofrecidas al compañero instantes antes de que fuera enterrado.
La comitiva fúnebre partía con puntualidad británica a las 16,30 horas de la Casa Consistorial, camino de la catedral donde fue se celebró el funeral oficiado por el obispo Camilo Lorenzo y 14 sacerdotes. El féretro cubierto con la bandera de Astorga adornada por la medalla de la ciudad, entraba por la puerta sur de la seo a hombros de seis concejales de la Corporación Municipal. En la despedida de Martín, que ha tenido los honores propios de un hijo ilustre, han estado presentes las autoridades civiles, militares y religiosas, destancando la presencia del presidente de la Diputación, Marcos Martínez; el delegado territorial de la Junta de Castilla y León, Guillermo García; y la alcaldesa de Astorga, Victorina Alonso.
Martín Martínez realizó su último recorrido por el eje monumental de la ciudad acompañado de la Banda Municipal y numerosos astorganos que quisieron rendir el último reconocimiento a quien desde hacía casi 50 años les había contado a través de las ondas de la radio y de la letra impresa de los periódicos, la vida de esta ciudad que abrazó entre sus murallas como a un hijo más a este riberano de Estébanez de la Calzada.
Después de la misa que había comenzado con un emotivo recuerdo transmitido por su hija Jimena en nombre de la familia, el coche fúnebre escoltado por la Policía Local y los maceros emprendió el último y definitivo viaje hacia el cementerio, donde tras el responso del cura de Santa Marta (su parroquia) Blas Miguélez Vara, tomaron la palabra Enrique Ramos en nombre de los periodistas de Astorga (ver el discurso íntegro aquí) y Juan José Alonso Perandones en representación de toda la ciudad (leer su discurso aquí).
«Va a ser inevitable, Martín, por mucho que te empeñes en que el agradecimiento es el tuyo, que no te echemos de menos, porque ahí, en tus escritos y palabras, sí que están nuestras cosas y cositinas, tu voz libre reclamando, velando por los bienes patrimoniales de la ciudad, la denuncia de las tropelías contra el común y tragándote las propias», aseguraba quien fue alcalde de Astorga en un discurso que encogió el corazón del puñado de astorganos y familiares, que arremolinado alrededor de la tumba, acudió para ofrecerle el último adiós.