- POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
En febrero de 1971 se conmemoraron los Carnavales de ese año (eso sí, todavía como Fiestas de Invierno), celebración en que salieron las primeras Carrozas (desde la avenida de San Isidro hasta el Ayuntamiento), para las que se destinan premios en metálico y trofeos (de la Relojería Joaquín, de Vargas y de Rivero; aunque me informan que sólo se presentaron dos, una de Vargas y otra de la Tabacalera); Carreras de Cinta, con 60 premios (más otro especial para el que más consiga); Comparsas y Grupos Folklóricos, para los que también habrá recompensa. Comunican que quizás vengan las cámaras de TVE, y un famoso periodista moralo (que luego no vino). 42 casas comerciales donaron los premios.
Aún se conservan anuncios del evento.
Y, una vez que el calendario festivo cede el paso a la Cuaresma, Zacarías Sánchez Martín, que fue elegido concejal ese mes por la rama Sindical (recordemos que era empresario, distribuidor de bebidas, entre otras actividades), tiene una gran idea: «debido a lo árida y seca que es la campiña morala, principalmente en verano, y a su escasísima vegetación», propone que se reforesten los Cerros y que se pongan en contacto con el Distrito Forestal de Montes de la Diputación.
Pero muy pronto se dan cuenta de los problemas existentes para llevarlo a cabo, siendo el principal –amén del económico– el que se trata de una zona eminentemente minifundista y privada, por lo que es difícil llevar a cabo un proyecto de aprovechamiento general (y las expropiaciones no eran muy usuales entonces, máxime para ese cambio de actividad).
Dos años después insiste en la repoblación forestal de los Cerros, por lo que acuerdan contactar con el ICONA y con la oficina de Extensión Agraria de Navalmoral.
Pero, como tantos buenos proyectos, sólo quedó en eso: en una hermosa utopía, pues nadie apoyó a mi añorado Zacarías (y, sin haberlo pensado, me ha surgido un pareado…).
Seis años después llegó yo a Navalmoral con el fin de ejercer mi actividad docente. Y, dentro de mis actividades prácticas cuando impartíamos la asignatura de Ciencias Sociales o Naturales, solíamos darla –entre otros lugares– en el mencionado zócalo granítico amesetado.
Y, recorriendo la misma, conociendo sus hermosos parajes –fuentes, minas, cuevas, arroyos, cascadas, molinos, Piedra Caballera, “Campanas de Bureo” etc.–, con un sinfín de huerto semiabandonados, a mi mente fluía las bellas estampas de mi etapa estudiantil en Plasencia, cuando nos llevaban a menudo al hermoso Parque de los Pinos. En este caso, sería nuestro Parque Natural de los Cerros.
Pero, al igual que a mi estimado Zacarías, tampoco recibí el apoyo necesario. Alegaban que era un proyecto de gran calado.
Años después, cuando se explana el desaparecido ferial del Canchigordo, creí que sería el primer paso: un pequeño y coqueto parquecito natural, que exigía una mínima inversión, yaque se adaptaría al terreno, como en otros lugares se ha ejecutado.
Pero, fallé de nuevo, ya que creyeron más conveniente destinarlo a Ferial y Mercadillo.
El tiempo y las circunstancias han originado que hoy sea lo que es, sin ninguno de esos dos usos. Los caminos intransitables por las zarzas y los huertos abandonados.
Mientras, proseguimos sin un Parque Natural, al alcance de la mano. No harían falta caminos del “colesterol”, ni problemáticos pasos subterráneos. En un paraje infinitamente más bello y variado.