POR BIZÉN D’O RÍO MARTÍNEZ-CRONISTA OFICIAL DE LA HOYA DE HUESCA
Nuestro recuerdo nos lleva cuarenta años atrás, al Voto del 8 de mayo de 1983 y no era precisamente un voto o promesa de tipo religioso como se han hecho en numerosas ocasiones ante una epidemia de peste, plagas, u otras mortaleras, que de todo ha habido en el Altoaragón. Con este Voto, iba implícito el futuro político de los españoles, y muy especialmente de los aragoneses, por ello recordamos el momento en que daba comienzo oficialmente la Campaña Electoral para las elecciones municipales y autonómicas convocadas para el 8 de mayo de 1983, que por su significación y lo que podrían suponer para la vida política española en los siguientes cuatro años nos obligaba a todos no sólo a participar, sino también a reflexionar.
Por una parte se convocaban las elecciones Autonómicas ya que hasta aquellos momentos sólo se habían realizado elecciones a parlamentos autonómicos en Cataluña y Andalucía, y el día 8 de mayo con la Comunidad de Aragón serían elegidos los diputados de las doce autonomías restantes, y con arreglo a lo establecido en nuestra primera ley y en los textos de los catorce estatutos de autonomía correspondientes, los ciudadanos de dichos territorios elegirían a los diputados que los representarían en los Parlamentos de sus respectivas comunidades.
Conforme a la distribución de los votos, estaba previsto se formaran posteriormente los Gobiernos autónomos de cada Comunidad y los parlamentos que comenzarían su actividad legislativa, con carácter exclusivo, sobre aquellas materias que estableciera la Constitución y los Estatutos, y como interpretarlos en su caso, de las leyes en que la competencia exclusiva correspondiera al Estado.
A su vez, el mismo día 8 de mayo era necesario efectuar las elecciones municipales en todo el territorio nacional al haber expirado el plazo de cuatro años de mandato de los concejales elegidos en abril de 1979. Con este voto de todos los ciudadanos de todas las localidades de España, se designarían a quienes deberían representarnos al frente de los Ayuntamientos durante el próximo cuatrenio. Conforme a los resultados electorales, para las distintas opciones políticas se legislaba que podrían acceder al control de las distintas corporaciones, bien de modo inmediato, en aquellos casos en que existiera mayoría absoluta de votos para una candidatura, o bien mediante el mecanismo de la coalición post-electoral, y en virtud de los resultados de estos comicios, quedarían formadas así mismo los Plenos de las Diputaciones Provinciales.
Tras las elecciones de abril de 1979 el reparto de concejales había quedado con
un amplio abanico de partidos y siglas que se repartían los concejales: 29.814 de UCD 14.817 Independientes de todo signo; 12.220 del PSOE; 3.608 del PCE; 2.412 de CDS; 1.771 de Convergencia y Unió; 1.084 de PNV; 275 del PAR; 260 del PSA; 260 de Herri Batasuna; 253 del Bloque Nacional de Pueblo Gallego; 85 de Euskadiko Ezquerra; 32 de Unión del Pueblo Canario y 1.600 de otras muchas candidaturas.
Las Elecciones Municipales y Atonómicas de aquél día 8 de mayo de 1983 suponían un “test” rotundo sobre la confianza o crítica a la gestión de los últimos cuatro años en la vida municipal. Desde entonces, los aragoneses, dejamos de “trachinar o presinar “ los resultados, porque nos enfocaron a contemplar día si, y otro también, los famosos “quesitos y abanicos” que los medios de comunicación nos aportaban, ante-elecciones como pronósticos y post-elecciones como resultados..
FUENTE: EL CRONISTA
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