POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS)
Existe en Gran Canaria un lugar crucial no sólo para su historia, para su orbe cultural, sino para su propia identidad atlántica actual.
través de la historia nos encontramos con personas que han sido capaces de revelar y conectarnos con el alma y la identidad de un lugar, de una institución, de un proyecto. Seres tan especiales que, con el paso del tiempo, con el discurrir de su trabajo, de sus experiencias, de su convivencia con ese entorno y con cuantas personas se han relacionado con el mismo, con la gestión, la invención y la animación de iniciativas y eventos que se han hecho absolutamente significativos, se han convertido ellas mismas en seña de identidad del lugar o entidad a la que han consagrado gran parte de su existencia. Esto hace, o contribuye decisivamente, a que se instituyan como una verdadera seña de identidad de una entidad, de una comunidad, de una institución, que siempre busca un ideal, una carga emocional, una actividad cotidiana, que dé sentido a su existencia, al tiempo que contribuya a un encuentro con otras entidades, con las personas con las que puede y debe identificarse, y con ello escapar de esa soledad nunca aconsejable tanto a toda institución social, como a cualquier persona.
Existe en Gran Canaria un lugar crucial no sólo para su historia, para su orbe cultural, sino para su propia identidad atlántica actual, como es la Casa de Colón. Desde su nacimiento, allá por los años cincuenta del siglo pasado, a partir de 1951, este complejo cultural, docente y experimental, se ha enseñoreado meritoriamente tanto del devenir socio-cultural insular, con una enorme trascendencia en muchos puntos de América, Europa y África, como del propio rostro de la identidad insular actual, convertido en verdadero icono de la isla y de su capital. Sin embargo, también hay que resaltar como han sido una serie de personas, colectivos y proyectos los que le han transferido un carácter y una vitalidad, que han contribuido decisivamente a moldear y definir el carácter y la misma identidad de la Casa de Colón. Nombres inseparables de su historia como los de Zecundino Zuazo, Antonio Rumeu de Armas, Manuel Alvar, Francisco Morales Padrón, Antonio de Bethencourt Massieu, Manuel Lobo Cabrera, proyectos como el de la Universidad Internacional de Canarias Pérez Galdós, el Coloquio de Historia Canario-Americana, los Premios de investigación Viera y Clavijo, las ayudas para proyectos de investigación sobre Relaciones Canarias-América, o el Anuario de Estudios Atlánticos, amén de muchísimas actividades temporales, como cursos, seminarios, jornadas, exposiciones, proyecciones, conciertos, que llenan su intenso día a día.
Pero todo ello requiere tener al frente una cabeza pensante, una mente gestora y ejecutiva, un alma que lidere e impulse proyectos y a las personas que los llevan a cabo. La Casa de Colón, desde su apertura, tuvo la ventura de contar a su frente con tres nombres que hoy son inherentes a la misma, y que están escritos con letras de oro en la historia cultural de Gran Canaria. Son los de Néstor Álamo, Alfonso Armas Ayala y Elena Acosta Guerrero.
Si alguien me preguntara por un rostro de nuestro tiempo que identificara la vida cotidiana de Vegueta, diría que sin duda el de Elena Acosta. Elena, a lo largo de más de cuarenta años de trabajo en la Casa de Colón, es parte consustancial del barrio histórico, de su fisionomía americanista y atlántica, pues no se limitó a cumplir sobradamente con sus responsabilidades en la institución, sino que supo vivir y convivir con un barrio que ha hecho cosa suya a este centro cultural, como también lo tienen no sólo vecinos de toda Gran Canaria, sino personas de muy diversos puntos de las dos orillas del Atlántico, que en estos años han encontrado aquí, como investigadores, como artistas, como profesores, como músicos, como literatos, una verdadera casa que acogió su obra, su creación, que la reexportó y que contribuyó a su expansión. No sé qué será ahora de la Casa de Colón y de la misma Vegueta sin su presencia cotidiana, pero lo que es seguro que permanecerá, como aún nos parece entrever por los vericuetos de este gran recinto las voces sugerentes y características de Néstor y de Alfonso, el legado de su eficiente quehacer, que modeló y levantó la Casa de Colón que debía entrar y avanzar por un siglo XXI tan diferente del anterior en el que había nacido. Y es que Elena ha sido una gran profesional durante 46 años, 32 de ellos como directora, pero sobre todo porque ha sido de esas personas que disfrutan con lo que hacen, y se sienten orgullosas compartiéndolo; siendo una verdadera anfitriona, esa persona que, más cerca o más lejos, siempre se adelantó para que cada detalle estuviera listo en cada ocasión.
No se trata ahora, cuando ha dejado por jubilación legal -y que poco me gusta esta palabra cuando veo a una persona tan llena de inquietudes, de ganas de hacer cosas, de un espíritu que rebosa juventud- la dirección de la Casa de Colón, aunque no espiritualmente, pues estoy seguro que se seguirá siempre contando con su inapreciable y estimulante punto de vista, de hacer una recopilación de su biografía, que a fin de cuentas es sobradamente conocida. Pero si es el momento de subrayar, como se ha señalado oficialmente, y ha recibido más que merecidamente diversos galardones y reconocimientos por ello, como desde su»«cargo de directora del Museo, ha propiciado y fomentado los estudios e investigaciones sobre el paso de Colón por el Archipiélago, el Arte y la Historia de Canarias y sus relaciones con América. Con respecto a esto también ha organizado y coordinado numerosos Cursos, Conferencias, Premios, Exposiciones, Publicaciones, y todo tipo de actividades, a lo largo de 40 años de trabajo en la Gestión Cultural de Canarias».
Elena Acosta no se va a ningún lado, y mucho menos se alejará de su Casa de Colón, que llena gran parte de su vida, y que, al mismo tiempo, Elena es ya parte constitutiva de la misma. Llegó, desde el Museo León y Castillo de Telde casi por casualidad, y terminó convirtiéndose en uno de sus puntales históricos. La veía participar en alguna actividad o ruta por los escenarios vitales de las mujeres más valiosas de la historia cultural, artística, literaria, científica de esta tierra, muchas de otros tiempos, y, para mí, siempre me decía: «pero si tenemos a una de ellas aquí, ahora entre nosotros», y creo que se nos olvidaba parar delante del gran museo veguetero y hablar de todo lo que, con su trabajo, su dedicación y su fina inteligencia, nos ha legado Elena Acosta Guerrero, historiadora, profesora, gestora y dinamizadora cultural, Directora de la Casa de Colón. Un espíritu y una forma de ver y entender este mundo que dejó muy bien planteada en su conferencia la ‘Función social de los museos’ (2020). Su visión del futuro, en el que ha tenido que adentrarse, y con ello a la institución que dirigía, también la condujo a participar activamente en 2021 en el primer seminario sobre ciberfeminismo, desarrollado en la Casa de Colón, en el que trató la cuestión de género desde el punto de vista del activismo digital en Internet.
Nadie es imprescindible, desde luego, pero algunas personas lo son desde la óptica que ellas son ya parte constitutiva, en determinada manera y forma, de lo que se deberá gestionar en el futuro. Quien venga tendrá el listón muy alto, aunque tendrá derecho a dibujar y plasmar su propia impronta, pero aquí nos queda un tiempo, un trabajo, una voluntad, un carácter y una afectuosidad entrañable, la de Elena Acosta, que ahora saludan con hondo reconocimiento quienes compartieron tiempo y esfuerzo, así como los miles de personas que la conocieron o se beneficiaron de su acertada labor.
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