Al igual que sucedió en la ciudad de Betanzos, la villa de Monforte de Lemos padeció en 1809 el saqueo y ultrajes de los franceses durante la Guerra por la Independencia, de manera que las Clarisas o Franciscanas Descalzas, cuyo convento se haya instituido en el barrio de San Antonio o Remberde de dicha villa (ciudad desde 1885), tuvieron que abandonarlo y huir a las montañas en búsqueda de cobijo para salvarse del furor de los gabachos, quienes lo utilizarían como cuartel y cuadra de la caballería hasta su marcha hacia Zamora en el mes de junio del mismo año, al mando del Mariscal Soult, y tropas que lo dejaron con tan sólo sus paredes. La comunidad noticiosa de los robos y vandalismo que practicaban, había tomado las medidas oportunas para salvar las valiosas reliquias y bienes que atesoraba, y ponerlos a buen recaudo con la ayuda de allegados y vecinos de la localidad.
El convento de Santa Clara de Monforte de Lemos había sido fundado por doña Catalina de la Cerda y Sandoval, al quedar viuda del VII conde de Lemos don Pedro Fernández de Castro Andrade y Portugal, fallecido el 19 de octubre de 1622, y del que sería monja bajo el nombre de Sor Catalina de la Cruz desde agosto del año 1634 hasta el 14 de marzo de 1648, fecha de su fallecimiento. Durante los años de 1610 y 1616, en que don Pedro ejerció como virrey de Nápoles, y con el apoyo y anuencia del Papa Paulo V, juntamente con su mujer, adquirieron gran cantidad de reliquias que protegieron en lujosos relicarios guarnecidos con oro, plata y piedras preciosas, que fueron donados a dicho convento por la fundadora.
Entre otras piezas, más de trescientas, se encontraban (tocas de la Virgen, huesos de San Pablo, 15 cabezas de santos entre ellas la de S. Paulino patrón del convento, una muela de San Blas, un cáliz sacado de las catacumbas por el que bebían los monfortinos enfermos de terciarias, un clavo de la cruz de Cristo…), las que según consta en documentación de 1648 y según declaraba doña Catalina de la Cerda (…graciosamente he dado a este mi convento gran cantidad de reliquias y relicarios guarnecidos con oro, plata, bronce y diversas piedras y maderas y otras cosas de valor y estimación…» (Publicados por doña María Luisa Lorenzana Lamela y doña Rosa María Guntiñas Rodríguez).
Curiosamente y lo que hasta el presente era desconocido, es una relación de muchas de aquellas reliquias, entre las que también se encontraba una espina de la corona del Redentor, que finaliza con un pie firmado y rubricado por don Ramón Pérez, posible miembro de la familia encargada de la Contaduría de la Casa condal de Monforte, en la que hace constar que en 1815 fueron trasladas al convento de San Francisco de Betanzos, seguramente para preservarlas hasta su retorno al convento de las Clarisas de Monforte, donde se encuentran y pueden visitarse en su Museo de Arte Sacro, sin duda alguna el más importante de Galicia.
Por aquella época la comunidad franciscana de Betanzos, compuesta por frailes de reconocido prestigio (Vid., nuestra obra La Ocupación de Betanzos y su Tierra por los Franceses en 1809 – 163 días de suplicio en la voz del pueblo, Ayuntamiento de Betanzos y GADIS 2013, pág., 122), se vería incrementada por otros miembros de la misma orden con delicado estado de salud, que se incorporaron a la misma para recuperarse, como era el caso de » Fr. Miguel Pego Difinidor onorario del orden de Sn. Francº., residente en el Combento de esta Ciudad, Teniente retirado del Reximtº. Ynfantª. dela Union, con el devido respecto expone a V.S.Y.: Que de resultas de 12 Cuchilladas y un Balazo que recibio en la Batalla de Alba de Tormes, el dia 28 de noviembre de 1809…» (Archivo Municipal de Betanzos. Actas Capitulares del año 1815. Caja 8). Este religioso era atendido por el médico don Antonio Pacheco, vecino de La Coruña, encarcelado en Betanzos por su adhesión al pronunciamiento de Juan Díaz Porlier, que tuvo lugar en la ciudad herculina en la noche del 17 al 18 de septiembre de 1815, y como fuese trasladado de Betanzos al presidio de su ciudad de origen, Fr. Miguel solicitaba del Ayuntamiento de Betanzos, el 18 de diciembre de 1815, que efectuara las gestiones precisas para que pudiera seguir asistiéndole en dicho convento. Tenía claro que con la ayuda de tan prestigioso doctor y el auxilio de las Santas Reliquias, le remitirían las dolencias y la curación quedaba garantizada.