POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Los relatos y conclusiones que se conservan de remotas épocas, consagran al monasterio de San Pedro de Villanueva, en Cangas de Onís, (hoy parador nacional), como una fundación en memoria de la muerte -a manos de un oso- del Rey Don Favila, siendo Don Alfonso I (hijo del duque Pedro de Cantabria) el promotor de dicha fundación, seguramente a instancias de su esposa Ermesinda, hermana de Favila e hija -como él- de Don Pelayo y de su mujer, la reina Gaudiosa
Demos por hecho -mientras no se demuestre otra cosa- que así ocurrió un 21 de febrero del año de Cristo 746, ahora hace 1.274 inviernos.
Detengámonos hoy en los personajes y peregrinos que hacían un alto en Villanueva -de camino hacia Covadonga- así como los gastos y agasajos a que daban lugar.
El 23 de mayo de 1616 (justo un mes después de la muerte de Miguel de Cervantes y de Shakespeare) el nuncio y legado del Papa Paulo V concedió una canonjía en Covadonga a un sacerdote de Valladolid, pero como éste tardó en presentarse para tomar posesión del beneficio otorgado, cuando llegó ya había ocupado el cargo el cura de Villanueva, Paulo González de la Cuesta; mientras, los fieles de Villanueva eran atendidos también por el prior de Covadonga.
La concordia entre ambos curas está documentada en el archivo de Villanueva, pero -extrañamente- el documento no se registró en el de Covadonga. Así se puede leer: “Paulo González, canónigo de Covadonga, paga 36 ducados por la mitad del beneficio que lleva desta Cassa en Santa María de Villanueva, que se entiende la mitad de todos los diezmos de pan y recilla y compango, excepto las bollas y oficios”. En el mismo libro se anota: “Gonzalo de Villarroel, Prior de Covadonga, paga 96 reales por la mitad de las bollas y oficios de Santa María de Villanueva”.
Hablamos de Santa María de Villanueva como parroquia, independiente de San Pedro como titular del monasterio.
La pobreza de Covadonga era mayor que la de Villanueva y, así, en 1591 se anota que se entregaban dos celemines de escanda al abad de Covadonga, como limosna.
Muchos eran -por otra parte- los gastos que originaban los huéspedes que pasaban por el monasterio y después visitaban Covadonga. En 1684 el General de la Orden Benedictina estuvo en el lugar y -entre él, los criados y demás que le acompañaron- figuran gastos de trece reales en comida y vino, más otros dos reales para las mujeres que les llevaron la comida a Covadonga.
Al año siguiente, el monasterio abonó treinta y tres reales por diez libras de diferentes dulces para agasajar a don Gregorio Cisneros, el gobernador, con su familia y otros caballeros. Además, se abonaron ciento treinta y dos reales por conservas, confituras y otros.
Por el “cortexo” (agasajo) que se le hizo en Cangas al citado gobernador gastaron cuatro reales más. En cuanto al libro de registros de bodega quedó anotado que -entre las misas y el gobernador Cisneros que estuvo en el monasterio con otra mucha gente- se gastaron catorce cántaras y media.
En el año 1686 los monjes les pagaron cinco reales a las criadas del prior de Covadonga por dar de comer en su casa al abad de Celorio y al prior de Nava, además de seis “quartos” a diferentes pobres en la iglesia de Covadonga; más otros dos reales al criado del cura de San Martín que dejó dos caballerías para subir a Covadonga.
Así van pasando años y anotaciones de gastos ocasionados por el abad de Oviedo y el definidor de Cornellana; para pagar a testigos de los varios pleitos que los monjes mantenían con vecinos, linderos y otros curas; a los mozos que iban a Oviedo a llevar y traer cartas; a los músicos de Covadonga que bajaban a celebrar San Benito en el monasterio o a los mozos de cocina que debían desplazarse con algunos invitados. A veces las comitivas eran amplias como en el caso del Fiscal de la Audiencia de Oviedo que -entre el 14 y el 20 de septiembre de 1777- junto con su “madama, hija, doncella, señor lectoral, señor capellán, un agente fiscal, cuatro mozos, siete caballerías y ponerles comida en la venta de Sotiello y cena y comida en Covadonga, se gastaron novecientos setenta y seis reales”.
Ese mes fue movido en Villanueva porque, seguidamente, -entre los días 21 al 28- se hospedó el Regente de la Audiencia de Oviedo que llegó con una comitiva similar a la del fiscal.
Tanto el fiscal como el regente fueron de los últimos visitantes del santuario de Covadonga antes del gran incendio que destruyó todo lo que había en la cueva apenas un mes más tarde, el 17 de octubre de aquel año 1777.
¿Qué compraban los monjes para los agasajos o “cortexos”? Veamos algunos ejemplos tal y como quedaron anotados en los libros de cuentas: Hojas de azahar confitada, dulces secos, anises, bizcochos, chocolate, salmones, truchas, lampreas, anguilas, congrios, pollos, terneros, manteca fresca, peradas y otros.
Gastos que, a veces, los monjes se veían obligados a abonar en especie, como cuando -en 1712- lo tuvieron que hacer con terrenos de su propiedad que tenían en La Riera de Covadonga.