POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Evocamos cada 23 de abril el Día del Libro, cuya celebración en España tiene lugar desde 1930, coincidiendo con el aniversario de la muerte del más notable escritor en lengua española como fue don Miguel de Cervantes Saavedra. Que en esa misma jornada del 23 de abril de 1616 falleciese también el más grande escritor de todos los tiempos en lengua inglesa -William Shakespeare- es una casualidad verdaderamente curiosa.
Por si fuese poca la coincidencia, otro escritor como fue Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega y nacido en Cuzco (Perú), falleció en Córdoba (España) ese mismo día 23 de abril de 1616.
Cierto es que si somos un poco meticulosos deberíamos añadir aquí que -en realidad- Cervantes falleció el día 22 y fue enterrado el día 23 y Shakespeare sí falleció el día 23, pero según el calendario juliano, que no el gregoriano, dado que en Inglaterra no se adoptó éste último hasta 170 años después que en España. Desde 1995 la Unesco lo celebra como Día Internacional del Libro.
En esta jornada se entrega tradicionalmente en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares el Premio Cervantes de Literatura -algo así como el Nobel en lengua española- en esta ocasión, al poeta catalán Joan Margarit, premio que concede el Ministerio de Cultura desde 1975.
No será posible que se celebre el solemne acto en Alcalá de Henares este 23 de abril de 2020, dadas las circunstancias sanitarias en las que vivimos, bajo un estado de alarma.
Cataluña lo celebra tradicionalmente de manera especial por ser -además- el día de su patrono, San Jorge (Sant Jordi), fecha en la que se intercambian regalos de libros y rosas entre los seres queridos.
Se dice que los libros son nuestros mejores amigos, dado que no molestan, te ayudan, te instruyen, te acompañan, te hacen mejor persona, puedes viajar con la imaginación sin moverte de casa, porque -además- todo está en los libros.
De modo que será un Día del Libro especial, como estas seis semanas que llevamos confinados y las dos que nos quedan (de momento), situación ésta más dura de asumir por los países del sur de Europa que por los del centro y el norte; porque, vamos a ver ¿no hay millones de españoles lamentando que no se celebren ciertos grandes eventos festivos en los próximos tres meses, suspensiones que se van anunciando como con cuentagotas…yo diría que por miedo a la reacción de algunos?
Resulta que Alemania, con más de 83 millones de habitantes y poco más de 4.600 muertos por coronavirus (una gestión de la pandemia ejemplar) ya anunció que no celebrará una de sus grandes citas festivas del otoño, la conocida como “Oktoberfest”, la fiesta de la cerveza en la ciudad bávara de Múnich, que concentra a centenares de miles de alemanes.
A eso se llama capacidad de previsión y administración de los tiempos.
Porque ¿cuánto tiempo falta para esa celebración en la bella Baviera? Pues CINCO meses, porque estaba programada entre el 19 de septiembre y el 4 de octubre, algo así como si en Asturias ya se anunciase desde ahora mismo la suspensión de las ovetenses fiestas de San Mateo y -no digamos- las de Begoña, en Gijón, un mes antes que las mateínas.
Desde siempre España suele dejar todo (en mil aspectos y cuestiones) para última hora, mientras los que deben anunciar otras suspensiones festeras para -al menos- los próximos tres meses -por concentraciones inasumibles de personas en tiempos de virus y mientras no haya una vacuna- van alargando la decisión ´sine die´, a ver qué pasa…hasta el último minuto posible, no se sabe por qué razón… o sí.
Digo yo que les dolerá más la actual situación sanitaria que la suspensión de algunas de las fiestas de primavera-verano (dentro y fuera de Asturias).
En resumen: mientras España acude a Bruselas a pedir ayuda por centenares de miles de millones de euros a sus ´socios´ europeos ante el voraz gasto público que se avecina, su prima de riesgo sigue al alza, e intenta esquivar de nuevo un rescate según el ya conocido ´estilo griego´, no pocos españoles se quejan de la suspensión de festejos varios, como si en ellos les fuese la vida o la salud (que sí les va… pero si se celebran).
¡Spain!