POR BIZÉN D’O RÍO, CRONISTA OFICIAL DE LA COMARCA DE LA HOYA (HUESCA).
La conquista del Nuevo Mundo trae a España muchas cosas nuevas, entre ellas, debe toda Europa a los españoles ese producto o materia prima que se denomina cacao, que dará origen a una delicia que los paladares exquisitos saborean y reclaman, tanto en su forma líquida, como sólida y que denominamos comúnmente “Chocolate”.
Su elaboración se inicia con la materia prima que consiste en una especie de almendras contenidas en las bayas del cacao. Tras su limpieza y selección, se efectúa el tostado, antiguamente en unas especie cazuelas perforadas para que entrara el aire caliente, luego dentro de uno cilindro que se hacía girar sobre el fuego sostenido a cierta altura de las llamas por medio de unas patas o bastidor en el cual giraba este cilindro movido a brazo por medio de una manezuela, era la forma adecuada para un tostado por aire caliente y no a fuego directo. Tras esta operación que solía denominarse “tueste”, venía el triturado y reducción a una pasta que era mezclada con azúcar refinado, canela y anís, pasando esta pasta a una segunda molida que llevaba esta materia ya a rellenar unos moldes o cajetines previamente caldeados, que se disponían sobre una superficie vibratoria, que con sus trepitaciones o vibraciones hace que se consolide y se acabe de moldear la tableta o las pastillas, pasando posteriormente a un enfriado.
Durante más de un siglo, el chocolate fue un privilegio que solamente gozaban los españoles, hasta que según cuentan las crónicas, durante la intervención de España en Flandes se llevó el cacao a este país. En Italia sería Antonio Carletti quien lo extendió en 1606 y en Francia se presentó en la boda de Luis XIII con Ana de Austria, hija de Felipe III y ya desde 1679 comenzaron su explotación en la isla Martinica.
Durante los siglos XVII y XVIII el consumo del chocolate en España, Francia e Italia es considerable y en el año 1756 se conoce su apogeo en Alemania con el establecimiento de la primera chocolatería en Steinhude. Pero el auténtico desarrollo del Chocolate llegaría con el siglo XIX. Es el siglo “chocolatero” por excelencia y las damas invitan a sus amigas a un “chocolate con picatostes” a la media tarde, claro que, esta costumbre tan española de tomar el chocolate casi sólido, es decir, muy espeso no es corriente en el resto de Europa , donde se toma mas bien líquido, lo que aquí llamaríamos “clarinete”, pero además, está muy mal visto el mojado de pastas , bizcochos u otras reposterías en el chocolate, como se viene haciendo en España.
No obstante, es en este siglo en el que se introduce la maquinaria movida a motor, el tostado se hace de forma más efectiva y uniforme, al igual que el molido, por otra parte, se elimina un problema que tenía cual era la formación de una capa de grasa que se formaba en la superficie y que los chocolateros trataban de neutralizar con la incorporación de sustancias almidonadas, pero que tras múltiples pruebas, es algo que se elimina por medio de una prensa hidráulica que llega a extraer hasta el cincuenta por ciento de la manteca de cacao, esta prensa que era puesta por el químico holandés Conrad Van Houten, revolucionaría la industria artesanal del chocolate, ya que el producto resultante podía ser proceso de otra forma y convertido en polvo muy fino, además de aceptar el ser tratado con sales alcalinas, por lo que podía ser mezclado con agua.
En la primera mitad del siglo XIX François Louis Caller abre la primera fábrica de chocolate suizo, Philip Suchard comienza a hacer chocolate mezclado con avellanas molidas, se presentan las primeras barritas de chocolate que se ponen rápidamente de moda entre la alta sociedad, y en la segunda mitad del siglo, Daniel Peter y Henri Nestlé inventan el chocolate con leche. Siendo en el cambio de siglo cuando en aparecen los primeros bombones, cuya denominación debemos a los franceses que con su “bon bon” querían decir que era dos veces o doblemente bueno.
En el Altoaragón el arraigo del chocolate tanto en su consumo líquido, como en sólido en las piezas de media libra, es muy temprano, pero además, al igual que en el resto de Aragón, los maestros “zucreros”, o confiteros, se lanzan a su fabricación, si bien hubo obradores y talleres de elaboración exclusiva del chocolate en tabletas.
Talleres de Jaca, Barbastro, Graus, Benasque, Ayerbe, Huesca……. Desde estas poblaciones se ponen en el mercado y se hacen famosos entre otros, los chocolates: “Costa”, “Santa Orosia”, “Sambeat”, “Lacasa”, “Solana”, “Palá”, “Brescó”, “Huetas”, “Albás”, “Las Campana de Huesca”, “Valle de Tena”, “Miralves”, “Serrate”, “Juncosa y Escriva”, “Puyet”, y otros.
Además de los exquisitos chocolates de los Padres Benedictinos que distribuye Antonio Soler, quien después fabricará exquisitos bombones, o los que desde Zaragoza envía la Fábrica de Orús.
El chocolate es medicinal y buena prueba de ellos, es que en la prensa junto al anuncio de “La Gran Funeraria Oscense”, primer establecimiento de pompas fúnebres, el anuncio de “Chocolates Medicinales” que en el establecimiento de Vilas Lasala se venden bajo la dirección del farmacéutico D. Nicolás Franco. Allí está la oferta del “Chocolarte Anti-gastrálgico”, el “Ferruginoso”, “Chocolate purgante”, “Chocolate Vermífugo”, el especial para la “Dentición” y el “Lactífero” para promover mayor secreción de leche en las mujeres que crían.
Pero además, el chocolate es hasta político, por ello, Miguel Arruebo que fabrica el chocolate de “La campana de Huesca”, elabora una clase especial, llamada “Jaime de Borbón”.
In Memoriam de Nano Ortiz
Fuente: WWW. El Cronista de la Hoya