POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA).
En la conmemoración, un año más, de la muerte de don Miguel de Cervantes, genio de las letras españolas, es inevitable recordar ese pasaje del Quijote donde el Caballero de la Triste Figura se enfrenta, ante los aspavientos de su cuerdo escudero, a un molino de viento que, en su mente calenturienta y deseosa de aventuras para ofrecer a su amada Dulcinea, se transforma en gigante con quien pretende librar una cruel y desigual batalla.
Este relato, el más conocido de la universal novela, aun sin el escritor saberlo ni pretenderlo encierra en sí mismo toda una filosofía de vida y eleva a los molinos a la inmortalidad.
El Congreso internacional de molinología celebrado en Estoril (Portugal) en 1965, acordó celebrar cada 23 de abril el día mundial de los molinos de viento. Qué otro día mejor para honrar a estos gigantes del paisaje que el aniversario del fallecimiento de quien hizo de ellos mucho más que unos artilugios de la ciencia superados tecnológicamente.
De no haber sido por el genio creador de Cervantes, hoy los molinos, como los batanes y palomares, serían únicamente construcciones -dignas de conservación, sí- pero sin ese halo de grandeza que la mano de Cervantes les otorgó al incluirles en la novela más universal, infundiéndoles espíritu y vida.
Un molino de viento representa la lucha, los ideales de un hombre o un pueblo; la necesidad de vencer al contrincante como trofeo que se exhibe ante la amada. El molino simboliza nuestra dudas y miedos, cuántas veces no hicimos algo por temor a ser vencidos por ese gigante que imaginamos y que al final era solo molino y al contrario, más de un trompazo nos hemos llevados por librar batalla contra los gigantes de nuestra mente saliendo aporreados por las aspas del molino.
Los molinos de viento y don Miguel de Cervantes a través de ese nexo común que es El Quijote, marcan una unión indisoluble para la historia. Honremos a Cervantes, honremos a los molinos de viento sintiéndonos orgullosos de habitar el país que le vio nacer y donde todavía se alzan victoriosos bellos ejemplares que adornan el horizonte y nos recuerdan su mítica simbología. Tengamos la sensibilidad para escucharles y apoyarles.