POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS) .
Tribuna LibreEsta Nochebuena la catedral, las parroquias, las plazas y las calles se volverán a llenar, a la media noche, como acontece desde hace siglos, de la bulla y el regocijo de la Navidad isleña.
No se imaginó, ni llegó a saber, el eximio poeta cordobés Antonio Fernández Grilo (Córdoba 1845-Madrid 1906), que falleció pocos meses después de haber sido nombrado académico de la Real Academia Española, para ocupar el sillón C, la enorme repercusión que tendrían unos versos suyos en Canarias, al ser parte de la letra de uno de los villancicos más tradicionales de las islas, al menos desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, el titulado ‘Lo Divino’, y en La Palma ‘Anunciar’. Fernández Grilo inicia ‘Las dos Nochebuenas’, un extenso poema, aparecido en 1880 (aunque estaba escrito desde muchos años antes), dedicado a su madre y dividido en dos partes, con versos tan sonoros en las Navidades isleñas como los de «Madre del alma, cese tu pena,/ calma tu angustia, por Dios no llores,/ que ya bendicen la Nochebuena/ los Reyes Magos y los pastores./ Bordan los valles blancos corderos,/ hay regocijo en las cabañas,/ y los tomillos y los romeros/ llenan de aromas nuestras montañas».
Luego, como señaló, en un extenso estudio de 2001, María Victoria Hernández Pérez, Cronista Oficial de Los Llanos de Aridane, «la cultura popular, las gentes y los años dieron forma a cientos de variantes de Lo Divino. Letras y sones que cruzaron el mar canario y se fueron adaptando y enriqueciendo en cada lugar gracias a dos hombres: el músico tinerfeño Fermín Cedrés Hernández y el poeta cordobés Antonio Fernández Grilo». Pero, lo sustancial es la trascendencia de ese momento del año que conocemos como la ‘Nochebuena’, punto central, mágico y misterioso, alegre y melancólico, de la Navidad, que es reflejo del estado del alma de cada cual. A la Nochebuena, ese el momento sugestivo de estas celebraciones tan entrañables, le han dedicado poemas y composiciones musicales literatos y artistas de todos los tiempos y lugares.
En Gran Canaria, a finales del siglo XVI, el célebre vate Bartolomé Cairasco de Figueroa componía versos para villancicos y, acompañado de su guitarra, les ponía música para que se pudieran cantar en los templos en Nochebuena y Navidad. Un siglo más tarde sería el gran músico y maestro de capilla de la Catedral de Canaria Diego Durón quién compondría villancicos, sustentados en motivos populares isleños y con títulos tan sugestivos como ‘El alcalde de Tejeda’ o ‘Los muchachos de Canaria’, alguno con versos de villancico marinero: «De La Palma a La Gomera/ van barquitos de vela/ holguémonos con el Niño/ y echemos aparte penas». Nochebuena a la que le han cantado poetas como Amado Nervo, que, a modo de celestial mensajero, proclamaba «Pastores y pastoras,/ abierto está el edén./ ¿No oís voces sonoras?/ Jesús nació en belén». La chilena Gabriela Mistral le daría a ESA Nochebuena un tono más cosmopolita e iniciaría su cantar de Nochebuena con los versos de «Vamos a buscar/ dónde nació el Niño:/ nació en todo el mundo,/ ciudades, caminos…/ Tal vez caminando/ lo hallemos dormido/ en la era más anta/ debajo del trigo…»
En la Nochebuena grancanaria resonaron en la Catedral las notas de la misa que para ella compuso en 1808 el maestro José Palomino, que fue siempre muy seguida, como luego haría el músico aragonés, que vino como director de la Orquesta Filarmónica, Bernardino Valle Chiniestra, con una ‘Misa Pastorella’, que se instituyó, entre 1880 y 1973, en santo y seña de la Nochebuena insular, o «las pastorelas y los motivos de cánticos populares isleños con que esmaltaba a aquellos el inolvidable organista maestro Santiago Tejera Ossavarry -autor de un gran villancico, titulado ‘No llores Infante’-, que parecía en esa mañana de Navidad como si se exaltara su inspiración…», como recordaba en la Navidad de 1953 el cronista Eduardo Benítez Inglott. Pero también la primera de las denominadas ‘misas canarias’, que fue la compuesta por el maestro Luis Prieto y grabada por Columbia en 1968, la ‘Misa Canaria’, que en Nochebuena resonó en tantas iglesias de Gran Canaria y sobre la que su autor señalaba que «Se titula canaria porque está construida sobre temas de melodías canarias comunes a todo el Archipiélago…», y que «se llama popular porque está tratada con vistas a la mayor facilidad de ejecución, con giros sencillos, en tesitura asequible a la masa, sin peligros de desafinación y con armonía simplísima para que su acompañamiento pueda hacerse incluso de oído y con instrumentos populares; es decir, buscando la mayor efectividad en su orientación para la más amplia difusión…».
Llegó la Nochebuena, uno de esos días un tanto extraños, se sabor agridulce, en los que la felicidad desbordada se conjuga con un cierto aire de melancólica tristeza, de recuerdos, de añoranzas. Es la noche de las familias, de las amistades profundas, de la solidaridad, del amor, de los sentimientos a flor de piel. Pero, en verdad, ¿ahora que entendemos de muchos de esos conceptos? ¿A que nos lleva el mundo y el devenir de la vida cotidiana actual? En Gran Canaria, como en todo el orbe cristiano, siglos atrás nuestros antepasados tenían el 24 de diciembre uno de los días de ayuno, si se quería comulgar en la Misa del gallo, aunque luego las mesas de los hogares se lucían con las viandas entonces acostumbradas en la isla, de las que aún perviven algunas. La ‘gallina rellena’, el ‘genovesado’, la carne de cabra compuesta, la ‘sopaingenio’, el ‘queso de almendra’, la ‘truchas de batata’, o de ‘cabello de ángel’, los ‘bollos de alma’, los ‘pasteles de carne’ o los ‘turrones de gofio y miel’, entre otras especialidades de la más neta raigambre isleña.
Hoy ya no rige obligación alguna del ayuno, aunque no estaría de más que cada cual se lo propusiera, al menos por unas horas o en alguna forma, bien moderando el desaforado consumo que nos invade en las costumbres navideñas actuales, o, sencillamente, siendo conscientes que ese ambiente de abundancia no es igual para toda la humanidad, y asumir que esta debe ser, ante todo, una fiesta de la solidaridad y el amor.
Esta Nochebuena la catedral, las parroquias, las plazas y las calles se volverán a llenar, a la media noche, como acontece desde hace siglos, de la bulla y el regocijo de la Navidad isleña. El 25 de diciembre muchos harán como sus antepasados, visitar los nacimientos, en una magnífica ruta que se ha recuperado a través de casi toda la isla, que tiene un punto culmen, en horas de la tarde-noche, en el Belén viviente de Veneguera; se comerá en familia y con los vecinos y, al igual que los grancanarios de épocas pasadas, muchos brindarán de nuevo con los vinos de la isla y, hoy, con la sabrosa sidra de Valleseco.
Tradiciones, costumbres, pero también innovaciones de muy diverso género y procedencia, que arropan a la Nochebuena grancanaria de un sabor y un estilo propio, un ambiente que se recuerda y se añora, que florece en el canto de Los Gofiones cada 23 de diciembre desde la Plaza de Santa Ana. Con sus cantos también, por los senderos, por los pinares y por las salinas, por los arenales y los roquedales, surgirán versillos ocasionales con hondo sabor a villancicos, y por toda la Gran Canaria, desde la costa a la cumbre, en la Nochebuena todo cantará con amor al Niño Dios Redentor. Feliz Navidad.
FUENTE: https://www.canarias7.es/opinion/firmas/juan-jose-laforet-nochebuena-20231224224325-nt.html