POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Fotograma a fotograma, cuando ya peina canas aunque rebose vitalidad, Karlos Rosagro hace balance de su paso por el mundo.
Bajo el título ‘Radiografía de un ser humano’ y con el patrocinio de la revista ‘Generación Fénix’, el autor ultima lo que denomina «una exposición de sentidos, los del espectador y los míos, dos caras de la misma moneda en un mismo carrete».
En la muestra, que tomará forma durante los próximos meses, propone «fotogramas cogidos al vuelo con la mirada, tras el objetivo de lo que denomina su «fusil personal e intransferible». El objetivo es seguir indagando en la psicología humana. Karlos se define como un «transgresor autoritario y autodidacta, equivocado o no, pero aprendiz de lo observado e imaginado, pero sobre todo lo intuido».
–Usted asegura apostar por el ser humano, ¿por qué?
-Por tres razones. La primera, porque cualquiera necesita saber que para ser alguien en esta vida, debe querer y ser querido; la segunda, porque alguien tiene que estar fuera de la mafia y hacer el trabajo limpio. Y la tercera, pues, como dice Silvio Rodríguez, el sueño se hace a mano y sin permiso.
–Y usted, ¿qué valores defiende?
-Esos mismos. Estoy ayudándome para ayudar, para que la gente de alrededor, cada vez menor en número y más cercana, por culpa de mi experiencia, aprenda a quedarse en este mundo. Y también a sonreírle a un trozo de vida. Eso es lo que tenemos: un trozo de pastel y poco tiempo para disfrutarlo.
–¿En qué cree?
-Creo en la verdad como moneda de cambio. Aunque, a veces, me cueste dinero practicarla. La rutina y lo mediocre son auténticos vampiros de nosotros y nos mastican partes sustanciales.
–¿Qué cosas le preocupan de lo que le rodea?
-El hambre, la avaricia, la indiferencia, la ignorancia, la violencia… Pero, sobre todo, me preocupa la lentitud que le provoca a mi cerebro: saber que existe eso antes me motivaba . El ser profesor del resto. Hoy, el resto que no me suma está fuera de mis objetivos. Estoy en una, digamos ‘adultez’ adulterada.
–¿De qué nos salva el amor?
-De ver ‘Sálvame’, ‘Gran Hermano’, ‘Supervivientes’… incluso los informativos. Yo pensaba que lo que las personas podían llegar a hacer tenía un límite. Ahora pienso que con los estímulos adecuados, se es capaz de cualquier cosa.
–¿El amor lo puede todo?
-El amor lo puede todo. Hizo renacer al Ave Fénix; a Hiroshima después de la depredación de unos enajenados; a Indonesia, después de un tsunami; a Europa, después de la barbarie de una mente inhumana.
–¿Del ser humano se aprende?
-Se puede. Lo mejor que he aprendido en esta vida es abrazar y besar. Amo la locura de estar cuerdo para lograr intuir lo que saco en mi fotografía. Llegar a ese punto donde no confundes la basura con la belleza. Llámeme loco, pero aún creo en el ser humano, en los semejantes a mí.
–¿A qué está dispuesto?
-No estoy dispuesto a morir sin haber vivido. Y en cada imagen de mi mente o fotograma estoy vivo. No estoy dispuesto a perder el tiempo.
–¿Qué le preocupa del ser humano, hoy?
-Le veo demasiado acomodado en la incomodidad. El ser humano solo necesita una cosa: salud para poder amar más y mejor. La amistad y el amor te cuidan hasta de ti mismo, sobre todo cuando hace frío. Me gusta lo incómodo, lo diferente se me hace placentero.
–¿Defina la vida en solo tres fotogramas?
-Sentir, vivir y amar. En todas mis fotografías conjugo los tres verbos. Con ellas solo quiero transmitir lo que capté, hacerlo presente y transformarlo en un cordón umbilical para la gente con receptividad.Me considero un niño de 50 años, con las ideas bastante claras en un barco de dos remos -duda y certeza-, que quiere seguir fotografiando la vida, a veces hasta con cámara.
Fuente: https://www.laverdad.es/murcia/cartagena/vida-trozo-pastel-20181007011307-ntvo.html