POR JOSÉ MARÍA SAN ROMÁN CUTANDA, CRONISTA OFICIAL DE LAYOS (TOLEDO).
Durante el mes de mayo, Toledo continúa con una de las tradiciones religiosas y seculares a un tiempo más queridas por todos los toledanos. Las romerías, símbolo de religiosidad popular y de regocijo cívico, son un lugar de encuentro en el que se exalta una parte especialísima del acervo cultural de nuestra ciudad, pues en la tradición romera también está el corazón de Toledo. Ser romero, en cierto sentido, es también ser peregrino. Quizá no con bastones, ni con largas rutas, ni con dificultades geográficas, pero sí con una idea preclara en la mente: el romero camina hacia un encuentro. Para unos, el encuentro es religioso, espiritual, sustanciándose ante una devoción concreta. Para otros, el encuentro es con su raigambre, con su historia, siendo este vínculo quizá el pilar común entre todos los romeros.
La tradición romera va mucho más allá de ser un camino o del significado de un determinado día en el calendario religioso. Tiene también un importante contenido familiar, incluso podríamos decir que intimista. Quizá, una de las cosas más bonitas de visitar cualquiera de las romerías toledanas sea el escuchar cómo la gente, sobre todo los más mayores, cuentan emocionados su vinculación a la fiesta. El olor de una tortilla de patata, el sonido de una campana en una mesa de quínolas o la oración devota ante una imagen son sensaciones que nos retrotraen a la infancia, a la familia, a los que ya no están. Recuerdos que, rememorados año a año, evocan el sabor popular más entrañable y más familiar, y que son muestra patente de que, siendo la misma fiesta, cada uno la vivimos de una manera completamente diferente. ¡Y he ahí la riqueza de la tradición!
Este pasado fin de semana, la Virgen de la Bastida ha vuelto a salir de su ermita por los Cigarrales toledanos. Su romería ha estado protagonizada, además de por su principal fundamento, que es la gran devoción de los toledanos, por la algarabía de una festividad que busca renovarse sin perder su esencia. Una nueva Junta Directiva, presidida por Rocío Linares, ha hecho suya la labor de custodiar este legado de tanta importancia para Toledo. Labor que confío que llevarán con la diligencia que exigen las asociaciones públicas de fieles por ser entidades de carácter religioso y que, por tanto, deben dar ejemplo de pulcritud en su gestión. No olvidemos que la de la Bastida es una de las cofradías más antiguas de la ciudad, que cuenta ya con documentación en el siglo XVI, aun a pesar de que tuviese un importante resurgimiento en el siglo XX.
Por mi parte, seguiré siendo romero, pues forma parte de mi tradición y de mis creencias. Y lo seguiré siendo, en la medida de mis fuerzas, ayudado por los versos de León Felipe:
Ser en la vida romero,/ romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,/sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero…, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo, /pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,/ligero, siempre ligero.