EN TIEMPOS DE EPIDEMIA, DEVOCIÓN A SAN NICASIO EN OCCIDENTE
May 06 2020

POR MANUEL PELÁEZ DEL ROSAL, CRONISTA OFICIAL DE PRIEGO DE CÓRDOBA

Numerosas poblaciones que fomentaron su devoción, extendidas por Francia, Bélgica, Holanda, Alemania y España les dedicaron ermitas, iglesias o santuarios, y por la protección dispensada a sus habitantes fueron nombrados en algunas de ellas Patrón, celebrando sus fiestas, honras y procesiones, en su caso, en las fechas que el santoral le tiene reconocidas. Para San Nicasio de Rouen, el 11 de octubre, y para San Nicasio de Reims, el 14 de diciembre. Destacan, entre éstas, en España, Gavá (Barcelona), Leganés (Madrid) y Priego de Córdoba.

San Nicasio de Reims, población francesa próxima a París, en la que murió martirizado a principios del siglo V de nuestra Era, fue decapitado a mano de los bárbaros invasores de la ciudad y a las puertas de ella. En su currículo figura haber salvado a esta ciudad de una terrorífica epidemia de peste, suceso que le dio fama y le consagró como protector ante o frente a ella.

Las históricas epidemias o pandemias de peste han sido uno de los males que más temor han generado durante siglos por su carácter incontrolable, por su misteriosa propagación, por su origen desconocido, y por los escasos remedios para su extirpación, curación o salvación. La figura de San Nicasio como santo y como patrón está asociada, por tanto, con la fragilidad de los mortales humanos, y con lo más inquietante y oscuro de la vida que es la enfermedad y la muerte, que es, en definitiva, la negación del ser.

La devoción de Priego a san Nicasio arranca de finales del siglo XV, aunque se le ha querido vincular infundadamente con la reconquista de la ciudad. Sabemos con seguridad que San Nicasio está presente en Priego gracias a la propagación de su culto en el antiguo Reino de Jaén, de cuya jurisdicción eclesiástica dependió esta villa como enclave importante de la abadía de Alcalá la Real hasta el siglo XIX. El culto a san Nicasio estuvo activo en un periodo muy extenso en Bailén, Úbeda, Baeza, Arjona, Torres, Pegalajar, Iznatoraf, Jaén y Martos.

Existe constancia histórica de la fundación de ermitas y cofradías con título de san Nicasio en todas esas poblaciones, como resultado de una irradiación hagiotopográfica que penetró de norte a sur desde el principado de Cataluña (Barcelona), reino de Navarra (Estella) y reino de Castilla (Toledo) hasta Andalucía.

La presencia del culto a san Nicasio en Priego no se conecta con la tesis bélico-conmemorativa, la supuesta incorporación a la Corona de Castilla en 1407, sino con la tesis profiláctico-salutífera. En la mayor parte de las poblaciones que tributaron culto a san Nicasio, el móvil o causa de la devoción está relacionada con episodios más o menos graves de epidemias de peste o de contagio, es decir, de enfermedades incurables, aterradoras, diezmadoras y exterminadoras sin claros motivos conocidos. Y por miedo o sospecha a ser pasto de la pestilencia, y de su vecina consecuencia, la muerte, se ha sentido la imperativa necesidad de impetrar la ayuda de uno de los santos protectores contra el contagio de mayor fama en el occidente cristiano, san Nicasio.

En el año 1487 hubo en Andalucía una epidemia de peste que causó muy graves estragos, tantos que al año siguiente la actividad bélica relacionada con la conquista del Reino de Granada fue muy escasa.

La gente aterrorizada huía por temor al contagio. El que quiera librarse de la peste, se decía, “salga luego, vaya lejos, vuelva tarde”. ¿Y a dónde huía la gente? Lógicamente a lugares no contagiados. Un montillano llamado Sancho de Aranda refiere que en el año 1488 cuando tenía ocho años de edad se encontraba “huido de la peste en la villa de Priego”, lugar no infectado por ella. A finales del siglo XV se erigió la ermita de San Nicasio en Priego, como ocurrió en otras villas y ciudades bajo la jaculatoria ora pro nobis. Y a partir de aquellas remotas fechas la devoción al santo iría en aumento por la existencia de una ermita que dedicada a su nombre sería erigida en su honor, como abogado, protector contra la peste.

Ya en el año 1509 una prieguense, Elvira Fernández, cuando hace testamento dice que “posee una casa enfrente de la puerta de Santo Nicasio”, a cuya ermita deja como legado dos maravedíes. Después se levantaría en los aledaños de la ermita, a mediados del siglo XVI, por iniciativa de San Juan de Ávila el Colegio de San Nicasio, primera institución docente para la educación y formación cristiana de la juventud prieguense. Más adelante en 1581, un alférez alhameño, integrado en los Tercios de Flandes, llamado Francisco Márquez, traería de Flandes y donaría las reliquias de San Nicasio que obtuvo en la villa de Maastricht como recompensa de las monjas del Nuevo Huerto por su defensa contra el ultraje de los que asediaban su convento. Y finalmente, en 1599 el cabildo municipal votaría a San Nicasio como Patrón y Protector de la villa, acordando hacerle función anual y procesión en su honor el día de su festividad, el 14 de diciembre.

En estos aciagos días en que la invasión de la peste nos atribula y acongoja, pedimos a San Nicasio que nos salvaguarde de este pérfido enemigo invisible y nos dé fuerzas, ánimos y esperanza para esquivar el sutil límite entre la vida y la muerte, y superarlo con la plegaria, la oración y la fe, sobre todo con la fe, que es el talismán más misterioso y supremo de la frágil naturaleza humana.

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Fuente: Revista Carta Local. Número 334. Abril de 2020. Páginas 50 y 51

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