POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA (ALICANTE).
El folclore de unos pueblos se nutre, muchas veces, del folclore de otros, mediante la importación y exportación como si se tratara de cualquier producto alimenticio. Y es que, cuando nos agrada, por ejemplo, la piña americana, no dejamos de comerla y, si podemos, la adaptamos a nuestro clima, como pasó con la patata.
El alimento espiritual de la música y la danza, también presentan ese fenómeno, dando al predominio de las sambas, los corridos mejicanos, la Lambada, el ‘Reggaeton’, el ‘Quadradinho’ y el ‘Surra de Bunda’, alternando con sevillanas, soleares y flamenquerías.
Los primeros veleros torrevejenses que hicieron la carrera a América tardaban hasta tres meses para llegar a Cuba, su cargamento estaba formado en la mayoría de las veces por toneladas de sal de Torrevieja y de la teja plana alicantina.
De aquellas largas travesías realizadas por veleros de Torrevieja me hablaba Gregorio Martínez, «el Anacleto», antiguo grumete-marinero enrolado en el bergantín-goleta «Clotilde», capitaneado por Eduardo Sala Saura, en una de sus travesías a trasatlánticas a Cuba. Recordaba Gregorio sus pesares en aquellos largos días sin tierra y; comentaba sin ninguna nostalgia posterior; que en cuanto pudo desembarcar, se dedicó a trabajar como pintor de brocha gorda, primero en Melilla y después en Torrevieja, sin olvidar su etapa marinera que rememoraba siempre cantando habaneras y construyendo modelos y miniaturas de los barcos de su época. Otro antiguo marinero nacido en Torrevieja a finales del siglo XIX, José Rodríguez Sala, alias «el Sandalio», explicó con detalle aquella vida en la mar.
“El gusto de verse tanto tiempo por el mar grande y profundo parece más bien de pena y amargura que de satisfacción; entraba y salía de guardia cada cuatro horas, oyendo el repique de la campana de popa cada dos horas, relevo de timón, recogida de palos todas las tardes desde las cuatro a las seis, limpieza, pintar, hacer cajeta y mojetes, hacer meollar, limpiar las luces de situación, compás y albergues; y siempre las mismas caras ante la vista. Una vida aburrida para los marineros, al pasarse los días sin ver tierra, ni aún barco, y siempre solos”.
Al llegar a los puertos caribeños, generalmente a La Habana, Manzanillo y Santiago, los trabajadores mulatos, hacían en el muelle en que estaban los barcos atracados la desestiba del barco. Los fletes ofrecidos en Santiago de Cuba eran generalmente de azúcar y cacao, mientras que en Manzanillo lo eran de madera de cedro y caoba, haciéndose la carga por medio de balsas de veinte o treinta piezas cada una y desde el costado del barco se iba enganchando y subiendo una a una a la bodega. Tenía Manzanillo un muelle de madera y una fábrica aserradora, donde los barcos hacían la aguada con barriles que con un bote se transportaban a bordo.
En aquellos lugares cubanos los marineros torrevejenses solían degustar la manzana de rosa, frutas con color y olor a flores pero sin gusto al paladar; la piña, el mango, la sandía y el coco; también se tomaba su jugo en refresco con hielo. Antes de zarpar de regreso a España, además de los víveres necesarios para el barco, los marineros solían comprar guayaba, realea, paquetes de cigarrillos «Henri Clay», junto con picadura de tabaco «Partagás» y «Competidora».
En los primeros años del siglo XX, salieron barcos de Torrevieja para América en distintos rumbos: el bergantín-goleta «Joven Pura», para Santiago de Cuba y Manzanillo; en bergantín-goleta «Joaquina», para Santacruz; la polacra-goleta «Hernán Cortes» para Manzanillo; el pailebote «Carmen Flores», para La Habana; el pailebote «Salinero», para Buenos Aires; y el pailebote «Parodi Hermanos», para Veracruz, al bergantín-goleta «Clotilde», a La Habana; y el bergantín-goleta «Viajero», a Manzanillo.
Manzanillo fue el puerto de más movimiento de barcos torrevejenses llegados a Cuba. También se llegaba desde las
costas levantinas a algunos puertos de Estados Unidos en os que cargaban madera barcos de Torrevieja; entre ellos lo fueron Nueva Orleans, Cayo Hueso, Miami, Florida y Boston.
Las habaneras solamente se cantaban y bailaban en las cantinas y lupanares cercanos a los cuarteles y a los puertos. Años más tarde, llegaron los “onestep”, “twosteps” y “foxtrops”, que hicieron olvidar las danzas habaneras desbancadas por la rumba, agitada, lasciva y primitiva. Pero aquellas coplas cadenciosas que cruzaron el Atlántico ya habían echado raíces en España, en Torrevieja a través de las compañías de zarzuelas los marineros que hacían la ruta de las Américas, sirviendo como tonadillas de serenatas y canciones de cuna.
Y llegamos a 1955, año del inicio de la andadura del Certamen de habaneras de Torrevieja. La ciudad estaba formada por casas de planta baja con fachadas mezcladas con colores blanco y ocre, era un lugar tranquilo que se miraba en el manso mar que le rodea y por cuyas aguas, en tiempos todavía más anteriores, habían navegado veloces barcos veleros, camino de las américas y como punto principal de aquellas, Cuba, la bella isla tropical a donde llegaron algunos de sus marineros con sus canciones que allí se transformaron, con el lánguido deje de las prietas criollas, en esas habaneras que todos conocemos y que se cantaban en las casitas junto al mar.
Los pocos torrevejenses que surcaron las aguas del Atlántico y otros muchos a los que les gustaba aquellas zarzuelas plagadas de picantes y socarronas habaneras, dejaron en sus descendientes de los años cincuenta del pasado siglo,
que todavía cosían las redes y embreaban velas para las barcazas que se mecían en la orilla del Mediterráneo, unas canciones que todavía hoy se cantan y hacen que todos los veranos se reúnan la población -desde hace setenta años- corales de los cinco continentes.
En el mes de marzo de 1955, se dieron noticias de que el I Certamen de Habaneras se internacionalizaría por la participación de varias naciones hispanoamericanas, según noticias que publicaron importantes rotativos de la América de habla española. La revolución castrista cubana y al régimen franquista en España no impidieron que, desde aquel verano de 1955, ininterrumpidamente hayan ondeado, la bandera cubana junto a la española en el recinto de celebración de los certámenes de habaneras, pese a los cambios políticos, allí y aquí, siempre fue así, aunque intentaran, en 1979, arriar ese símbolo del país antillano.
Fue un veinte de agosto, cuando alrededor de mil personas asistieron a un acto que se celebró en las Eras de la Sal. De los que allí acudieron, un diez por ciento eran de Torrevieja. Hubo discrepancias entre los asistentes en cuanto a una fotografía de Franco que figuraba en el escenario junto otra
de José Antonio. Hubo quien intentó arriar la bandera cubana que figuraba, como siempre lo había hecho desde 1955, simétricamente a la española, pero el delegado del recinto, Tomás Boj Andreu, se opuso rotundamente a que la bandera que representa al pueblo cubano fuese retirada.
Este hecho dio motivo para que fuese la noticia recogida en todos los medios de comunicación del país y hasta la conocida revista de humor ‘El Papus’, le dedicara varias páginas.
Este año 2024 se celebra el 70 Certamen Internacional de Habaneras y Polifonía, cerca de su puerto y su mar de donde en otras épocas salieron barcos veleros para Cuba y América, llevando en sus panzudas entrañas, tejas, ladrillos rojizos de Alicante y blanca sal, y trayendo de regreso a España maderas preciosas y especias, Cuba, fue meta de la mayoría de los viajes de estas naves
FUENTE: http://femp.femp.es/files/842-402-fichero/Carta%20Local%20n%C2%BA%20381,%20julio-agosto%202024.pdf