CRONISTA OFICIAL DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES (MADRID), SANTIAGO IZQUIERDO, ES EL AUTOR DEL LIBRO «EPISODIOS DE LA HISTORIA DE SANSE»
El hartazgo de unos vecinos de Alcobendas por el maltrato de sus señores feudales, los Arias Dávila, llevó a estos pioneros a instalarse en unos terrenos cercanos donde, en 1492, fundaron San Sebastián de los Reyes. Con la venia de los monarcas Isabel y Fernando arraigaron en estas tierras a las que se trajeron sus costumbres: los encierros y las corridas, que todavía son el centro de las fiestas que se celebran en honor al Cristo de los Remedios cada 28 de agosto. Más de cinco siglos y mil avatares después, la tradición de la conocida como la «Pamplona chica» no solo ha sobrevivido, sino que ha alcanzado fama mundial. Solo la Guerra Civil, un conflicto judicial en 1969 y ahora la pandemia del Covid-19 han impedido disfrutar de estos festejos declarados de Interés Turístico Nacional y Bien de Interés Cultural.
Las corridas de novillos, y por tanto los encierros, se organizaron en la localidad conforme se erigían nuevos hogares en «Sanse». Ya el 23 de marzo de 1525, apenas 33 años después de la fundación, una provisión del Emperador Carlos I de España y V de Alemania insta al Arzobispado de Toledo a devolver a los vecinos lo cobrado en sus fiestas, incluido lo referente a «correr toros». Este documento que conserva el archivo municipal es la primera prueba escrita que certifica que la tauromaquia ya tenía solera en San Sebastián de los Reyes.
«Solo en Pamplona y aquí se torea por la tarde a los mismos toros que corren el encierro por la mañana. Por esa fama y por la apuesta que hizo el Ayuntamiento para implicar a las peñas en las fiestas empezaron a venir muchos mozos de Pamplona a correr y de ahí viene el sobrenombre», cuenta a ABC el archivero emérito y Cronista oficial de San Sebastián de los Reyes, Santiago Izquierdo, que también es autor del libro «Episodios de la Historia de Sanse» (2017). Durante todo este tiempo, el recorrido y el horario han variado, el terreno y las medidas de seguridad han mejorado y se construyó la plaza de toros tras siglos celebrando la corrida en la plaza del Ayuntamiento. Pero lo que no ha cambiado es el mimo con el que tratan la fiesta. Tanto es así que una providencia de la Corona de Castilla de 1813 ya prohíbe a los vecinos y corredores lanzar objetos, cohetes y cualquier tipo de artilugios a las reses durante el encierro.
La primera situación que puso en entredicho la fiesta llegó de la mano de Fernando VII. Los vecinos temían en qué estado de ánimo estaba el monarca cada año, porque según si estaba feliz o hastiado permitía un tipo de encierro u otro.
«Que el rey estaba con buen talante, se podían celebrar corridas de novillos; que no estaba animado y tenía la gota, se hacían fiestas “descafeinadas”», narra el cronista, que tiene constancia de todas estas «contradicciones» del «Deseado», gracias a la documentación que se conserva en el Archivo Municipal. A modo de ejemplo, tal y como detalla en su libro, «en 1830 el Rey y su entorno deben estar más animados y tiene a bien conceder la gracia de que se corran los novillos con motivo de la festividad del Santísimo Cristo de los Remedios. La cosa se complica en 1831, se vuelve a las andadas, tan solo dan licencia para celebrar dos funciones de novillos, pero con la condición de que han de ser embolados y no debe haber ninguno de muerte ni enmaromado».
Ya en el siglo XX, hay certeza de que se celebran encierros de forma ininterrumpida, salvo el paréntesis de la Guerra Civil (1936-1939) y los líos judiciales con el concesionario de la plaza que impidieron su apertura en 1969. El Ayuntamiento intentó preparar un plan alternativo pero no lo logró y los jóvenes se «rebelaron» y se unieron a las fiestas de Cuéllar, en Segovia, que también son a finales de agosto. Uno de esos mozos que se enfrentó a las autoridades de Franco fue el propio Izquierdo. «Protestamos porque queríamos buscar una opción donde poder celebrar el encierro y me llevaron al cuartelillo porque decían que estaba revolucionando al personal», cuenta el cronista, que bromea sobre su pasado «rebelde».
«En 1970 los encierros se volvieron a correr pero acabaron en una plaza portátil porque la construida en 1961 seguía cerrada», relata a este diario el vicepresidente de la Asociación Cultural El Encierro, Luis Barbado, que recuerda que hasta la construcción del coso actual, las corridas se desarrollaban en la plaza del Ayuntamiento. «Entonces las gradas eran de madera y estaban apoyadas en la fachada de la iglesia. En 1953 hubo un percance y se construyeron otras de fábrica. En los bajos se pusieron algunos negocios hasta que se tiraron en 1972», explica.
Los 89.704 habitantes que en la actualidad viven en la localidad ven multiplicada la muchedumbre en sus calles durante la semana de las fiestas. Australianos y norteamericanos, además de mozos venidos de toda España suelen ser los más aficionados a correr el encierro, que cada año se ha perfeccionado. El recorrido actual, de 820 metros, data del año 2003, una vez que se construyeron nuevos corrales de suelta. Las condiciones topográficas del terreno son favorables en la mayor parte de la manga, lo que hace que la carrera discurra a una velocidad vertiginosa y arriesgada para los corredores. El año pasado, por primera vez en la historia, una mujer fue la encargada de lanzar el chupinazo que anuncia la salida de los morlacos de los corrales. Este 2020, con todo el disgusto de sus vecinos y de los aficionados, las calles de «Sanse» quedarán en silencio. Una quietud, esperan, que sea solo puntual.
Fuente: https://www.abc.es/ – Marta R. Domingo