POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Un nuevo foco de contagios covid-19 registrado en Seúl alrededor de una serie de clubes nocturnos de relaciones, llevó al alcalde de la capital surcoreana a ordenar el cierre por tiempo indefinido de todos los establecimientos de este tipo de la ciudad. Esto lleva a pensar en que una de las ‘fases de desconfinamiento’ o vuelta a la ‘nueva normalidad’ incluyan este tipo de establecimientos en los que hay una gran ‘aproximación social’.
Por estos linderos se dice que la palabra “chumino”, utilizada para referirse a cierta parte anatómica de la mujer, tiene su origen hacía los siglos XVIII y XIX en Torrevieja y en otras poblaciones costeras. Al arribar los barcos ingleses, las prostitutas recibían en el muelle a los tripulantes levantándose las faldas enseñando lo que había debajo. Cuando estas no lo hacían los marineros las alentaban en su lengua con la expresión “show me now” (enséñamelo ahora), que españolizado viene a decirse “chouminou”, y la gente que creyó que era como se denominaba a los genitales femeninos en inglés, pasando a llamarlo “chumino”.
Las ‘casas de tolerancia’, ‘casas de citas’ o de ‘alterne’ en Torrevieja como en otros lugares estaban regentados por una persona, con habitaciones privadas y mujeres que recibían a los clientes que pagaban unos servicios.
El contagio de enfermedades venéreas movió a médicos y políticos a proponer la reglamentación de este oficio, pese a que en la sociedad su tolerancia estaba admitida e incluso defendida como necesidad, aunque habiendo un rechazo a las practicantes de este comercio; importante era no poder confundir en ningún momento una ‘mujer pública’ o ‘mujer mala’ con una ‘mujer honrada’ y la ‘esposa madre’ confinada en los espacios domésticos y privados.
Las ordenanzas municipales de Torrevieja en el año 1895, prohibían ‘hospedar habitualmente’ en fondas, posadas o casas de huéspedes a ‘mujeres públicas’. Los artículos referidos al ejercicio de la prostitución no consentían que las putas causasen escándalos con palabras o ‘acciones ofensivas a la moral’ y a las ‘buenas costumbres’ en las calles, paseos u otros sitios públicos, provocando o incitando a los transeúntes.
Las ‘mujeres públicas’ que no tuvieran domicilio fijo estaban consideradas como vagabundas y, en su consecuencia, eran detenidas y enviadas, si no era de Torrevieja, por ‘tránsitos de justicia’ al pueblo de su naturaleza, y si era aquí sufría una pena correccional, correspondiente hoy con una pena no superior a la de prisión menor.
Las ventanas, balcones y puertas de las casas de prostitución debían de estar siempre cerradas por cortinas o persianas, de modo que no se pudiera ver el interior de las habitaciones desde la calle o desde las casas vecinas. Además, el Ayuntamiento dictó un reglamento especial, debiéndose permitir la inspección de la policía, determinando lo concerniente a la inscripción, cartillas, régimen higiénico y demás medios de vigilancia para estos establecimientos.
A comienzos de los años treinta del siglo XX, valiéndose del cierre del ‘Teatro-Circo Guerrero Mendoza’, en la hoy calle Ramón Gallud, fue transformado el aforo del edificio en el lujoso burdel, cafetería y cervecería titulado ‘Gran Peña’, dando servicio ‘veinte guapas y esculturales señoritas’ acompañadas con ‘atracciones de pista’ y ‘Super Tango’ y ‘Té Tango’ acompañadas con una orquestina y, aunque el 30 de junio de 1935, se prohibió la prostitución como medio lícito de vida, no se cerraron los prostíbulos o ‘casas de putas’. De 1939 a 1956, eran legales las ‘casas de tolerancia’, donde sí que tenían que ser las trabajadoras mayores de 23 años y pasar una revisión médica semanal.
En Torrevieja funcionaba la casa de ‘La Verdulera’, en el barrio del Calvario, y la casa de ‘La Candelaria’ que, como paradoja, estaba en el solar ocupado hoy día por el ‘Palacio de Justicia’. Entre otros, tenían como clientes a las tripulaciones de las embarcaciones ancladas en la bahía, que buscaban alcohol y diversión en estos lugares. Para llegar a estos establecimientos los marineros, generalmente extranjeros -‘chanes’-, muchas de las veces en estado de embriaguez, tenían que atravesar la población de noche, casi a oscuras para hallar al fin el paraíso el ‘establecimiento’ buscado. En ocasiones equivocadamente se adentraban en casas de familias torrevejenses, creando alarma y revuelo, y algunas veces teniendo que ser llevados a su embarcación sin sentido y en estado absoluto de embriaguez, y otras a los calabozos de la casa consistorial, hasta la llegada del capitán del buque y pagara la multa pertinente por alboroto.
En ocasiones las meretrices, guiadas por la encargada, iban hasta el muelle de ‘El Turbio’ para ser llevadas en jarbeta al vapor a ofrecer sus servicios, o a la consulta del médico, siendo reconocidas semanalmente para remediarlas de enfermedades de “venus” o expedirles el obligado carnet sanitario que les servía para hacerse publicidad: «Tengo el carnet con lo que estoy limpia». Era evidente que, pese a la vigilancia sobre la moral ciudadana, las autoridades procuraban cerrar los ojos.
En la Torrevieja de los años sesenta, causó gran revuelo el accidente de un taxi que, de madrugada, regresaba con sus ocupantes de una noche de ‘puti clubs’, embistiendo, en la calle Ramón Gallud, con el ‘carro de la mierda’ de Silverio que venía de vaciar un pozo negro. Se cayó uno de los bidones rompiendo el parabrisas del vehículo, vertiendo su fétido contenido en el interior del taxi. Todos sus ocupantes terminaron bañados en mierda, siendo trasladados al Hospital de Caridad. Allí el médico don José, temperamentado por su pérdida de sueño y, ante las quejas de uno de ellos al sentirse en la garganta restos de excrementos, le contestó en tono prescriptivo: ¡Vaya usted a hacer gárgaras! Certificando a continuación el ‘buen estado’ de todos.
Por esa época, comenzaron a abrirse establecimientos, bares de copas y clubes nocturnos. En el Torrejón: ‘El California’, ‘El Rodeo’, ‘La Piscina’; en La Mata ‘El Alba’; en la hoy avenida de las Cortes Valencianas, ‘El Pozo Dulce’; en la playa de Los Locos, el ‘Merendero Salaret’ con madame Alicia al frente; y ‘Star Club’, propiedad del marquesito de la Salaura; todos fuera de la población, excepto ‘Carol’, junto al Ayuntamiento.
Hoy, las ofertas de ‘servicios placenteros’ encuentras clientes en medios de comunicación y redes sociales, realizándose servicios y contactos a través de internet y la telefonía móvil. ¿Nueva normalidad? ¿Encuentros en la tercera fase?