POR SANTOS BENÍTEZ FLORIANO, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE CÁCERES.
En la calle Olmos, en la parte sur de la Ciudad Monumental de Cáceres, en la trasera del actual Parador de Turismo, nos encontramos con la Enfermería de San Antonio, actualmente regentada por la comunidad de clausura de las Monjas Jerónimas, habiendo perdido su primitiva función como hospital.
Recordemos que la Orden de San Jerónimo es una orden religiosa católica de clausura contemplativa que nació a mediados del siglo XIV. En 1590 las Monjas Jerónimas llegaron a Cáceres y fundaron el famoso Monasterio de Santa María de Jesús, en el lugar donde hoy está la Diputación Provincial de Cáceres. Este desapareció en el siglo XVIII marchándose las Monjas al Monasterio de Nuestra Señora de la Salud de Garrovillas.
En 1969 volvieron y se establecieron en el edificio que ocupaba el Hospital o Enfermería de San Antonio para la restauración de la casa.
El solar de la Enfermería fue cedido por el Concejo Cacereño en 1659 a la Orden Franciscana para que construyeran allí un hospital para los frailes enfermos que habitaban el Real Monasterio de San Francisco de Cáceres, edificado en una zona malsana y húmeda. Tenía una capacidad para treinta enfermos.
Fue sufragado por los nobles de la ciudad para atender a los frailes enfermos. Las estancias eran costeadas cada una de ellas por una familia noble haciéndose cargo de las medicinas y alimentos hasta que el religioso sanara. Encima de las puertas de entrada de las celdas colocaron azulejos talaveranos policromados con los escudos de armas de la familia que lo costeaba. Son de una gran belleza y valor heráldico. A estas familias las llamaban “alcobistas”. Siguiendo a Ramos Rubio y San Macario Sánchez: “En las celdas del piso bajo hay un escudo cuartelado de Ovando-Solís-Rol-Becerra; otro escudo cuartelado de Ovando-Solís-Cárdenas y Vargas; un tercer escudo cuartelado con las armas de Golfín-Del Águila-Carvajal y Portocarrero; otro escudo cuartelado de
Carvajal-Roco-Moscoso y Godoy; un escudo cuartelado de Becerra-Monroy-Saavedra-Pimentel y Menchaca; un sexto escudo cuartelado de Ovando-Solís-Zárate (por los Rol)-Aldana; un séptimo escudo cuartelado de Aponte-Ulloa-Zúñiga-Córdoba (marquesado de Torreorgaz; otro escudo partido de Cabrera, cortado de Vega y Del Barco y otro con el blasón de don Gabriel de Saavedra”.
Es un edificio barroco que se construyó en el siglo XVII sobre otras dos mansiones más antiguas de los linajes Pereros, Aldana, Porcallo, de la Cerda o Sotomayor-Prado. Su fachada es de mampostería, destacando su portada adintelada con molduras quebradas en los ángulos y encima una ventana rectangular rodeada de tres escudos, uno del rey Felipe V; otro de Cáceres, donde los cuarteles del castillo y del león están cambiados de lugar y el tercero de la Orden Franciscana. Además hay otros dos blasones, uno de ellos es acuartelado en cruz, con las armas de Cabrera, Aldana, Calderón y Del Barco; el otro de Sotomayor, partido de Bravo.
La fachada se remodeló en el siglo XVIII añadiéndole una ventana exquisitamente decorada muy propia del barroco. En el interior existe un precioso patio hacia el que daban las habitaciones de los enfermos y hoy dan las celdas de las monjas.
La capilla es de un solo tramo de nave cubierta de bóveda de cañón con lunetos y presbiterio rectangular; y la capilla mayor con cúpula semiesférica sobre pechinas.
En el presbiterio nos encontramos un retablo barroco de comienzos del siglo XVIII, de un cuerpo articulado de tres calles con columnas salomónicas.
La Enfermería sufrió la desamortización en el siglo XIX expulsando a los padres franciscanos de Cáceres, convirtiéndose en casa rectoral de la iglesia parroquial de San Mateo; años después en 1889 pasó a ser la Casa Residencia de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, que se dedicaban a la enseñan za con el nombre de “Colegio de Santa
Cecilia”; hasta que en el 1977, una vez restaurada la Enfermería, se asentó en ella la comunidad Jerónima de clausura, hasta el día de hoy, dedicada a la oración, contemplación, trabajo y silencio. Venden asimismo objetos de artesanía, preciosos bordados pero, sobre todo, sus afamados dulces ya que son expertas reposteras.
FUENTE: CRONISTA