POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Zamora es pura geografía cuyo eje es el río y en cuyo paisaje convertido en escenario se ha desarrollado a lo largo de más de tres mil años la más rica y variada historia que darse pueda. Y toda historia va siempre acompañada por esos retazos legendarios que la enriquecen y adornan siempre.
El pasado viernes quedó inaugurado oficialmente sobre la barandilla oeste del Puente de Piedra un recuerdo al santo obispo Atilano, obra del maestro de la forja Gregorio Fagúndez, ese noble continuador del arte del hierro que nos hace recordar a los Matías Prieto y Miguel Fernández Calles.
La obra es un recuerdo a ese capítulo mítico de la biografía del santo obispo Atilano, el anillo y el pez, de forja, levantados sobre una estructura metálica también histórica con restos de la barandilla primera del puente de Hierro. Esta iniciativa y este singular recuerdo merece toda consideración como presentación, pero dado que se conservan restos del puente, único de aquellos lejanos finales del siglo IX y principios del X, no cabe la menor duda de que su sitio idóneo sería la avenida del Nazareno. Así serviría de guía para recordar esos y otros episodios de aquellas lejanas épocas al tiempo que marcaría junto a los citados restos la línea o el borde de la erosión regresiva, fenómeno que amenazaría al actual si el Duero no hubiera perdido su vía libre hasta el océano.
La azuda de Olivares ha defendido en los últimos cuatro siglos la seguridad de nuestro monumento, que sin duda bien merece ese título de Bien de Interés Cultural, a pesar de haber perdido a lo largo de todos sus avatares históricos sus atributos hoy tan añorados. Pero con todo, y puesto que la margen izquierda está en marcha, por lo menos en el lugar del emplazamiento de la torre un Peromato y una Gobierna no desmerecerían nada, ya que devolverle sus desaparecidos atributos de torre y puerta es prácticamente imposible.
Y nos queda en la margen izquierda la citada avenida del Nazareno, auténtico escenario del conjunto del paisaje, clave de la ciudad y esas catorce estaciones de la Vía Sacra. Si cada cofradía, en vez de esos centros tan criticados en ciertos aspectos, se hubiera dedicado a levantar el grupo escultórico correspondiente, el conjunto constituiría uno de los paisajes urbanos más atractivos e interesantes de toda España. Nos conformaremos con cuidar el río y dar la enhorabuena a quien corresponda al tiempo que felicitamos cordialmente y con todo afecto al señor Goyo.
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