POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
Por caminos de Herradura
Algunos de estos “enseñantes” recorrieron por duros caminos, las cortijadas de todo el término, en donde no había llegado la enseñanza oficial. Las dificultades de alojamiento y los lugares destinados a estas labores aumentaron su estela de sacrificio y entrega. D. Manuel Medina en su libro “La conquista de la vida” refleja las vicisitudes de estas escuelas, la del maestro Matías.
El maestro Amador Sánchez
Dominaba perfectamente la aritmética. Tuvo la escuela en la calle Isabel I, generalmente atendía a los alumnos en clases nocturnas.
Durante algún tiempo residió en el Cortijo El Batán, recibiendo alumnos de toda la zona de Jesús del Monte. Después, en los años 50, marchó a San Feliu de Guixols, donde murió.
Francisco López Rubio
Ejerció su labor en la zona de Chincoya entre los años 1932 a 1936. Vivió en el cortijo del Coronel Nula y hacía el recorrido por todos estos parajes y cortijos hasta la Venta Ortega.
Enseñaba a leer, escribir y las cuatro reglas. El cobro a los alumnos lo realizaba en dinero o en productos de las huertas, huevos, matanza… Iba andando a las diversas cortijadas, acompañado de su hijo. En la época de la recolección de aceituna, daba vacaciones, ya que él participaba activamente en la recogida.
Un diario interesante escrito por Francisco, relata diversos acontecimientos sucedidos en Villanueva desde el inicio del siglo XX hasta los momentos de su muerte.
El maestro Antonio Martínez Martínez
Nació en 1919 y murió en 1996. Ejerció como maestro desde los años 40 a 50
La zona que más visitó fue la Cañada de la Madera. Cuando estaba soltero comía cada día en la casa de un alumno diferente. Después se casó y vivió en la Cañada, en el Cortijo “Dos Reales”. Tenía abierta la escuela todo el año, menos la temporada de aceituna.
Cambió en varias ocasiones el lugar de la enseñanza: Cortijo de “José El Potente”, “La Molineta”, “Fuencaliente”, “Bardazoso” y en sus últimos años en el Camino Viejo, en el patio de su casa.
José Pérez, que cuenta entre sus virtudes una magnífica memoria para recordar todo sobre la Cañada del ayer nos contaba: “Recuerdo que la primera vez que asistí a la escuela fue en la Cañada de la Madera, con el maestro Antonio Martínez Martínez. Natural de Beas de Segura, se casó con Isabel Martínez, hija de Ramón “El Valenciano”.
Tenía yo cuatro años, era el alumno más pequeño de cuantos asistíamos, que éramos unos cuarenta. La escuela estaba compuesta por una cocina y una habitación; la cocina disponía de un fogón, que se encendía para calentarnos los días que hacía frío.
El mobiliario que teníamos era un tablón largo que nos servía de pupitre, y el asiento cada alumno llevaba una silla de su casa. El material era diverso, los pequeños las cartillas, El Rayas y el 1º Manuscrito; otros la Enciclopedia, Guía del Artesano y Lecturas de Oro. Para escribir las libretas de palotes, la de dos rayas cuando estábamos más iniciados en la escritura y de una raya cuando hacíamos dictados.
La tinta la hacíamos en los mismos tinteros con una pastilla y agua, algunos compraban la tinta ya hecha en su tintero. La pluma era de las llamadas de moco de pavo y el mango de madera, con una ranura en la punta donde encajaba la pluma. El maestro era bastante bueno. Teníamos por costumbre cada día llevarle la comida un alumno y una cuota al final de mes, que serían unas cinco pesetas. Algunos de los alumnos y compañeros, Ángel García, Tomás Beteta, los Nogueras… Teníamos clase por la mañana y por la tarde, generalmente en verano, ya que en invierno no había alumnos porque teníamos que ayudar a nuestros padres en la recolección de aceituna.
Enseñaba las cuatro reglas. El número de alumnos era fluctuante entre 10 y 15 niños.
Era algo rubio, corpulento, ni serio ni risueño. Cuando un alumno necesitaba un castigo se lo daba. Consistían los castigos en quedarse sin comer, o arrodillar a los alumnos, con garbanzos o chinas en el suelo. El horario era de 9 a 1 y de 3 a 7. En el recreo los alumnos salíamos al campo para jugar.
Se retiró para dedicarse a la agricultura, ejerciendo distintas actividades: regentó una taberna, barbero, practicante… En esta escuela estuvimos hasta el año 1954, después se trasladó a la Herrera, donde tenía su vivienda y aquí terminó su vida como maestro rural, ya que se marchó a Molina de Segura, donde murió”.
Antonio a la edad de 26 años, con una excelente letra realizó un escrito al Alcalde de Villanueva:” Tiene e honor de dirigirse a este Excmo. Ayuntamiento en nombre de Dios y de todos los vecinos de la Cañada de la Madera, solicitando algunos auxilios y beneficios para la escuela particular de esta Cañada de la que es maestro el solicitante. No dudan en conseguir su ayuda todos los padres de este distrito que adheridos a Vd. desean le ayude Dios a seguir su obra con dignidad” La fecha del escrito pudo ser en el año 1945.
El listado que realiza de los alumnos asistentes a la escuela es: Esteban Arroyo Román. Francisco Pérez Martínez, Sebastián, Alfonso y Francisco Méndez Pérez, José Beteta Piernas, José Ramón y José Antonio Mora Román, Ángel y Francisco García Martínez, Andrés Romero García, José Galera Gallego, Pedro Villarreal Valle, Juan Ruiz Martínez, José Gómez González, Juan Torres Juárez, Ramón Sánchez Asensio, Juan Carrillo Sánchez, José Martínez Marín, Antonio Gallego Yeste, J. Francisco Martínez, Manuel Román Ruiz, Ignacio Fuentes González, Juan y Pedro Marín Lara, Amando Lara Nogueras, Juan Peinado, Pedro Martínez Ríos, Cecilia Mora Román, María y Francisca Beteta González, Carmen y Soledad Galera Peña, Isabel Galera Gallego, y Juana Carrillo Sánchez.
El maestro Matías Yeste López
Por el año 47 daba clase en el cortijo de “Manuel Lomas” en el Asperón.
En su enseñanza trashumante recorrió la carretera del Tranco, por la zona de Chincoya y el cortijo Nolo. En el lugar donde daba las clases tenían que darle la manutención. Castigaba encerrando a los alumnos en un pajar, o poniendo garbanzos en el suelo e hincando al alumno de rodillas.
Aprendían los niños la tabla de multiplicar cantada, leían en la cartilla y Catón. Fueron numerosos sus alumnos, José y Ana de los Lomas, también es evocado en sus recuerdos por Manuel, Miguel y Juan Isaac Medina, Tere y Tomás, Juan el panadero, hijos de Rosario, Luis…
Juan Isaac Medina que asistió durante varios años a la escuela que tuvo el maestro Matías, junto al Puente la Gorda, Cortijo del Carbonero y El Asperón. Recibió enseñanza de cuentas, lectura, la Enciclopedia Álvarez de 2º y 3º Grado. El horario era por la mañana de 10 a 1. Pagaban unas cinco pesetas diarias. Describe a este hombre como algo grueso, no muy alto, pero recio y varonil.
Incide en el tema de los castigos de aquel momento: garbanzos en las rodillas, libros en las manos, recuerda cuando una serpiente cayó del tejado sobre un alumno castigado. Entre los castigos utilizados por el maestro uno era que un carnero topase en el trasero a los alumnos, que el maestro sujetaba entre las piernas.
En su mirada atrás no hay indicios de rencor por el sistema empleado. Recuerda a unos 20 alumnos que asistían a esta escuela y cómo el maestro iba recogiéndolos a su paso por los distintos cortijos hasta llegar al Puente de la Gorda.
En los recuerdos de José Pérez, seguimos la trayectoria de este maestro:
“En el año 1956 llegó otro buen profesor que puso la escuela en el sitio llamado, propiedad de la Vélez. Las clases las daba por la tarde, ya que por la mañana lo hacía en el lugar llamado “El Asperón” El maestro Matías Yeste López, tenía 43 años y era natural de Villanueva, donde vivía en la Cuesta de las Fuentecillas. Después trasladó la escuela a la Fuencaliente y Puente de la Gorda;
más tarde a La Molineta y el Puntal. Se trasladó a Valencia, trabajando en Información y Turismo, muriendo mediados los años noventa.
Tomás Medina, con 70 años, nos recuerda las 49 provincias aprendidas en orden alfabético, todos los ríos de España, montes… que aprendió cuando iba a esta escuela con 9 años.
Nos recita un poema sobre las ventas situadas a orilla del Guadalquivir:
Tres ventas hay en el río
que no las puedo olvidar:
En la Venta de Melquíades,
que venden un vino especial;
Voy a casa del Peón
-no te quiero decir ná-
En la venta la Tía Pascuala
allí pierdes el paladar,
¡Qué Barbaridad!
Lo que más me desagrada
que lo bautizan de más.
Otro maestro Eloy García González
Nació en Villanueva en el año 1890. Dio clases particulares en la calle El Molino hasta el año 1927, en que empieza a trabajar en San Miguel como encargado.
Entre sus alumnos se encontraban Aurelio, el sastre, Sebastián Fuentes, David Mureña, Alfonso Garrido, Sebastián Vega… Andrés Quesada, escribió: “La primera escuela a la que fui, era conocida como de “Ramoncico”, y estaba situada en la antigua calle de El Molino. Este hombre impartía las clases en el portal de su casa, llevando cada uno nuestra silla”.
Tuvo fama de tener gran facilidad para la enseñanza de las Matemáticas. Trabajando en San Miguel colaboraba y ayudaba en esta materia al contable Manuel Alba.
FUENTE: M.L.F.