POR JOSÉ ANTONIO AGÚNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES
Disculpen, estoy leyendo. Para nadie pasa inadvertido que hoy se celebra el Día Mundial del Libro pero que en su denominación suele olvidarse “y del Derecho de Autor”, que es como realmente se titula la celebración. Porque lo del Derecho de Autor no debe ser ninguna coletilla, más bien al contrario, pues lo uno (el propósito de promover la lectura, el libro y toda clase de publicaciones) debe ir a la par y es consecuencia de lo otro (la protección de la propiedad intelectual y los derechos de autor de quienes los escriben).
Durante mi etapa de director general siempre incluía en mi discurso de este día la historia de aquella sibila de Cumas -que pintara Miguel Ángel en la Sixtina- y que ofreció a un rey romano los nueve libros proféticos por un alto precio. El rey, Tarquinio el Soberbio -creo que era-, se negó a pagarlo creyendo que la sibila los abarataría, pero lo que ésta hizo fue arrojar tres al fuego y ofrecerle los seis restantes por el precio inicial.
Tarquinio continuó en sus trece y se negó de nuevo y la sibila hizo lo mismo, arrojó otros tres al fuego y ofreció los tres últimos por la cantidad que pidió al principio. El rey, alarmado y para que no desaparecieran todos, aceptó finalmente pagar lo que la sibila había pedido al principio. La sibila, pues, se rebeló para evitar una apropiación indebida con el consiguiente menoscabo e infravaloración de los derechos morales y patrimoniales del autor sobre su propia obra.
Os diré también que los romanos apreciaron mucho aquellos libros sibilinos y proféticos y los guardaron en el templo de Júpiter, siendo consultados en situaciones especiales de crisis. Extraemos de aquí dos lecciones: una, que debemos reconocer los derechos de propiedad intelectual de los autores y pagarles con justicia, y dos, que la sabiduría que se encierra en los libros es capaz de ayudarnos a resolver cualquier situación, solo es necesario descubrirla.