ENTERRAR DE NUEVO EN LAS IGLESIAS
Nov 04 2019

POR JOSÉ DIONISIO COLINAS LOBATO, CRONISTA OFICIAL DE LA BAÑEZA (LEÓN)

La prohibición de enterrar en las iglesias se empieza a hacer a partir de la Real Cédula promulgada por el rey Carlos III del año 1787, aunque, a pesar de ella, el depositar los cadáveres dentro de los templos siguió prolongándose en muchos lugares hasta comienzos del siglo XIX.

Los motivos para dejar de hacerse fueron, por un lado, parte de aquella desamortización y ley política con la que ya no se hacían esas donaciones a la Iglesia. Por otro estaba ese motivo higiénico de los templos, donde, llegado el tiempo de calor, a veces acumulaban ciertos olores nauseabundos por el desprendimiento de gases de la descomposición de los cadáveres, lo que hacía que las propias parroquias aumentasen los gastos por consumo de incienso para tapar el mal olor y por el temor de epidemias y pestes.

En La Bañeza, el comienzo a enterrar fuera de las iglesias lo encontramos en ese recinto que los clérigos de la Cofradía de Nuestra Señora de Piedad, sita en la Parroquia del Señor San Salvador (Sancti Salvatoris), que acuerdan hacia 1455 no depositar más cuerpos dentro del templo, sobre todo de aquellos viandantes que a sus puertas en estado de muerte llegaban; así como aquellos feligreses de los barrios de Olleros, Bueyes y Labradores que a esta parroquia pertenecían, para lo que construyeron un espacio en la parte trasera del templo, hoy casa parroquial.

Es en 1519 cuando la Cofradía de Sacerdotes decide bajar y establecer su ermita, casa y cabildo en el barrio de San Miguel (hoy plaza de Fray Diego Alonso), junto a la vieja de muralla de tapial y canto rodado en su base, cerca de la puerta de entrada –puerta del Relox– en el nuevo burgo que en torno a la edificación de la Iglesia de la Plaza se estaba formando; harán, junto a la huerta en la parte trasera de la ermita, un cementerio para atender aquellas necesidades de enterramiento que se producían.

Sin embargo, vemos que, dentro del nuevo templo de Santa María de la Plaza, se empiezan a depositar cuerpos y cadáveres de familias de riqueza y abolengo de la Ciudad: Mansillas, Quiñones, Núñez, Ferreras, Traviesos, Valencia, Cantoral, etc., que, a cambio de sus donaciones y compras, empiezan a adquirir en propiedad o alquilar trozos de suelo en capillas y espacios de la nave, depositando en ella a los fallecidos de esas nobles familias de la villa bañezana.

(Puede leer el artículo completo en nuestra edición impresa)

Fuente: http://adelantobanezano.com/?p=69190

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