POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Al parecer todos los años por estas fechas da la sensación que siempre ocurre lo mismo. Pero, realmente no es así, pues apenas si encontramos membrillos y jínjoles. De igual manera que “las huelgas”, como siempre nos han llamado los torrevejenses a los veraneantes, ya no son tales, pues con eso de la segunda vivienda el veraneo se prolonga. Así mismo, de niño y adolescentes sabíamos que el año académico empezaba más tarde, y ahora vemos a nuestros nietos cargados de mochila casi en los primeros días. Aunque, sus padres estén, probablemente, añorando ese “cuando llegue septiembre”. Por cierto, título de aquella película americana de 1961, llena de enredos interpretada por Rock Hudson y la despampanante Gina Lollobrigida; o de la canción que interpretaban los Rocking Boys o Manolo Tena.
Pero, también agosto ya no es lo mismo para los oriolanos, pues el centro para aquellos que no se desplazaban a las playas o al campo a pasar el estío, todo el aliciente estaba en la Feria que, en 1916, ocupó los días del 15 al 23. En opinión de los periódicos locales “Ciudadanía”, “El Conquistador”, “La Vega”, los festejos programados fueron del agrado de los vecinos, a pesar de que el primero de éstos periódicos indicaba que iba en decadencia, definiendo la misma de la siguiente forma: “van perdiendo lánguidamente vida como el árbol, cuya raíz atacada por microorganismos, no recoge del suelo principios fertilizantes que sirvan para su nutrición”. Achacaba todo ello a que, tal vez, no tenía razón de ser la celebración de una feria debido a la pujanza del comercio, así como que las fiestas de Elche y Callosa de Segura restaba la presencia de visitantes. Pero, la crítica constructiva aportaba soluciones y se apuntaba la posibilidad de acercar su celebración a la festividad de Nuestra Señora de Monserrate. A pesar de todo ello, se felicitaba al alcalde Francisco Román Miralles y a los miembros de la Comisión, por haber llevado a buen puerto la Feria ese año, casi sin fondos. Se aplaudía la celebración de bailes populares, que los calificaba como “la alegría de la huerta”; la cabalgata con sus farolillos, bengalas y cornetas, y la retreta. Sin embargo, “El Conquistador” pedía que se suprimiera para otra ocasión la carrera de burros, diciendo: “¿verdad, señores que esto es ridículo y… hasta alusivo?”.
Una de las actividades más valorada fue el concurso de decoración de escaparates, cuyo premio lo obtuvo el establecimiento “La Puerta del Sol”, de Emilio Salar. En dicho escaparate se representaba una marina con ricas telas, en cuyo centro aparecía un león confeccionado con pieles negras, realzado con tapices fabricados Ratamoso de Tarancón (Cuenca). Así mismo, se alabó el castillo de fuegos artificiales disparado por el pirotécnico Cánovas en la calle Arzobispo Loazes.
Tras estos días de Feria, las familias comenzaban a arribar a Orihuela, con los ojos puestos en la próxima novena de la Patrona. Mientras, se daba la noticia de la llegada procedente de Sevilla de una señorita dedicada a la confección y reforma de sombreros femeninos, y los huertanos se lamentaban que el agua de gracia concedida para la limpieza del cauce del río, apenas llegó, debido a que los agricultores de aguas arriba la habían aprovechado para regar sus cultivos. Pero, no todo era malo, pues el pimiento, que en sus primeros meses había sido castigado por algunas enfermedades, en esos momentos alcanzaba el precio de 48 reales la arroba. Algo parecido, ocurrió con el cáñamo, cuya cosecha fue abundante, alcanzándose los 200.000 quintales, con precios que oscilaban entre 70 y 75 pesetas el quintal.
El 31 de agosto, el obispo Ramón Plaza y Blanco bendecía las nuevas escuelas graduadas que se instalaron en la casa de Portillo, en la calle de la Feria, que era el mismo edificio en el que se encontraba el Círculo Jaimista. Dichas escuelas estaban dirigidas por los maestros Jaime Soriano y Rufino Noales, auxiliados por varios franciscanos del Convento de Santa Ana.
En el aspecto cultural, el 26 de agosto se tenía noticia del fallo del jurado días antes, de los premios de los Juegos Florales en honor de Miguel de Cervantes, con motivo del tercer centenario de su muerte, organizado por la Juventud Maurista Local. Dicho jurado estaba presidido por el deán y provisor del Obispado, Agustín Cavero Casañes, e integrado por: Manuel Ferris, Vicente García Guillén, Rufino Gea, José Mª Senén y Manuel Carrió. Se presentaron 59 trabajos, de los que 28 optaron a la flor natural, que fue conseguida por el maestro nacional Enrique Soriano, por su poema “Canto a la Paz”.
En este certamen poético, a la hora de la donación de premios, se volcó toda la ciudad. Tal como lo hicieron los obispos de Orihuela y Tortosa, Trinitario Ruiz Valarino, Federico Linares, Francisco Ballesteros Meseguer, Antonio Martínez Torrejón y José Germán. Por otro lado, se sumaron las siguientes instituciones: Ayuntamiento de Orihuela, Colegio de Abogados, Cámara de Comercio e Industria, Caja de Ahorros y Socorros de Nuestra Señora de Monserrate y Casino Orcelitano. Se enunciaba, que dicho certamen se celebraría el día primero de octubre, en el Teatro Circo.
Los niños y los jóvenes incorporados en los Exploradores de España, durante estos meses mantuvieron sus actividades, al frente de sus instructores, y todas las semanas se reunían en la Plaza del Obispo, destacando los grupos obrero-topográfico, y el ciclista, a cuyos miembros se les recordaba que acudieran con sus respectivas bicicletas.
Hace cien años de todo esto, y como hemos podido comprobar, no todo sigue igual. No hay Feria de Agosto, nos hemos acordado poco del centenario de Cervantes, las señoras no llevan sombrero, los Exploradores de España no existen y todo el mundo se ha dedicado a buscar al aburrido “pokémon” raro, escondido por el cauce del Segura junto a algunos patos que aparecen de vez en cuando.
Fuente: http://www.laverdad.es/