POR JOSÉ LUIS GÓMEZ BARCELÓ, CRONISTA OFICIAL DE CEUTA.
Entre Ceuta, Córdoba y Sevilla: Manuel Abad
Siempre ha habido un puntito gitano en los Abad. Eso decía Pepe para explicar las supersticiones y la creencia en la buena suerte, la mala y los gafes… ¡Qué caballa es eso de los gafes…!
Digo lo del puntito porque ayer, cuando el espíritu de Manolo Abad estaba ya mirando el Estrecho desde fuera, sus hijos y nietos recordaban que precisamente el 11 de noviembre cumplía años Pepe, su hermano, y había venido a recogerlo. Y es que ellos nunca pudieron estar mucho tiempo separados.
Manolo tenía 83 años muy vividos, y una frescura de pensamiento que solo tiene el creador que sabe ir de la belleza a la provocación. Creo que esas sensaciones y su excesivo perfeccionismo fueron responsables de la reducción de su obra a unos cuantos libros, no muchos artículos de investigación, pero sí innumerables tribunas en la prensa que eran capaces de despertar una sonrisa o un exabrupto con la misma facilidad. Siempre había que leer entrelíneas, buscar el mensaje escondido para el lector.
Licenciado en Filosofía y Letras, catedrático de la Universidad de Córdoba y Director Provincial de Educación en Ceuta, era reclamado como asesor y colaborador en proyectos que necesitaban de su chispa, como por ejemplo en la Junta de Andalucía o en la Universidad Internacional de Andalucía, y aquí en Ceuta en el Instituto de Estudios Ceutíes o en la Fundación Premio Convivencia.
Coleccionista apasionado de muebles, que restauraba con su mujer Teresa de los Santos, y también de obras de arte, particularmente de su hermano Pepe; recuperador de libros y documentos, su papel, junto a su hermano, fue providencial para que los fondos de las antiguas bibliotecas de los Institutos de Bachillerato de Bachillerato, los fondos de la Dante Alighieri y la biblioteca Popular pasaran a la Biblioteca Municipal de la Avenida de África, con la que comenzó la gestación de la gran estructura bibliotecaria que ahora tiene nuestra ciudad.
Sufrió mucho con el incendio de su casa en la calle Tomás de Ibarra de Sevilla, en la que perdió piezas muy valiosas, pero la vida siguió adelante hasta hoy.