ENTRE MAZAS Y TERCIOPELO • LOS MACEROS DEL CABILDO ACOMPAÑAN A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD EN LA PROCESIÓN DEL VIERNES SANTO
Abr 11 2017

EL ROPAJE, SEGÚN ESCRIBE EN 2012 PARA LAS FIESTAS DEL PINO EL CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, JUAN JOSÉ LAFORET, «SON PROPIOS DEL ANTIGUO REINO DE CASTILLA»

Francisco Santana y Noelia Melián, ayer, en el salón de plenos del Cabildo de Gran Canaria. / ANDRÉS CRUZ
Francisco Santana y Noelia Melián, ayer, en el salón de plenos del Cabildo de Gran Canaria. / ANDRÉS CRUZ

El próximo viernes, durante la procesión que recuerda la muerte de Jesucristo, los maceros del Cabildo de Gran Canaria volverán a desfilar tras la Virgen de la Soledad, seguidos por la corporación. Una tradición que se remonta siglos atrás y que ha conseguido vencer al paso del tiempo.

Existe un día en la Semana Santa de Las Palmas de Gran Canaria en la que las agujas del reloj caminan en sentido contrario y el pasado se hace presente en lo que dura el recorrido de una procesión. Y es que hay tradiciones que han sobrevivido al paso del tiempo y basta solo con estar atentos al paso de la Virgen de la Soledad el Viernes Santo para darse de bruces con ellas en algo tan sencillo como una indumentaria, la que llevan los maceros. Aquellos hombres y, desde hace cinco años en la Isla, también mujeres que, como si del medievo hubiesen salido, acompañan el séquito entre ropajes del más fino terciopelo, ribeteado puntilloso y bordados en hilos de oro y plata. Todo ello maza en mano, el elemento que da nombre a una profesión que se remonta siglos atrás y con la que antaño fue un arma defensiva y posteriormente insignia de poder.

«Se trata de un funcionario español que encabeza las comitivas municipales o de otras corporaciones, como en este caso es el Cabildo», explica Francisco Santana Santana, coordinador de los maceros del Ejecutivo insular que no solo escoltan a la patrona de la corporación en el día en que se recuerda la muerte de Jesucristo. La procesión de Nuestra Señora del Pino, la toma de posesión de los nuevos gobiernos, así como todo lo que protocolariamente que requiera de su presencia como puede ser la visita de un jefe de Estado, son algunos de los actos en los que este grupo participa actualmente. Y dependiendo de cada uno de ellos, la ropa y más concretamente su color, variará acorde a la situación.

Azul o negro

El ropaje, según escribe en 2012 para las Fiestas del Pino el cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Laforet, «son propios del antiguo Reino de Castilla». Normalmente, los maceros del Cabildo de Gran Canaria visten de gala con bonete (gorro) de terciopelo adornado con penachos (plumas), blusa, medias y guantes blancos, pantalones con encaje y gramalla (capa) también de terciopelo bordada con el escudo primigenio de la institución en hilo de oro. Todo ello en un tono azul fuerte que se torna en un riguroso negro el Viernes Santo en señal de luto. «Lo único que tiene que llevar cada uno es el calzado negro», cuenta Santana Santana. Y es que el grupo insular no es fijo.

La agrupación que coordina Francisco Santana se formó en las primeras décadas del siglo pasado. «No hay ninguna fecha de comienzo documentada del inicio, pero creemos que fue antes de 1946». En cualquier caso, desde entonces distintos trabajadores han ido cogiendo el relevo de una actividad que originalmente se reservaba para porteros, conserjes o bedeles. Santana lo hizo en el año 2000, cuando siendo subalterno se inscribió por curiosidad en una circular interna y un compañero le pidió que le sustituyera en uno de los actos. «Y ahí me dejó», relata divertido quien dos años después pasó a organizar a los maceros que siempre han sido cuatro y, tradicionalmente, varones. Un hecho que se rompió en 2012 con la llegada de Noelia Melián Rodríguez, la conserje que se convirtió en la primera mujer de la Isla en coger la maza de plata que ronda los ocho kilos y que permanece estática en ceremonias y va sobre el hombro en procesiones. Lo hizo para dar una sorpresa a sus hijas Celia y Ángela durante la procesión de la Virgen del Pino en Teror, donde residen. Y desde entonces ha seguido repitiendo.

«Pero no siempre somos los mismos, cuando uno de nosotros no puede se busca un sustituto que debe ser más o menos de la misma altura». Eso sí, el equipo ahora es completamente mixto, ya que a Melián se le han unido otras compañeras en la labor que contempla una gratificación pequeña en cuanto a lo económico, pero enorme en lo que a la aceptación popular se refiere. «Estar de pie tantas horas es duro, pero a la gente le encanta vernos».

Fuente: http://www.laprovincia.es/

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