POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
El sol flagela la tarde. En otros tiempos, en aquellos años que se fueron, las esquinas veían las carteleras del cine, marketing publicitario del momento, que se proyectaban en las pantallas del Emperatriz, La Concha, Palmera, Salón Moderno, Avenida y Teatro Calderón, en las que la ficción se abría a los sueños y al entretenimiento, para que la realidad nos devolviera, al salir de ellos, a la razón y la lógica.
Sentando, entre el olor a jazmín y lagartijas en la pantalla, percibías cómo se iban difuminando y apagando las luces del recinto. Por el pasillo veías correr una luz que buscaba la pantalla. Allí aparecían las emociones, las lágrimas, los besos, los indios, los héroes, las risas, las aventuras, los malos, los monstruos, los buenos… Afuera todo seguía igual, bajo la sobriedad de la vida rutinaria. Dentro, el tiempo se media de manera distinta.