Cuando llegamos a la Librería Luque para hacer las fotos, Rafael Osuna, que lleva cuatro décadas en este oficio, le grita con sorna andaluza a un cliente que conoce: ¡Te llevas un arma de cultura y sabiduría! Entre ambos existe la complicidad de librero de toda la vida y el lector avezado: ¡a ver si se te pega algo!, remata mientras se va su lector/amigo. Y es que en esta entrevista o cuestionario hay que detallar algo importante: Osuna se expresa con riguroso acento cordobés, esto es, una mezcla de gracia y contundencia característica de esta ciudad. El habla andaluza tiene numerosas ramificaciones y una es la cordobesa, muy difícil de explicar si no se oye o se está acostumbrado a ella, pues se aleja de la pronunciación de zonas como Sevilla, Málaga o Cádiz pero tiene matices distintos a la de Granada o Jaén, bastante más ásperas.
¿Por qué aclaramos esto? Porque en la entrevista por escrito se pierden todos los matices que ofrece este acento, remarcando unas cosas con palabrotas o sentenciando un argumento con un ojú previo. Hemos respetado en alguna respuesta una transcripción con sello de calidad Al-andalus para trasladar de alguna forma esa idea de riqueza verbal y expresiva que convierte el contenido en algo distinto. Pero se queda en eso, una idea. A Rafael Osuna, en resumidas cuentas, hay que escucharle. Y así lo hacemos cuando nos comenta el último libro que nos advierte no debemos perdernos. ¿Cúal es?: Nuestras riquezas, de Kaouther Adimi. Confiados en su olfato y experiencia le hacemos una foto a la portada del libro para recordarlo y volver a por él en breve. Cuando alguien lleva tanto en este trabajo tiene poco margen de error.
Os recordamos que las cuestiones que se plantean en la sección Haciendo librería han sido propuestas por las editoras y los editores de las editoriales que conforman Librerantes. Indicamos de quién se trata en cada caso.
¿Quiénes son y en qué año abrieron la librería?
La librería se abrió en 1919. La fundó Rogelio Luque en un periodo tremendamente duro para la ciudad y para cubrir un vacío cultural que en esa época se vio potenciado por un cierto resurgir cultural. Y sigue abierta hasta hoy. Ahora de forma distinta porque la convertimos en sociedad limitada laboral tras cerrar durante la crisis económica. La reabrimos luego con la misma filosofía.
Susana Romanos, de greylock: ¿Hacia dónde debemos «dirigir la mirada» al entrar en una librería?
[Ríe] ¿La mirada? ¡Nooooooooo! Yo creo que lo primero que hay que hacer en una librería es inhalar, impregnarse del olor característico que hay, que es lo que conducirá la mirada por todas las estanterías.
Carmen Oliart, de Sabina editorial: ¿Cómo compagina la selección de libros que le gustan y la presión de las «novedades»? Relacionado con esto, ¿cómo se informa de las publicaciones de editoriales como las nuestras?
Hay una cosa que debemos tener clara. Un librero tiene que saber quién es su público. Hay unos que van directamente al best-seller, a la literatura de evasión, no al libro de culto o a la apreciación de los detalles de encuadernación de una editorial pequeña. Pero esa presión de los grupos grandes es la que hace también que las librerías estén un poquito a flote. Todos estamos esperanzados en que se vendan 200 Planetas y 50 Nadales. Luego el librero debe asesorar al otro tipo de público.
Alfonso Armada, de fronterad: ¿Qué debe tener un libro para que lo recomiendes con pasión?
Sencillamente, que el librero lo lea. Si el librero empieza un libro y le da la vuelta lo recomendará de todas todas. ¿Qué tiene que tener? Que tu estado de ánimo coincida con lo que tienes en las manos. Muchas veces por ejemplo no estás para leer novela histórica y tienes más predisposición a otros géneros. Por otro lado, hay que tener en cuenta el placer que te da descubrir una ópera prima, hay que ver cómo escribe este tío o esta tía, eso también te lleva a recomendar con pasión.
Edmundo Garrido, de Libros de la Resistencia: ¿Cuál es el impacto de la crítica en medios de prensa sobre sus ventas, existe?
Sí que existe. Muchos clientes nos llegan procedentes de las reseñas de los suplementos culturales.
Katarzyna Kossenberg, de Báltica, un poco relacionado con esto: ¿Es más difícil vender libros de autores de apellidos impronunciables?
[Carcajada] No. Un premio Nobel de apellido impronunciable se vende muy bien. Y al contrario sucede lo mismo. Escritores de apellido Sánchez pueden ser best-sellers como de hecho son.
Y ¿qué atrae más lectores, ser un escaparate de novedades o tener un fondo bien cuidado y pocas novedades orientadas a sus clientes? (Edmundo Garrido).
Una librería, si aspira a ser buena, tiene que tener de todo. ¡Qué más quisiera yo que tener capacidad y volumen para recibir todas las novedades que se publican en este país! La falta de espacio nos limita. Hay que tener un buen fondo que parta de los clásicos combinado con ese escaparate de novedades. No es lo mismo entrar en un supermercado con cinco artículos que en otro bien abastecido.
Maribel Tabuenca, de Mapas Colectivos: ¿Crees que hay libros para mujeres y libros para hombres?
Ojú [ríe]. Hay una línea de literatura marcadamente femenina. No veo a ningún hombre leyendo a Meghan Maxwell o Elisabeth Benavent. Sí comprándola para regalarla. Los hombres van por otros derroteros. Posiblemente la mujer sea más amplia en su campo de compra y de lectura.
Katarzyna (Báltica,): ¿Qué crees que supuso la aparición de las editoriales independientes para las librerías?
Su aparición se notó mucho por el volumen de trabajo, tanto de recepción como por desgracia de devolución. A su vez grupos como el vuestro, Librerantes, o Contexto permiten descubrir nuevos autores, tienen traducciones y ediciones cuidadas, y eso nos da mucho más margen para las recomendaciones y ventas. Además se contenta a un grupo de clientes más exquisitos a los que no les gustan las novedades ni los libros en pilas de 200 ejemplares.
Javier Castro, de Newcastle: ¿Qué crees que podríamos hacer los editores (que no estemos haciendo) para ayudarte a vender nuestros libros?
Uy. Yo creo que muy poco. Cuesta un huevo mantener una librería a flote. Si nos vamos al carajo, los editores, y más los pequeños, van detrás de nosotros por ende. Mantener la librería nos cuesta un esfuerzo sobrehumano. ¿Qué le voy a pedir yo al pequeño editor que ya tiene más que suficiente con su esfuerzo? Quizá sería interesante el depósito estable. Un grupo editorial que sea pequeñito y que necesite su representación en las librerías necesita de ese depósito estable que se renueve y actualice. Y con cierta flexibilidad en la devolución y el cobro.
Pablo Fernández de Córdoba, de Siesta: ¿cuánto tiempo esperas para devolver un libro a la distribuidora?
Solemos dar tres meses de media. Hay una cosa que me causa mucho dolor, cuando ves un libro y le va llegando la fecha de devolución. Y piensas «compañero, has pasado por aquí sin pena ni gloria».
También Pablo: ¿ayuda el merchandising a vender libros o estorba en la librería?
Eso da más por culo que ná. Son estorbos. Para qué quiero armatostes más grandes que Barcelona si la librería tiene espacio para tres postales. El metro de pared o superficie vale dinero.
Sandra Cendal, de Continta Me Tienes: ¿Son las librerías espacios de resistencia?
Somos la resistencia del papel [ríe]. Resistimos a los e-books y a los ipads. A todo lo que nos echen [ríe].
Carlos García Santa Cecilia, de fronterad: Tres razones por las que piensas (si es así) que el libro en papel no va a desaparecer frente al libro electrónico.
Se decía ¡las librerías están abocadas a desaparecer! Bueno, también iba a desaparecer la radio y ahí está. También estaba abocado a desaparecer Correos y se mantiene. Hay que reinventarse. El placer de meter la nariz en un cómic, de recrearte con un catálogo monumental o de tocar las páginas de un libro no te lo da el libro electrónico ni de coña. Hay muchas más que tres razones.
Feliciano Novoa, de La umbría y la solana: ¿Cuál es el futuro de las librerías?
Ofú [carcajada]. Feliciano tenía que mirar las librerías que había hace 20 años, las que ha abierto desde entonces y las que se han ido al carajo del 2000 para acá. Verá haciendo un análisis que tenemos la situación un poco fastidiaílla [ríe]. Una librería es un negocio pero también algo más. Cualquier ciudad normal debe tener dos o tres que sean referentes. Es también un aparato de difusión cultural de la propia ciudad hacia los visitantes, de difusión cultural para los alumnos y de deleite para toda la población.
Karen Raicher, de Kafkian: ¿Si tuvieras —y pudieras— que resucitar un libro, ¿cuál sería?
No los resucitaría, impediría que se muriesen [ríe]. Las labores de rescatar libros ya las hacen muy bien editoriales pequeñas. En cuanto a las grandes hay curiosidades relacionadas con superventas. Por ejemplo creo que están fuera de circulación algunas de las primeras obras de Ken Follet y muchas de la extensísima obra de Alberto Vázquez Figueroa. Pero ese trabajo de resurrección sería también de las editoriales.
Raquel Blanco, Librerantes: El libro que más feliz te ha hecho y el que más honda impresión te ha causado.
Quedarme con un solo libro es como si cojo la mano y me voy cortando dedos como los yakuza. De eso nada [ríe]. No quiero decir uno, que dejo huérfanos a más de 500 libros [ríe].
Pregunta Pablo Fernández de Córdoba, de Siesta, por los libros que te gustaría hacer si fueras editor.
Esta pregunta me encanta responderla. Metes a Siruela, De Olañeta Reino de Cordelia, Acantilado, la Umbría y la solana, La Huerta Grande e Impedimenta en una batidora. Le das a un botón. Lo que salga es lo que me gustaría hacer como editor.
Víctor Olcina, de Stirner: Si Roberto Bolaño te robara un libro, ¿lo denunciarías a la policía?
[Carcajada] Se lo regalaría, hombre.
Para acabar, elige por favor uno de nuestros libros, que te lo queremos regalar…
Estaría encantado de recibir cualquier libro.
Fuente: https://www.librerantes.com/ – Alfredo Martin Gorriz