POR LUIS MIGUEL MONTES ARBOLEYA, CRONISTA OFICIAL DE BIMENES (ASTURIAS)
A continuación, repasaremos las enfermedades que quedaron en la memoria de nuestra gente. Un recorrido por las calamidades que sufrió nuestro concejo desde los últimos años del siglo XIX hasta nuestros días.
El libro «Geografía médica del concejo de Bimenes», de 1907 y de autor anónimo, con la revisión crítica reciente del médico yerbato Luis Vicente Sánchez, nos informa de los males de nuestros antepasados en el período 1896-1905. Hasta que las vacunas no salieron a escena, las epidemias azotaban a la población infantil. En 1896, catorce niños fallecen en Bimenes a causa de la difteria. Su nombre popular era el garrotillo, nombre que proviene de un desaparecido tipo de ejecución. Afectaba a la garganta, producía una especie de ahogamiento. Todavía queda en el recuerdo, solía decirse a los guajes que no bebieran agua fría porque podía darles el garrotillo. Otro año aciago fue 1903, mueren doce niños de sarampión o «sarapicu» en el concejo.
Entre la población adulta, en el período comentado, hacían estragos las enfermedades respiratorias: neumonía (61 muertos), bronquitis aguda (43) y tuberculosis pulmonar (40). Este tipo de tuberculosis también se llamaba tisis, palabra ya en desuso, y tísicos eran quienes la padecían. Entre otros síntomas, destacaba por una tos característica (tos de tísico) y por las expectoraciones de sangre que eran prácticamente la prueba definitiva para su diagnóstico. También acechaba la fiebre tifoidea, que produjo 33 muertos. La causa principal era la falta de higiene al manipular los alimentos y por el agua contaminada de las fuentes.
En San Julián, en 1910, un edicto municipal prohibía lavar la ropa en las fuentes públicas. También hubo un brote de viruela que no ocasionó ninguna muerte. En 1911, se cierra la escuela de Suares por un brote de sarampión. Más llevadera era otra enfermedad producida por la falta de yodo en la alimentación que ocasionaba un aumento de tamaño del tiroides. Llamaba la atención aquellos prominentes papos que afectaban, sobre todo, a las mujeres. Se creía que se originaba por beber agua que pasaba por las raíces de los nogales o del deshielo de la nieve.
La pandemia de gripe del 18 (el «mal de moda») diezmó familias enteras. Se cebaba con las personas más sanas y fuertes, entre los veinte y los cuarenta años. No sabemos los muertos que hubo en el concejo, en Asturias cerca de 10.000, y en España, 250.000. Después de la guerra había sobre todo tuberculosis, disenterías, diarreas y sarampión. En la sala blanca de la casería de Fayacava, como ya comenté en otro articulo, venían tísicos para tomar los aires de Peña Mayor a la espera de su curación.
Luego vinieron varias epidemias de gripe: la de 1957-58, la de 1968-69 y la de 1976 que ocasionaron, en total, unos 1.700 fallecidos en Asturias. Y terminamos con la gripe común, la que nos visita todos los inviernos, y que afecta sobre todo a las personas mayores, la última, la del 2018-2019 produjo en España 6.300 muertos.