POR JOSÉ DIONISIO COLINAS LOBATO, CRONISTA OFICIAL DE LA BAÑEZA (LEÓN)
El domingo 22, la tarde presagiaba lluvia en Vidriales; los negros nubarrones que venían de la sierra de La Cabrera iban a impedir ver el Equinoccio de otoño en el Santuario de Nuestra Señora la Virgen del Campo (valle de Vidriales).
A pesar de ello, hicimos nuestra excursión hasta el lugar; fuera, una humedad pegada a su crucero de piedra y musgo indicaba nuestro destino. En las viñas se hacía notar que otra estación, el otoño, estaba a punto de llegar; las agostadas hojas de las retorcidas cepas presentaban un color amarronado algo violáceo, esperando llegara la recolección de sus frutos.
Pero, ¿qué era eso del Equinoccio y qué acontecimiento solar iba a haber dentro de aquel centro religioso? En este primitivo templo que domina el valle y que, años atrás, fuera semillero y receptoría –hoy ya desaparecidos– de futuros sacerdotes de nuestra Diócesis de Astorga, todos los años, llegando el cambio de estación, se produce el fenómeno cósmico equinoccial.
Nada más llegar al lugar nos encontraríamos con la esbelta torre que, a través de sus amplios ventanales, exhibía sus enormes campanas de bronce verdoso; aquellas que un día fueran donadas por el insigne teólogo Padre Fray Álvaro Teruelo; porque él estaba agradecido y en este lugar aprendió los primeros latines y sobre todo a amar a la Virgen del Campo, aquella que un día, tras la llegada de las tropas moras, fuera enterrada en las laderas de su castro y ciudadela romana de “Sansueña”, y que siglos después fuera encontrada bajo las raíces de un arbusto, en el espacio que hoy las gentes del lugar conocen como “hoyo de la Virgen”.
Entramos en el reformado templo; una dulce melodía inundaba con su sonido la nave mágica. En el retablo mayor, dentro de su camarín, rodeada de ángeles, se encontraba la Virgen, esperando ese rayo luminoso que a través del óculo del ventanal penetrara con fuerza e iluminara su rostro —hemos de decir que la talla actual es una réplica de aquella otra que fuera robada en siglos pasados— indicándonos cósmicamente que se había iniciado un cambio de estación.
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Fuente: http://adelantobanezano.com/