POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
La primera vez que oí hablar -mejor, leí – del pez espada fue en clase de Lengua y Literatura, 3º de bachiller (año 1953), cuando el profesor, P. Casto Gutiérrez S.J., me mandó leer en voz alta la poesía satírica «El Narigudo» de don Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645).
Utilizábamos el libro de José Bergua (que aún conservo) «Las Mil Mejores Poesías de la Lengua Castellana».
Empezaba así ese soneto jocoso:
«Erase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un PEJE ESPADA muy barbado…»
¿Qué demonios será un peje espada o, como diríamos en Colunga, un «Pexe» espada?, me pregunté.
¡Ni idea!
Hubieron de pasar varios años para lograr saber que el tal animalito, más bien animalote pues puede alcanzar longitudes superiores a los 4 m y peso aproximado a los 150 kg, es un pez de la familia de los Xífidos y especie única. Su nombre científico es Xiphias gladius L. Nombre que es una redundancia pues Xiphos, en griego, y Gladius, en latín, significan lo mismo: «espada».
¿Y a qué viene eso de «espada»?
Les cuento: Tal pez presenta, como prolongación de la mandíbula superior, un apéndice largo y aplanado, con doble corte, a modo de espada.
Dado su carácter depredador y su gran voracidad (cosa lógica, pues ha de comer mucho para alimentar su «cuerpo serrano», que dirían los andaluces) por Tazones suelen decir que «ye el rey de la mar que mete leña a todos los otros pexes».
En Asturias no constituye un objetivo específico de pesca, y los mercados (pescaderías) se abastecen con capturas en otras zonas.
La carne de este pez, sonrosada, suave, sin espinas… se presta a muchas preparaciones: a la plancha, en fritura, en salsa verde, cocida en tacos y complementada con verduritas en ensalada, en salpicón… Yo, copia de aquí, copia de allá, hice mi propio invento.
A.- Medio congelé un buen trozo de pez espada (unos 400 g) y con un cuchillo jamonero corté unas escalopines más bien finos. Sazonados con sal, los empané con huevo batido y pan rallado de ajo perejil.
B.- Preparé unos langostinos (medianos) al ajillo (un poco picantinos), según modo acostumbrado.
C.- Corté en rodajas finas unos tomates y cocí unos huevos de codorniz (ya fríos, les quité la cáscara y dividí en dos mitades).
D.- Formando corona exterior dispuse las rodajas de tomate con mitades de huevo, que bañé suavemente con aceite de oliva virgen extra. Después, ya en el centro de la fuente, distribuí los escalopines recién fritos, los cubrí con los langostinos y bañé el conjunto con la salsa picante del «ajillo».
E.- Adorné el centro de la fuente con una rosa de piel de tomate y huevo de codorniz.
F.- Para complementar, SIDRA DULCE DE «ESTI AÑU».
¿Resultado?
No se lo cuento; ¡experiméntenlo ustedes!
Les aconsejo que no inviten a amigos y familiares porque esos… ¡esos vuelven!