POR JOAQUIN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El calificativo de escondrijo lo define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, como “un lugar oculto y apartado, apropiado para guardar dinero, víveres, enseres y personas”.
En Ulea, dado su enclave, se daban y se dan, las condiciones idóneas para que las casas tuvieran escondites, rincones y recovecos, ya que todas las viviendas asentadas en la ladera del monte El Castillo tenían y tienen, sus cuevas o galerías que les servían para dichos menesteres. Allí guardaban monedas e incluso, hacían hoyos en el suelo; perfectamente camuflados con losas, piedras, cemento u otros elementos; para que sirvieran de tapadera También se guardaban víveres y enseres. Son célebres en Ulea, los siguientes:
El sótano camuflado de la casa de los Condes Villar de Felices y Campohermoso, en donde escondían o guardaban víveres, dinero y personas. Se trataba de un lugar de seguridad; un verdadero bunker.
El sótano de la casa de la Inquisición, lugar en donde se camuflaban y, realizaban sus asambleas, utilizándolo para retener a personas no gratas según su criterio—juzgarlas y, en raras ocasiones; ajusticiarlas (1).
Los sótanos bunker de los Tomás, en donde consiguieron ocultarse cerca de un centenar de personas durante la pasada contienda civil española y, preservarlas de las iras de furibundos y desalmados, gracias al complot de los dueños -la familia Tomás- y el alcalde José Abenza López.
Afortunadamente, todos salieron ilesos y, al terminar la contienda, reanudaron sus actividades agradeciendo su protección a las personas que velaron por su integridad física. En aquella época, a estos escondrijos también se les llamaba claustros, zulos o ratoneras.
El escondrijo del canal de la contra aceña, si bien resultaba peligroso ya que si eran perseguidos; no tenían salida y, al retornar, eran capturados.
Al ser un pueblo con calles angostas y empinadas; abundaban los rincones. Allí se parapetaban quienes, momentáneamente, querían ocultarse y, los jóvenes, para jugar al escondite.
Los rincones más célebres de nuestro pueblo han sido y siguen siendo: el de la calle Preciados, el del campanario de la iglesia, el de las escuelas antiguas, el de la calle Binondo, el de las cuatro esquinas, el de la calle de Arriba, el del Porche, el del corral de Hilario y Ramírez, el del horno de Juanico, el de la tía Rosina, el de las piqueras, el del corralón, el del tío plantas.
Los herederos de Sebastián de Rueda y Chuillerón, que emparentaron con la familia Marín (Caballeros de la Orden de Santiago), tenían una finca, que colindaba con: Senda de la Cuna, por levante; con Francisco López, por poniente; con María Piero, por el norte y con el camino del Azud y el río Segura, por el sur. Pues bien; en dicha finca, con 26 tahúllas de limoneros de regadío, siete de moredal y cuatro de olivar, construyeron un refugio para guardar los aperos de labranza y, además, habilitaron un sótano con disimulado acceso, que fue utilizado como escondrijo de víveres, enseres y personas.
(1) ¿RESTOS DE LA INQUISICIÓN?
En la edición especial del diario de ‘La Verdad de Murcia’ del día 14 de marzo de 1973, se publica un artículo que, textualmente, dice así:
“En un lugar donde se dice, estuvo instalado el reducto de la Inquisición, en la calle O’Donnell de Ulea, al realizar las obras para la construcción de un horno y panadería, apareció un sarcófago de 2,14 metros de largo y alrededor de 0,50 de ancho, conteniendo el esqueleto de un hombre enterrado boca abajo. El sarcófago apareció a una profundidad de 6,35 metros bajo el nivel de la calle. La sepultura estaba cubierta con losas de piedra y el esqueleto se calcula que medía entre 1,80 y 2 metros”.
El artículo, del corresponsal de La Verdad Julián Tomás Valiente, produjo la correspondiente sorpresa e intriga ya que apareció en el lugar, que se rumorea, estuvo instalada La Santa Inquisición.