POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
A finales del siglo XIX y principios del XX, mi pueblo tuvo la suerte de contar con un maestro Juan José Ripoll que rompió moldes y se involucró en la problemática de la sociedad en general y de los escolares, en particular.
Un buen día reunió a los padres de los alumnos que iban a su escuela, con la finalidad de resaltar la enorme importancia que tiene en su formación «el apoyo de los padres a sus hijos».
Ahondando en las ideas que me ha sugerido mi amigo Dompe, pongo de manifiesto las enormes dificultades que tenían los padres ya que, la mayoría, eran agricultores, ganaderos y mineros y, por consiguiente, casi todos se marchaban a sus trabajos cuando aun no había amanecido y regresaban a casa cuando ya se habían dormido. A pesar de todo, el maestro Ripoll como todos le llamaban, les pedía a los padres que buscaran los momentos para hacerse presentes ante la tierna mirada de sus hijos pequeños.
Sin embargo, de pronto, un humilde minero se levantó del asiento y le explicó que no tenía tiempo para ver y hablar con su hijo; durante los días laborables. Explicaba, además, que no tenía más remedio que llevar ese ritmo de trabajo si quería que no le faltara a su familia el sustento cotidiano.
A pesar de todo, prosiguió diciendo el minero, se sentía angustiado al no disponer de tiempo para hablar y juguetear con su hijo pequeño, ya que se marchaba al trabajo antes de que se despertara y regresaba cuando ya estaba acostado y dormido. Con la mirada atenta y los oídos prestos, estaban pendientes de aquél humilde minero quién, tras enjugarse los ojos y sus mejillas, le dijo al maestro y todos los allí presentes: Intento redimirme yendo a besarle cuando regreso del trabajo y cuando me marcho de madrugada y, para que el hijo tuviera constancia de su presencia, le hacía un nudo en la camisilla con la que dormía, ese era el pijama que le ponían para dormir. Sí, esa tarea la efectuaba todas las noches antes de acostarse.
Cuando el hijo despertaba y contemplaba el nudo en su camisa, confirmaba que su padre había estado allí y le había besado; siendo confidente de tal escena su madre, al esbozar una ligera sonrisa. Sin lugar a dudas «El nudo de su camisilla era el cordón umbilical que les unía».
El maestro Ripoll se emocionó al escuchar tan bella historia y quedó sorprendido cuando comprobó que el hijo del minero era uno de los alumnos más aventajados de su escuela.
Unos días después Juan José Ripoll hizo reflexionar a todos los presentes al indicarles que, entre las personas, existían muchos medios de comunicación. Sí, aquél padre encontró la forma más sencilla y eficiente de comunicarse con su hijo. Lo más importante es que su hijo recibía el mensaje a través del nudo de su camisa y, con él, el afecto que su padre le tenía.
No cabe duda de que, más veces de las deseadas, nos preocupamos de cosas intrascendentes y nos olvidamos la más importante:»La comunicación a través de los sentimientos». Detalles tan sencillos como un beso y un nudo en el faldón de la camisa, significaban para el hijo mucho más que los regalos y las disculpas vacías de contenido.
En la vida, es fenomenal que nos preocupemos por las personas pero, es todavía mejor «que puedan sentirlo». Sí, es necesario que exista la comunicación, siempre que procuremos que no tenga una sola dirección; necesitamos también «Saber escuchar» ya que los sentimientos hablan con voces más sonoras que las palabras.
Por dicho motivo, ese beso y ese nudo en la camiseta, les reporta a los niños tanto afecto que resulta intranscendente cualquier dolor, raspaduras en las rodillas, el miedo a las ratas o a la oscuridad.
Los niños muy pequeños, puede que no entiendan las palabras pero si interiorizan cualquier gesto de amor; aunque solamente sea un nudo y un beso en la mejilla; porque ambos gestos están repletos de afecto y de cariño.
El maestro Juan José Ripoll, enseñante que dejó solera en el pueblo, acabó la charla diciendo: vivid de tal forma qué, cuando vuestros hijos piensen en amor, integridad, cariño y justicia; «Siempre piensen en vosotros».