POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
EL PERSONAL AUXILIAR
En la marcha de los Centros Educativos, además del profesorado, forma parte como una columna o pilar básico, el personal auxiliar.
Más en los primeros tiempos en el que la comida, racionada y escasa, la limpieza y lavado de la ropa de los internos, la atención a los alumnos enfermos y la limpieza general de todo el centro, constituyen una labor destacada, importante, en el funcionamiento general.
Mi sincero reconocimiento a todas las que con instinto maternal, atendieron, cuidaron a los alumnos y entregaron su vida profesional al mantenimiento de la limpieza de patios y jardines.
Fuensanta León Martínez
Llegó a ser una verdadera institución en la vida de los internos y de la marcha del Colegio.
Ingresó por la mañana y el Padre Villoslada llevó por la tarde 24 alumnos, en su mayor parte huérfanos, después llegaría a 75 el número de internos. Recuerda como maestros a D. Francisco Guerrero, D. Ramón Poblaciones y D. Arsenio, D. Sebastián, D. Mateo, D. Jesús Negrillo, D. Isaac Melgosa, D. Rogelio, D. Obdulio, D. Mauricio, D. Antonio Sotomayor, D. José Martínez Molina…
Para atender a las diferentes necesidades de limpieza, comida, lavandería había en total nueve mujeres y Luis, el jardinero.
En limpieza: María, tías de Víctor, y Teresa.
Costureras: Teresa Arroyo, Isabel y Dolorcicas la del Montoto, Juana, Gregoria, María Usero, hermana de Justo.
Lavandería: Tía de Ángeles.
Cocineras: Carmen, tía de Méndez.
Narra la bondad de las personas responsables de suministrar el pescado y la carne, que aguantaron gran cantidad de tiempo sin poder cobrar ( durante unos tres años) y seguían entregándole sus productos de comida, Matilde, “ la Pescaera” Enrique, Luis y José Campos.
Para reponer fuerzas, energías y cambiar de ambiente dentro de una pedagogía moderna, durante el verano marchaban alumnos y profesores a un Colegio de Almería, o Málaga, allí instalaban las Colonias Escolares.
Recuerda los viajes, en los cajones de aquellos camiones, donde se habían instalado unos bancos para aquellos alumnos o maestros, que necesitasen sentarse, el resto permanecían de pie o sentados sobre las maderas de la caja del vehículo.
Al regreso del Puerto de Santa María, tras la etapa del verano, recuerda los numerosos camaleones que traían los niños, metidos en cajas, para cuidarlos y comprobar el cambio de color en su piel.
Como padres jesuitas destaca: Juan Isidro Pérez, Aldama, el padre Serna, luego el padre Martín, Padre Lacave, Padre Pérez, Padre Sánchez.
Describe a Dª Ana Benavides, como santa, trabajadora, que lavaba a los niños preocupándose de su aseo personalmente, y del cuidado de los uniformes de pana negra, con los cuellos blancos.
Fuensanta ganaba al principio de entrar en SAFA, 50 pesetas al mes.
Desde los años cuarenta hasta su jubilación, Fuensanta permaneció como una institución de amor, de sonrisa, de entrega a SAFA, a sus alumnos, maestros y compañeras.
María Garrido Sánchez
“Nacida el 30 de mayo de 1918, entró a trabajar en Safa en el año 1950 y se jubiló en 1983. Recuerda las tremendas dificultades de aquellos tiempos en la lavandería. Lavaban a mano, en una alberca y después en un pilar que hicieron dentro de los jardines. En los inviernos tenían que romper la capa de hielo que cubría las aguas. Luego pasó a la ropería, para quedarse en su última etapa en la limpieza del Colegio.
Nombra a los numerosos niños, que la guerra había dejado huérfanos, y que encontraron aquí su hogar. Sus paseos los domingos, perfectamente uniformados y en fila de dos en dos.
No olvida las fiestas en la onomástica del Padre Fernando Pérez, con una comida especial y numerosos juegos en el patio.
Sobre Fuensanta y María, escribía, Ricardo Taboada: “Estas dos mujeres que se han ido al unísono para siempre, que han sabido mirar a los ojos a los niños y arroparlos con mimo, bien se merecen una recompensa. Ésta es el agradecimiento que seguro le dedican quienes las conocieron, porque su recuerdo vivirá en silencio en cada rincón de las Escuelas, en el de muchos corazones, y sus espíritus nos servirán para valorar hoy a todos aquellos, que como ellas, se han dedicado a servir al prójimo con humildad. Por consiguiente, su esfuerzo no fue estéril, sirve de aliciente para muchos de los que vivimos próximos a niños o jóvenes.”
Luis García López (El Jardinero)
Luis, nacido el 16 de octubre de 1916, comenzó a trabajar en la casa en el año 1931 con D. Juan Ambrosio Benavides y su mujer Dª. Catalina Bueno Bueno. El edificio, situado en la calle Fuensanta, 33, debía estar terminado por el año 1928. Fue un jardinero, llamado Joaquín, quien colocó a Luis en este lugar, sin conocer al dueño. Le daba una “atería” de 15 celemines de trigo, dos de garbanzos, 1 cuarterón de aceite y cinco duros al mes.
Estuvo como jardinero aquí hasta el año 1934, en que marchó a Úbeda para trabajar con una hija de D. Juan Ambrosio Benavides. Regresó a la localidad en 1935 hasta que dio comienzo la guerra civil.
En este palacete estuvo instalada la llamada Casa de la Salud.
Tras la finalización de la guerra civil volvió a este trabajo, y Dª. Carmen le responsabilizó del cuidado del jardín.
Las dificultades económicas en los primeros años fueron tremendas. La comida a base de repetir garbanzos, lentejas, y como postre higos secos.
Uno de los lujos que se permitieron fue la excursión anual, generalmente a Peñahalcón, paraje situado en las proximidades de Siles. Cansados y aburridos del mismo lugar, cambiaron a Río Madera, y allí además del paisaje, encontraron a un guarda, que tenía un hijo en el internado.
Al bajar del camión los cajones con los bocadillos, el guarda les indicó que aquel día comerían caliente y el hombre les hizo una excelente paella y mató varios pollos de los que cuidaba en su corral y que colmaron de felicidad a los famélicos muchachos.
En adelante ya decían los alumnos “Peñahalcón no”,”Río Madera, sí”.
Recuerda con cariño al Padre Pérez, del que dice que al clausurar el internado quedó muy afectado.
Luis se jubiló en el mes de junio de 1983, tras una intensa vida entregada al servicio de Safa.
Juana Ruiz González
Nos muestra una foto, en sepia, de los años 50 del equipo de ”matanceras”. Era un soporte a la débil despensa de los colegios o casas, la matanza de uno o varios cerdos. En el internado llegaban a matar de ocho a diez cerdos, en cada temporada. Los productos obtenidos servían para que durante una temporada se llenase la vacía despensa y comer los embutidos o los innumerables beneficios que reportaba la matanza. Cuando estaban iniciando las labores preparatorias para la matanza, Fuensanta siempre llegaba pidiendo una voluntaria para rezar el rosario. Juana se levantaba rápidamente, y así evitaba participar en el pelado, tan temido, de las cebollas.
Juana estaba en el cuarto de costura, junto a Gregoria Manjón, Dolores y Matilde. Se ocupaban de coser los trajes para todos los alumnos internos, pantalones, camisas y chaquetas que les cortaba el sastre de la calle Vera-Cruz.
Recuerda que ganaba dos pesetas diarias y la comida. Habla de la bondad del Padre Pardo.
En la cocina destaca la labor de Teresa y María y Francisco Manjón en el taller de carpintería.
Un documento de 1958 cita como cocineras a Carmen Sánchez y María Garrido, limpiadora a Carmen Medina y costureras a María Usero y Juana Navarrete. Telefonistas a Emilio Miranda (fijo) y Pedro Martínez en el turno de noche. No hemos encontrado datos sobre los zapateros, que estuvieron durante algún periodo en la parte inferior derecha junto a la entrada principal.