POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Una de las «costumbres sociales» decimonónicas que mantuvieron su vigencia hasta casi los mediados del siglo XX fue la de las «meriendas domésticas».

Como las señoras no frecuentaban cafeterías ni, por supuesto, bares, solían reunirse hoy en casa de una, mañana en casa de otra, para, con la disculpa de la merienda, comentar asuntos sociales del máximo interés local (embarazos inesperados, matrimonios mal avenidos, noviazgos con visos de boda, defunciones repentinas, corrupciones políticas…).

Eran un algo así como «Sálvame», pero en «casero».

¿Y qué se merendaba en tales reuniones?

Pues lo normal en la época: un chocolate a la española (es decir, espeso y con un toque de amargor propio) acompañado de unas pastas «hechas en casa» con notable primor por «la niña casadera», que siempre había para estos.

Y, claro, como el chocolate «daba sed» y su amargor solicitaba algo dulce, el final consistía en la degustación de un vasito con agua en la que se había disuelto un trozo de ESPONJADO.

Y aquí era el momento donde «entraban en juego» los pequeños y pequeñas (¡ojo!, no se nos catalogue como machistas) de la casa, ansiosos siempre de que sus abuelas (los abuelos no estaban allí, sino en el casino) les invitaran «al agua azucarada».

¿Qué son los esponjados?

Pues sencillamente los castizos AZUCARILLOS; es decir, los sucedáneos humildes del señorial y monjil «açucar rosado», al que la Pharmacopoea Catalana denominaba Manus Christi simplex y don Ramón de la Cruz citaba en sus versos:

Chocolate lo hay en casa;
con que sólo el gasto fuera
de azúcar rosado o dulces…»

¿Cómo se preparan o elaboran los esponjados?

«El Pastelero de Madrigal», seudónimo del autor del libro «Confitería y Pastelería en el Hogar» (Madrid 1942) los juzga «de imposible confección casera», y los clasifica en cuatro tipos: Finos, Al limón, Redondos y ASTURIANOS (éstos gozan de un leve requemado superficial).

En el RAMILLETE DEL AMA DE CASA, libro que desde los primeros años de 1920, gozó de la presencia en todos los hogares españoles, obra de la asturiana Mª Josefa de las Alas Pumariño y que firmaba como NIEVES, se ofrece una fórmula al respecto. No intenten llevarla a cabo porque les resultará un fracaso.

Compren los ESPONJADOS en una confitería… si es que queda alguna que los confecciona.

Y disfruten de su agua azucarada después de merendar un exquisito chocolate con pastas.