POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Fui a caminar a la senda de Fuso y, después de dar varias vueltas por la calle Gil Blas, dejé el coche algo desaparcado en el estacionamiento de Campiello, en San Lázaro, pensando que con el tripartito de izquierdas la grúa sería menos voraz y que, al fin y al cabo, gobernaban los míos. Doce kilómetros después regresé, se habían llevado el coche, busqué un taxi para ir a casa a coger dinero y seguir a La Ería a ver si la grúa me lo había robado; en efecto, me exigieron 84,20 euros por el rescate y 200 euros más de sanción (lo juro); con taxi y todo gasté más que si hubiera acuchillado a un oso pardo. Retiré el coche, salí por Bances Candamo, en dirección prohibida, subí en slalom Alejandro Casona, dejando a izquierda y derecha el camellón y las dos rayas continuas, salté el semáforo de Fuertes Acevedo en su peor color y me fui al infierno a más de cien. Ahora sí estamos en precio.
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