POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
Estaba todavía yo con la cabeza llena de monte y de ruedas de bicicleta cuando recibí la información, vía telefónica, del fallecimiento de mi amigo Miguel Ángel Menéndez Llerandi, “Piti”, y debo confesar que la luctuosa noticia me ha cambiado la percepción festiva con la que inicié el día.
Ya lo comenté cuando faltó Audaz; uno tiene en ocasiones la sensación de no haber sabido estar a la altura de lo que estimaba que merecía realmente un amigo, y esta sensación es la que vuelvo a sentir hoy, al enterarme de la falta de Piti.
Uno sabe que estas cosas pueden pasar, pero el tiempo va transcurriendo, inexorable, y luego se siente el mazazo de repente, cuando la cosa ya no tiene remedio. Porque, como naveto, me duele que Piti se haya marchado sin el reconocimiento que, a mi humilde entender, merecía.
Pintor primero, después empleado del Banco Herrero, y también encargado del cine Marisina a lo largo de muchos años, fue además Miguel Ángel un entusiasta organizador de festejos, y hoy podemos decir que el trío compuesto por él, Julión y Tito Guerrero, así como la fiesta de San Juan, ya forman parte de la historia festiva de la villa.
Representante de una época muy concreta de la villa, Piti, que llevaba todo lo naveto muy adentro, era un hombre de carácter alegre y abierto. Con gusto para cantar, estaba igualmente dotado de simpatía natural y de un sentido del humor muy acusado, de modo que conversar con él resultaba tan placentero como instructivo. También era gran aficionado al fútbol, pero de eso ya se hablará en otro momento.
Que estas breves líneas sirvan como sencillo y emotivo homenaje de urgencia a su memoria. Piti, amigo entrañable, navetu de pro, descansa en paz.
Fuente: Página 9 de La Nueva España del 12.09.2018.