ESTAMPAS NAVETAS. EL MERCÁU DE LOS GOCHOS
Jun 06 2018

POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)

El barrio de Dominganes a principios del siglo XX

La realidad demuestra que resulta sumamente difícil encadenar dos semanas seguidas sin tener que lamentar algún deceso en el concejo. De modo que pasamos a dar cuenta de los tres últimos.

El primero tuvo lugar el 22, cuando nos dejaba, en la Residencia Comarca del Mayor, de Nava, Erundina Piñera Corripio, a los 95 años. Natural de Camás (Cabranes), Erundina era viuda de Teófilo Fernández, “El capador” (que había nacido en Coya-Piloña y fallecido en 2001), con el que tuvo dos hijos; José Roel y Teófilo.

El matrimonio vivió, entre otros sitios, en Tresali y en La Laguna, hasta que pasó a residir, definitivamente, en una casa que construyeron en el lugar conocido como “La recta la Hojalatera”, que está frente a los Institutos, pero al otro lado de la carretera. Cabe decir que Teófilo fue en su tiempo una persona muy conocida, pues además de ser castrador de profesión (titulado por la Escuela Veterinaria de León, según me informó su hijo Teo) en un tiempo en el que puede decirse que en cada casa se criaba un gochu al añu, él también criaba y vendía lechones.

Recuerdo su figura, discreta y amable, vistiendo de mahón y siempre con tirantes, al lado de un remolque con gochinos de cría, en la zona de la villa en la que se celebraba el mercáu de esta clase de porcinos, la cual se ubicaba en la proximidad de Casa Concia y el bar del Piloñu, al otro lado del río, entonces descubierto, que se salvaba atravesando el puente de La Cocina.

Después, el 23, era Esther Montes Pruneda la que faltaba. Nacida en La Teyera (Nava), casada con Luis Collada Vega, de Viobes (Nava), y madre de tres hijos; Marisol, Luis Ángel y José Manuel, Esther fue una mujer buena y trabajadora, que, con la ayuda de Luis, su marido, sacó adelante la familia y atendió con acierto el Bar El Cafetín, ubicado en la Calle Baja de la villa, también familiarmente conocido como “La Churrería”. Fue, asimismo, una excelente cocinera. Puedo dar fe de ello.

Y era, como es sabido, hija de Aquilino Montes Vallina “Quilo”, que fue carreteru y natural de Melendreros (Santu Mederu-Bimenes), y de Julia Pruneda, de Viobes (Nava), que vivieron en La Teyera (Nava). Dándose la curiosa circunstancia de que el matrimonio tuvo primero a seis hijas, todas mujeres; Lumina, Concha, Oliva, Albina, Maruja y la propia Esther (de las que sólo queda con vida Albina, que tiene 90 años y vive en Buenos Aires) y, a continuación, otros seis varones, todos ya fallecidos; Esteban, Manolo, Titi, Luis, Tino y Miguel Ángel.

Y, por último, el 27 finaba en su casa de Viobes (Nava) Argentino Fuentes Redondo, a los 85 años. Argentino estaba casado con Covadonga Díaz Menéndez (Pili), con la que tuvo tres hijas; Ángeles, Covadonga y Begoña. Y era hijo de Germán, de Paraes (Nava) y de Gumersinda, de Verdera (Cuenya), los cuales tuvieron, además de Argentino, otros cuatro hijos; Valentín (+), María, Avelino (+) y Germán.

Hay cosas que pocos saben de nuestro hombre, como que hizo la primera comunión en Cercedilla, donde vivió un tiempo con una tía, y a donde volvió después, a los 16 años, llegando a trabajar en el ayuntamiento de aquel municipio de la sierra madrileña. Llevando las cosas por orden, diremos que permaneció en filas tres años, enrolado en la banda del regimiento de

Milán, tiempo y formación que consolidaron su gran afición a la música, lo que daría lugar a que después creara una orquesta, de la que formaban parte, con Argentino (saxofón), sus hermanos Valentín (acordeón), Avelino y Germán (batería), contando, además, con Jorge, de Monga, que era vocalista, y Forcelledo, de Castañera, a la trompeta.

Y como el padre de los hermanos Fuentes, Germán, era lecheru, la orquesta era conocida en toda la comarca, cariñosamente, como la de “Los Lecherinos”, aunque su nombre oficial fuera el de Orquesta Casablanca.

Aparte la música, Argentino fue un hombre emprendedor, y una muestra de ello es que, desde 1963, regentó un comercio de electrodomésticos en la calle de La Vega de la villa, frente a la bolera de Revilla, negocio que trasladó a un edificio nuevo que él comenzó a construir, en la misma calle, en 1968, al que añadió la concesión de Butano.

Negocio que, justo es decirlo, sigue a la fecha en el mismo lugar, y atendido por su descendencia. También, durante unos años, tuvo abierto un comercio de muebles en el local que antes había sido el Bar La Gran Vía, de Armando Cuenya. Asimismo, mantuvo actividad en el campo de la política local, que ya detalló este periódico, siendo candidato a la alcaldía en 1987, y, según me informó la familia, formó parte de la Comisión que organizó el Primer Festival de la Sidra, allá por 1969.

Y burla burlando, y con más pena que gloria, los grandes días de mayo se van acabando.

 

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