POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
La gran ofensiva metereológica de estos últimos días, con bajas temperaturas, y fuerte temporal de lluvia y nieve, nos pasó por arriba, dejándonos pegados al terreno, con poco margen de maniobra y dificultades de diverso grado en la cuestión logística.
Una de estas últimas mañanas, cruda como ella sola, se encuentran en la calle dos amigos.
-¡Uff! ¡Tá frío, ¿eh?, dice uno, mientras se frota las manos con energía.
Es un hecho tan evidente que no necesita confirmación, pero el otro, haciéndose cargo, de inmediato, de la laguna de su amigo en lo concerniente a la ciencia que tiene que ver con las cosas del tiempo, procede, condescendiente y con paciencia, a sacarle de la ignorancia (al fin y al cabo, es un amigo), informándole sobre el asunto.
-¿Qué quieres? ¡ esto ye el inviernu, amigu ¡.
¡Ah, caramba!. Aquí, si tuviera que seguir con el relato, y fuera yo el aludido, entiendo que tendría a mano dos opciones: una; abrir mucho los ojos, con expresión de asombro (en el que debiera reflejarse, para ser bien, un poquitín de gratitud), y dos; cerrar con fuerza los ojos, incluso forzando los músculos intervinientes para tal esfuerzo, con el objetivo de no soltar una carcajada de tamaño descomunal ante el bienintencionado informante. Pero, ya digo, eso sería si tuviera que seguir con el relato.
Por otra parte, y en otro orden de cosas, el Alto Estado Mayor, Sección Ministerial que se encarga de las Pensiones, ha informado puntualmente (un año más) a la tropa (de pensionistas) que la situación general ha mejorado.
Sin embargo, la referida tropa, que está pegada al terreno y empapada de la realidad que supone el diario vivir, no es capaz, ni arremellando los güeyos, de columbrar, de percibir esa mejoría, aún esforzándose y poniendo el alma en ello. ¿Por qué será?. Leocadio Redondo