POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Cuéntase en «cuentos de vieyos», de esos que narraban los güelos a los nietos al calor de la cocina en noches de invierno mientras cocían «les farrapes» (fariñes, pulientes, gachas de maíz…), que había «animales marinos» a los que convenía despreciar a causa de sus tendencias alimenticias. Tales eran, por ejemplo, los cangrejos de mar (cámbaros) en todas sus variedades porque gustaban de cadáveres de peces, de carnes en desecho y hasta de cadáveres humanos consecuencia de naufragios. Algo parecido se decía de ciertos peces, a los que se llamaba «sin sangre», y se suponía que aprovechaban la de náufragos devorándoles primeramente los ojos. ¡Qué cosas!
En estas estamos hoy a cuenta de una foto que colgó en Facebook mi amigo el avilesino CARLOS GUARDADO, contando que en pescaderías de Avilés se ofertaban «siviellos» a l2,60 euros /kg.
Empecemos aclarando cosas y, así, evitaremos caer en la tentación de la anortografofilia, pues nos llevaría a ese cierto erotismo que generan las faltas de ortografía.
No existe, que yo sepa, la palabra asturiana «siviello» o «siviellu», sino una en cierto modo parecida, XIBIEYO o XIBIEYU (con «x» y con «b»), sinónima de otras con el mismo significado y son: «corcón», «escamón», pexe sin sangre», mirlotu, piardu…:
Y aquí tenemos un lío de los de «no te menees», pues existen CUATRO variedades de peces con estos nombrecitos. Dos de ellos son pelágicos (es decir, de altura, de alta mar), aunque a veces se acercan a la costa; y los otros dos son litorales o costeros.
Son pelágicos el PEZ PLATA (Argentina sphyraena L.) de cuerpo muy translúcido y hocico puntiagudo, al que en castellano se le llama «Pez Plata». Para mi gusto, es el mejor de los mirlotos- Otro es la SULA (Argentina silus Asc.) también de cuerpo translúcido y hocico más chato (silus, en latín significa chata o romo).
También es muy sabroso.
Son litorales el PEJERREY (Atherina boyeri Dep.) de color verdipardo y ligeramente translúcido, y el ABICHÖN (Atherina presbyter Cuv.), similar al anterior aunque más acusado el color verdoso. Lo de «presbyter» se debe a que posee una franja plateada lateral parecida a la estola que usan los presbíteros (sacerdotes).
Los mirlotos, o bien por su mala fama o por lo que fuere, siempre gozaron de poco aprecio. De ahí que se consideraran «morralla» para regalar o para malvender.
¡Qué disparate!
Su carne es finísima y en fritura, tipo «pescao frito al modo andaluz» son exquisitos (no, por favor, ni digan esa cursilada de «pescaíto frito», que es tan grave como llamar «sidriña» a la sidra).
Les explico cómo los freímos en mi casa.
En primer lugar exigimos una gran frescura en esos peces.
Los evisceramos, dejando las cabezas, y se lavan al chorro de agua fría. Se escurren y se «secan» suavemente con papel absorbente. Se salan al gusto. Reposan durante unos 10 a 15 minutos.
Aparte se prepara una mezcla al 50 % de harina de trigo y de harina de garbanzos. En ella se rebozan los peces y fríen en aceite de oliva, bien caliente, hasta que estén doraditos y «rustidinos», pero no quemados.
Si en el aceite se frieron previamente 2 dientes de ajo (que se retiran), mejor que mejor.
¿Y cómo se comen?
Pues , miren ustedes, para hacer las cosas bien , aunque eso sí con suma discreción y elegancia sin cursilería (por ejemplo, no extiendan para ello el dedo meñique), cómanlos uno a uno y A MANO; algo así como si estuvieran tocando una «armónica».
Y entre mirlotu y mirlotu, un bocadín de pan. Y cada tres mirlotos, un culetín de sidra o un sorbín de vino blanco de Cangas o albariño de Galicia.