POR JOSÉ MARÍA GOLDEROS VICARIO, CRONISTA OFICIAL DE GRIÑÓN (MADRID).
Al llegar el contagio a Ciudad Real, de la conocida por “gripe española”, apellido aplicado a nuestro país simplemente por aportar más información que ninguna otra nación afectada, al no censurar los datos sobre la enfermedad. Al contrario que lo hacen otras naciones por estar sumidas en la Primera Guerra Mundial y no desear dar a conocer bajas en sus respectivos Ejércitos.
A través de los Pirineos nos contagia Francia. Y años más tarde, superando el dificultoso acceso a los archivos, y a la documentación relacionada con la beneficencia; o colectivos concretos como médicos o religiosos y también con la consulta a diferentes hemerotecas, establecemos así valiosos documentos de gran interés.
Respecto a la mortandad causada por dicha gripe en toda la provincia de Ciudad Real, conocemos datos fidedignos; alcanzaron la cifra de unos 4.000 fallecidos, pero valencianos, murcianos, gallegos y burgaleses fueron víctimas predilectas de la trágica epidemia gripal que, a lo largo de 1918, hizo sucumbir a un cuarto de millón de españoles.
Además de Madrid, conocemos datos durante la primavera y el verano de 1918 se informó de numerosos afectados en diversas provincias, donde destacaban Ciudad Real, Toledo, Badajoz, Córdoba… Al principio no fue una epidemia de elevada mortandad. Nada hacía pronosticar la intensa reaparición sobrevenida en otoño.
Hasta el día 30 de septiembre no se publicó en la prensa provincial la primera noticia sobre el estado sanitario de la provincia de Ciudad Real presentando un panorama general poco complaciente. La primera defunción por gripe acontecía el día 10 de septiembre aunque apenas tuvo repercusión porque la siguiente no aparecería hasta pasados seis días. Tendrían que transcurrir otros seis días más para que se percibiesen los efectos letales de la epidemia. La jornada del 22 fallecían dos individuos iniciando una dramática serie de defunciones que se mantendrían hasta finales de noviembre, concretamente hasta el día 24. Entre ambas fechas todos los días se registraban decesos, sumiendo a la población en un estado de pánico colectivo. El día 2 de octubre en la reunión de la Junta Provincial de Sanidad, se constataba la preocupación sobre la evolución, esta vez sin duda, de la epidemia de gripe en la provincia. La turbación en la capital por la invasión gripal era manifiesta ante los incesantes e inquietantes rumores sobre la propagación epidémica muy mordaz en diferentes puntos de la provincia como Campo de Criptana, Tomelloso, Daimiel, Porzuna… Para calmar los ánimos y pese a la inexactitud de información oficial, las autoridades municipales continuaban con el riesgo epidémico a que exponían a sus ciudadanos; se confirmaba que el gobernador civil y el inspector provincial de Sanidad se trasladarían a las localidades ciudarrealeñas más afectadas.
El 22 se multiplicarían las defunciones por gripe, bronquitis y bronconeumonía. “Para que nos hagamos una idea del impresionante drama humano sufrido y vivido por los habitantes de nuestra provincia, en poco más de un mes murieron 198 personas. Para paliar los efectos de la epidemia, desde el Gobierno de la nación se habían enviado a Ciudad Real casi medio centenar de tiendas de campaña procedentes del Ejército, además de estufas de desinfección, medicamentos y dinero para socorrer a los más desfavorecidos. A pesar de la prevalencia de patologías epidémicas también en Ciudad Real capital, eran ahora otros núcleos de población los que requerían atención inmediata y el sábado 5 de octubre, al mediodía, juntos gobernador civil e inspector de Sanidad emprendían viaje por ferrocarril para trasladarse a pueblos donde comprobarían el alcance de la infección para emprender las acciones oportunas. Se iniciaba una campaña de conocimiento directo del estado sanitario provincial asistiendo a aquellos lugares donde existía constancia de la profusión del ataque epidémico, demostrando con ello su preocupación personal humanamente comprensible de miedo al contagio.
En cambio sus declaraciones minimizaban el estado de alarma -sin duda para evitar crispación en los municipios no afectados que no les eximía para que únicamente actuasen cuando tenían fidedigna constancia de los graves efectos de la crisis epidémica. Las noticias acerca de la epidemia eran extremadamente trágicas, que en Tomelloso se hablaba de 2.000 atacados con una mortalidad del 4%. En Campo de Criptana y también en Daimiel y Porzuna habían acentuado el número de afectados; en Daimiel, coexistían los enfermos de gripe con los abundantes casos de tifus, viruela y difteria. Para mejorar el estado sanitario de los daimieleños la junta provincial de sanidad remitía a la beneficencia municipal 10 viales de linfa vacuna, que constituiría la única ayuda sanitaria que recibiría la localidad para hacer frente a este brote epidémico.
FUENTE: J.M.G.V.