POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

Tras ímprobas gestiones y múltiples contratiempos económicos y administrativos, se consiguió que la administración regional diera luz verde a la añorada y necesaria construcción del puente sobre el río Segura. Sabido es, nos lo delata la historia, que Ulea ha tenido cuatro puntos de amarre de barcas que surcaban las aguas del río Segura, transportando carruajes, animales de carga, ganado doméstico y personas. Era la única vía para que los uleanos pudieran salir hacia el sur. Hacia el oeste existía un camino de ganado y hacia el este un camino de herradura y pequeños carruajes. Como es lógico, por allí transitaban las personas. Pero ¿Por qué tantos muelles y puntos de amarre para las barcas? Sencillamente, porque las frecuentes riadas, dejaban escombros en unos lugares y se acumulaban grandes extensiones de terreno en otros; cambiando el cauce del río y, como consecuencia, desaparecían los muelles, las maromas y las barcas. No quedaba más remedio que utilizar los espacios del río más viables.

Por fin se hicieron los estudios pertinentes y se procedió a la construcción del puente. Lo que no se contaba es que, en el fondo del cauce, se tropezara con una enorme roca irregular (hasta allí llegaban las estribaciones del monte “el castillo”) que impedía la implantación de los pilares que soportarían el puente, la carretera y el peso de los vehículos que, por allí transitaran, con plenas garantías de seguridad. Tras los estudios pertinentes, llegaron a la conclusión de que procedía destruir dicha roca y se tenía que hacer por medio de barrenos.

Pues bien, en el año 1924 fue preciso demoler dicha roca, en vez de demoler fue volar, por medio de barrenos. Esta técnica ya se utilizó tiempos atrás, para construir varios edificios en la parte sur y oeste del “corralón”.

Las detonaciones eran ruidosas y conseguían que cundiera el pánico entre los ciudadanos colindantes; tanto por el ruido ensordecedor como por los trozos de piedra que salían por los aires, cayendo en los alrededores y ocasionando desperfectos.

Pero, lo más importante era conseguir qué, “las piedras voladoras” no ocasionaran desgracias personales, tras encender la mecha de los barrenos, en la roca del río. Para conseguir dicha seguridad, se solicitó al Corregidor Provincial, que pusiera en marcha las diligencias de seguridad, ya que muchos curiosos y atrevidos se acercaban de forma peligrosa y, lo más preocupante era la afluencia de los niños en edad escolar que, siendo novedad para ellos, se marchaban, nada más salir de la escuela, sin pasar por sus casas, por si acaso sus padres no les dejaban acercarse. El Corregidor Provincial, delegó la responsabilidad en el Alcalde de Ulea D. José Ríos Torrecillas para que se procediera a acotar las proximidades de donde se iban a barrenar y explosionar las rocas. Para ello avisaron a los maestros para que no dejaran salir a los niños, de las escuelas, a la hora de la deflagración. Con estas precauciones se consiguió que la obra llegara a feliz término, sin que hubiera que lamentar desgracias personales; como se tenía noticias de que había ocurrido en otros lugares.

Al acabar las obras, en el año 1925, se procedió a la inauguración del tránsito rodado y de peatones, por las autoridades provinciales y locales (1) Como representantes de Ulea estuvieron el Alcalde D. Gumersindo Cascales Carrillo, que había cesado en su cargo el día 26 de marzo de 1924 y el actual, D. José Ríos Torrecillas, que permaneció en el mismo desde el día 23 de marzo de 1924 hasta el día 21 de mayo de 1928. A ellos, como era costumbre, les acompañó el Cura Propio de Ulea D. Juan de Dios Zagalé Fernández, que rezó una oración, para bendecir el puente recién construido y, agradeciendo a Dios y al comportamiento cívico de los ciudadanos, por haber llegado a feliz término sin que ocurriera ninguna desgracia personal.

NOTA

(1) Ocurrió una anécdota curiosa, de la que todos los concurrentes fueron testigos: cuando las autoridades declararon inaugurado el puente, nadie quería ser el primero en transitarlo. A todos les daba miedo. Entonces, Adrián- el casero de Gregorio Tomás Ramírez-, montó en su carro y, arreando a la mula, cruzó el puente ante los aplausos de los asistentes. Sí, Adrián hizo historia, ya que fue el primero en cruzar el puente que unió a Ulea y Villanueva.