EXPULSIÓN DE LOS MUDÉJARES DE ULEA
Nov 22 2014

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA. CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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La palabra Mudéjar, deriva del árabe “Mudayyan”, que significa doméstico o domesticado. Suele utilizarse para denominar a los musulmanes españoles que permanecieron, conviviendo, en territorio conquistado por los cristianos a los que se les permitió seguir hablando su lengua, continuar profesando su religión islámica y mantener sus costumbres.

Se organizaban, generalmente, en comunidades llamadas “aljamas o morerías”; con diversos grados de autogobierno, pero, siempre “supervisados”, según las condiciones impuestas tras su rendición.

Conforme iba pasando el tiempo, las relaciones de convivencia y tolerancia, se fueron endureciendo hasta que, tras la revuelta del Albaicín y la de los Mudéjares granadinos, en el año 1499, “por real decreto”, fueron obligados a convertirse al cristianismo; en el año 1502. La imposibilidad de integración y el recelo de la comunidad cristiana hacia los piratas berberiscos y la resistencia, a ultranza del abandono de sus asentamientos, se tomó la decisión de la expulsión de los moriscos, de todo el Valle de Ricote, en el año 1609. No obstante, en las comunidades del Valle, existía respeto y entendimiento según datos obtenidos por Isabel García y Santiago Otero, del Archivo General de Simancas, legajo 251.

El censo de habitantes mudéjares, en Ulea, en noviembre de 1613, era de 254 y cuatro cristianos viejos. Generalmente, el censo de mudéjares uleanos estaba compuesto, en su mayoría por moriscos viejos convertidos al cristianismo.

En el año 1613, el día 19 de octubre, Felipe III firmaba, en la ciudad de Ventosilla (Segovia), una carta en la que comisionaba al Conde de Salazar, para expulsar a los Mudéjares del Valle de Ricote y otra carta, a su sobrino, el Príncipe Felipe de Saboya, General del Mar, con la finalidad de que aportara las galeras e infantería, suficientes, para poder realizar el “desalojo”, sin que opusieran resistencia.

El Rey Felipe III, envió una tercera carta al Concejo de Murcia, disponiendo que atendieran al Conde de Salazar en las peticiones que le hiciere; para llevar a cabo su misión.

Por cuestiones logísticas, el Conde de Salazar, instaló su centro de operaciones en Hellín (Albacete), a unos 70 kilómetros del Valle de Ricote, el día 29 de noviembre de 1613. En Hellín montó su cuartel general y desde allí partían sus emisarios para ejecutar sus órdenes. Desde la sede de operaciones, oídos sus emisarios, se encargó de nombrar en cada villa, con población morisca, a un Comisario que recayó en la persona de Juan Martínez del Alcibar, a un Alguacil que recayó en la persona de Juan de Castañeda y a un Escribano que recayó en Sebastián Calvete Mendieta; que, a su vez, lo era del Ayuntamiento de la villa de Ulea, según refleja en su libro, ‘Mito y Realidad’, del historiador Luís Lisón.

El número de Mudéjares, en todo el Valle de Ricote, era de 2504, de los que correspondían, a Ulea, 224. El número de los últimos descendientes de los musulmanes, no era nada despreciable.

El informe obtenido en el Archivo General de Simancas, es idéntico al ratificado por Fray Juan de Poveda, sobre “los murcianos en vísperas de la expulsión”, en el año 1612, transcrito y publicado por Juan González Castaño. En virtud del informe emitido por Fray Juan de Poveda, podemos conocer la situación que presentaba la comunidad morisca de Ulea.

Dice así:

‘La villa de Ulea es una comunidad de un curato y en ella conviven 224 Mudéjares y cuatro cristianos viejos. Refiere Fray Juan de Poveda que el cura y los cuatro cristianos viejos, informan que tienen muy buen comportamiento; así como de su cristiandad en general. Testifican, de forma fehaciente, haber comido tocino varias veces con ellos; así como haber tomado bebidas. Este mismo testimonio lo ratifica un religioso que ha predicado durante la última cuaresma; y añade: “se esmeran en las fiestas y tienen cofradías”.

El Comisario, Juan Martínez de Alcibar, percibía un salario de 800 maravedíes diarios. El Alguacil, Juan de Castañeda que también lo era del Ayuntamiento, percibía su salario oficial más un suplemento de 200 maravedíes y el escribano, que en muchas ocasiones atendía Ojós, Sebastián Calvete Mendieta, que a la vez lo era del Ayuntamiento, recibía un salario especial.

En cada ciudad se dio un plazo de diez días para registrar a todas las personas, así como sus haciendas, para que, en dicho plazo, “se dispusiera de ellas o se integraran en el fisco real”, con el fin de presentarse y vender sus bienes. Dicho plazo tuvo que ampliarse, debido a la imposibilidad material de poderlo realizar; en tan corto espacio de tiempo.

Durante este brevísimo espacio de tiempo, todos los vecinos, que así lo deseaban, otorgaron cartas de venta, donaciones y escrituras; ante el Escribano Sebastián Calvete Mendieta. Dichas escrituras tuvieron que realizarse en el corto espacio de tiempo que va desde el día 8 al 13 de diciembre de 1613, o sea, hasta el día anterior a la fecha definitiva para su salida de Ulea; como último reducto de los moriscos.

El contingente formado por los últimos moriscos y mudéjares, recaló en Cartagena los días 17 y 18 de diciembre de 1613 para, desde allí, ser conducidos a Oran y dispersados por diferentes países del norte africano. Un pequeño grupo de uleanos, encontraron cobijo en Mallorca, desde donde fueron expulsados, de forma definitiva, el día 18 de agosto de 1614, según testimonio de J. María García Avilés, recopilado en su libro ‘Los Moriscos del Valle’.

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