EXTRAORDINARIA ANTOLOGÍA PICTÓRICA DE GIL FONDÓN ÁLVAREZ EN ARRIONDA
Sep 22 2024

POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).

Desde su salón-mirador sobre el río Sella -entre múltiples cuadros que le guardan las espaldas desde la pared (algunos en la exposición)- Gil Fondón observa el puente que él mismo vio construir y espera que -en pocos meses- se renueve hasta darle la categoría y la dignidad que se merece esta entrada a Arriondas como capital del concejo.
(Esta foto la tomé hace seis años, en 2018).

Gil Armando Fondón Álvarez (que ese es su nombre completo) nació en la plaza Venancio Pando de Arriondas el día 21 de marzo de 1931.

Sus padres, Manuel y Ángela, tenían una tienda de venta de zapatos en el bajo de la misma casa donde habitaban, a escasos metros de la actual.

Regentando después -durante muchas décadas- el emblemático Café Español.

Componían la familia seis varones y una mujer.

De mayor a más joven los hermanos eran: Manuel, Belarmina (Mina), Silvino, Eugenio, Pepito, Fernando (Nano) y Gil.

Todos estudiaron en la escuela pública, cerca de su casa, pues solo tenían que cruzar la plaza para llegar a ella.

Cuenta Gil cómo a los cuatro años sufrió una parálisis que le impedía levantarse de la cama y, tras varios meses, sus padres le llevaron a Valdecilla, en Santander, donde los médicos les dijeron que -posiblemente- esta enfermedad infecciosa producida por un virus, le volvería a repetir y le dejaría inútil para siempre.

Con una fórmula magistral les remitieron para Arriondas, donde su madre le aplicaba friegas con la misma, ya elaborada en la farmacia de la villa. Poco después -y casi repentinamente- Gil se dio cuenta un día que podía mantenerse en pie sin apoyos y, así, hasta hoy, superados ya los 93 años.

Gil era feliz en la escuela, a pesar de los inconvenientes que se les ponían a los niños y niñas zurdos -como era su caso y lo fue el de su hermano Pepito- por aquella absurda manía (que se alargó durante décadas) de obligar a escribir con la mano derecha a los que utilizaban la izquierda, algo tan duro para un niño como si a un diestro le obligasen a utilizar la mano izquierda.

Uno de los maestros de Gil era castellano (cosa habitual en aquellos años), al que los chicos conocían como “Zamarrina” y hacía la vista gorda en este asunto, pues -como él decía- el cuaderno de Gil era de los mejores de la clase y, si el inspector visitaba el aula, no le iba a pedir que escribiese ante él.

Pero, después, llegó otro maestro que le obligaba a escribir con la mano derecha. Gil lloraba y se negaba a volver a la escuela para evitar tal suplicio. Y, así, la escritura y el dibujo -que tan bien se le daban desde crío- eran un tormento para él.

En su adolescencia, Gil acudió a clases de contabilidad en la academia privada que don Ramiro Gutiérrez Paniagua tenía en Arriondas, así como a las clases particulares que impartía el maestro don Emilio Sola.

Su primer empleo fue en la tienda de regalos de don Rafael Pérez y Pérez, especialista en lámparas, juegos de loza, listas de boda, cuadros, etc. Allí Gil se encargó de poner al día aquel bajo comercial del centro de la villa, cambiando cada viernes el escaparate y dándole cierta modernidad.

Con la mitad de su sueldo se pagaba las clases particulares. Y, entretanto, su padre se hacía cargo del traspaso del Café Español, con el Casino en el primer piso y, sobre el mismo, la buhardilla. Ellos seguían viviendo en su casa de siempre, unos metros más hacia el ayuntamiento, donde había estado su zapatería hasta la guerra.

La gran afición de Gil Armando Fondón Álvarez siempre fue la pintura. En casa se pasaba los domingos pintando, incluso él mismo elaboraba los diminutos pinceles necesarios para cultivar su pasión.

Óleos y acuarelas (y algún pastel) salieron de sus pinceles en notable cantidad y -cuenta él con cierta melancolía- un par de cosas.

Una es que -en su adolescencia- estaba empeñado en ir a estudiar a la Academia de Bellas Artes, en Madrid, algo casi imposible para un chico cuyos padres no dispusiesen de buenos medios económicos, en aquellos duros años de finales de la década de los 40.

Su padre le proponía acudir a clases de pintura en Oviedo hasta dos veces por semana, pero Gil estaba empeñado en que tenía que ser en Madrid, nada de en Oviedo.

Cuenta, asimismo, que un día fue a ver sus cuadros -por indicación del mismo- un amigo de Juan Fernández, director del Banco Herrero, quien le hizo muchas sugerencias sobre los mismos, de las que Gil tomó buena nota, regalándole el parragués algunos dibujos para la esposa del desconocido visitante, el cual le dejó una tarjeta para que le visitase en Madrid.

Después supo que aquél -que tanto sabía de pintura- era nada menos que el Jefe de Restauración del Museo del Prado.

Yo creo que aquel adolescente de 18 años, que había nacido junto al viejo puente de Arriondas, aún le duele no haberle visitado en Madrid, pero las circunstancias de la vida de cada uno son las que son.

Gil ha participado con sus cuadros en numerosas exposiciones en diferentes puntos de Asturias, y tiene obras suyas repartidas por diversos países, especialmente por aquellos de América Latina donde hay «indianos» o vecinos del concejo.

Gil está casado con María Antonia Pérez González, conserva una magnífica salud y una mente envidiable para sus años.

Sólo le deseamos que siga así y que la exposición que presenta durante casi todo este mes de septiembre (del 4 al 26) en la Casa de Cultura “Benito Pérez Galdós” de Arriondas, tenga el éxito que se merece.

Horario de visitas (de lunes a viernes, ambos inclusive):

Mañanas: de 11 a 14.

Tardes: de 16 a 20.

FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez

Calendario

noviembre 2024
L M X J V S D
 123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930  

Archivos

UN PORTAL QUE CONTINÚA ABIERTO A TODO EL MUNDO