POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Este agosto que Dios nos regala para Asturias, que no para tierras de conquista, es (perdonen la expresión, pero así la decía un amigo mío) «cojonudo y a la vez chocante». Cuando se anunciaba un verano de «agostar», en el Principado no agosta ni el agosto.

¡Dios mío, qué lío de palabras!

Pero es la realidad asturiana. Esperamos (y deseamos) sol y tropezamos de lleno con agua, fresco, borrina, humedad…

Tropezar. ¿Por qué digo «tropezar»?

Déjenme que me disfrace de «repelente niño Vicente».

Tropezar es palabra derivada del latín interpedire (entorpecer, trabar, enredar) y llega al castellano en el siglo XII como «entrepeçar» , deriva hacia «entropeçar» en el siglo XIII y finalmente, en el siglo XVI, como tropezar.

Tropezar o dar un tropezón es dar de bruces contra algo inesperado que puede provocar una lesión, una caída, etc.

Incluso, ampliando el concepto, puede aplicarse al encuentro o logro de una sorpresa.

Y aquí quería llegar yo.

En nuestra cocina de a diario les fabes siempre ocuparon un protagonismo importante.

Estofadines, en guiso con patatines… No, la fabada no es guiso de a diario sino de fiesta con gaita y tambor.

¿Cómo definir un plato de gala que sin ser fabada sea sorprendente?

Pues muy fácil: Un guiso de FABES CON TROPIEZOS DE MARISCO.

Pero, ¿qué tropiezos?

¡Ah! Eso ustedes verán: desde marisquinos humildes hasta los de alta alcurnia. como andariques, centollos, bogavantes, langostas.

Nosotros, en este agosto de niebla económico-política, nos inclinamos por la humildad.

Este es nuestro consejo:

Estofen al modo acostumbrado unas alubias blancas (recomiendo las de fabada o granja, o las redondinas de gloria).

Aparte, en sartén con aceite, frían al ajillo unas colas de langostinos y agréguenlas a las alubias. Añadan unas almejas, berberechos o mejillones, den unos hervores para que abran las valvas; dejen reposar y sirvan muy calientes.

Si gustan, pueden «alegrar» el guiso con un chorro de vino blanco.

¡Ojo! Tengan cuidado al degustar este guiso que sus dientes no tropiecen con las conchas de los bivalvos. Sería un tropiezo molesto.