POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Todo comenzó en el año 1918 cuando don José Fernández, «El Profesor», músico y profesor de música, abrió en Salas (Asturias) un negocio de hostelería al que bautizó como Casa del Profesor.-Allí, entre muchas exquisiteces, ofrecía unos «almendrados» de avellana, que elaboraban en Belmonte de Miranda, a los que llamaban «macarrones» (palabra francesa que significa almendrado).
Don José se hizo con la fórmula y empezó a elaborarlos él, dándoles el nombre de CARAJITOS pues, así se cuenta, era como se los pedían algunos clientes antiguos emigrantes en América («¡Ponme un carajo de esos!», le decían al solicitar un café).
Yo creo que la historia es muy otra. Don José, que era muy, muy listo, sabía que CARAJITO era (no sé si es) nombre popular en Madrid, desde mediados del siglo XIX, para unos almendrados , más bien duros y con forma cilíndrica.
¡Vaya! Como un pene en erección.
La palabra «carajo», derivada del latín caraculum (palo corto y grueso), aparece en la lengua castellana en el siglo XII en un documento del Monasterio de Sahagún, firmado por un tal Pedro Carajuelo; y ya con significado de pene es citada en algún poema satírico de Alfonso Álvarez de Villasandino (1340-1424), trovador en la corte de Enrique II y de Juan I de Castilla.
Muchos de sus poemas están recopilados en el «Cancionero de Baena», como este titulado «Decir contra una dueña», que comienza así:
«Señora, pues que no puedo
abrevar el mi carajo
en ese vuestro lavajo
por domar el mi denuedo…»
Y más adelante continúa:
«Señora, flor de madroño;
yo quisiera sin despecho
tener mi carajo arrecho
bien metido en vuestro…. (pongan ustedes la palabra que rime)
A don José le sucedió en el negocio su hijo «Falín», también profesor de música; a éste, su sobrina Marichu; y a esta, sus hijas; hoy, en cuarta generación, depositarias artesanales de los afamados CARAJITOS DEL PROFESOR.
¿Que cómo se elaboran?
Pues no lo sé (¡secreto, secreto!), pero pueden seguir esta pauta:
Adquieran avellanas asturianas de máxima calidad y, ya sin cáscara, macháquenlas en mortero para que la molienda resulte grosera. Mézclenlas con azúcar y seguidamente añadan clara de huevo, amasando bien, para formar una pasta homogénea. Pueden aromatizar con algún licor al gusto como ponche, brandy, cointreau, etc. Se toman pequeñas porciones de esta mezcla y dispuestas sobre bandeja de horno, cuecen a 180º C hasta que estén a punto.
¿Y por qué les cuento hoy esta historia tan «salense» y asturiana?
Pues porque mañana sábado «Falín el Profesor», ya fallecido hace muchos años, será protagonista de un homenaje-recuerdo en su villa natal.
Homenaje al que nos sumamos con entusiasmo y que, así lo entendemos, será el pistoletazo de salida para el solemne centenario, en 2018, de los CARAJITOS DEL PROFESOR.