POR ALFONSO ROVIRA. CRONISTA OFICIAL DE ALZIRA (VALENCIA)
Pancracio Celdrán Gomáriz, maestro de la palabra, falleció en Madrid el domingo, 24 de marzo, a los 77 años de edad. Había nacido en Murcia en 1942, trasladándose un año después Alzira, con sus padres, Manuel Celdrán y Dolores Gomáriz, siendo el progenitor profesor y afinador de pianos, actuando en los primeros años en Radio Alzira, acompañando a los actuantes con el referido instrumento en el programa “Micrófono para todos”.
Pancracio, o don Pancracio, como respetuosamente le llamábamos, tuvo el acierto de nacer en Murcia –“la patria bella, de la huerta sultana”, según el himno a Murcia, que con bella voz cantaba el barítono Ginés Torrano- el 23 de abril de 1942, día que se celebra la fiesta del libro y aniversario del fallecimiento, 1616, del príncipe de los ingenios, Miguel de Cervantes.
Pocos meses después, el futuro profesor renació en Alzira, instalándose en el primer piso del número dos de la calle Santa Lucía, al lado de la “Casa de la Olivera”, donde según la tradición falleció el rey don Jaime I de Aragón y donde nacería María Gracia, última hermana de los ocho que formaban la familia.
Mi extraordinaria amistad, si se puede llamar así, con el desaparecido Pancracio, me comentaba que “hay vivencias que no se le podían olvidar”. Los primeros olores a llegar a Alzira; el azahar penetrante, embriagador de los huertos de l’Alborgí, cercanos a su casa, al otro lado del brazo muerto del río Júcar, y los de enfrente, Tulell; el croar de las ranas, que solíamos pescar en el río; el piar de les cagarneres i verderols; las voces de los vendedores ambulantes: el pellero, l’esmolaor, el carret del aiguallimó, l’arrop i tallaetes. son pasajes vistos desde su casa en la barriada del Cristo. Alzira era por aquellos días una ciudad abarcable: su perímetro todavía era reconocible. De aquel mundo mágico de la infancia de Pancracio, solamente queda el hermoso testigo, el Pont de Ferro. En algunas ocasiones, que fueron muchas, cuando de incógnito se acercaba a su querida Alzira, se alegraba de ser recibido por los cañaverales que jalonan el paso de las aguas no muy caudalosas hoy, del río. Y más compartir una rica cassola de arroç al forn, en casa de sus amigos, el matrimonio Reme Pau y Pepe Perepérez, en el carrer La Malva. Pancracio era un buen gastrónomo. En los primeros días del mes de enero de 2007, con la compañía de Aureliano Lairón, cronista de Alzira, y Pablo García, nos acercamos a Caravaca de la Cruz, donde se iniciaba el año Santo, para encontrarnos con Celdrán, ya que se realizaba en aquella ciudad el programa de Radio Nacional de España, “No es un día cualquiera”, donde tomaba parte nuestro amigo. El finalizar la transmisión nos desplazamos a Los Royos, lugar donde el que suscribe nació. Allí, mi sobrina, Juana Pérez, nos había preparado una rica sartén de migas murcianas, acompañadas de unas sabrosas “tajás” -pedacitos de tocino, morcillas y longanizas- procedentes de la recién realizada matanza del cerdo-. Fue una agradable reunión alrededor de la sartén, donde cada uno “metía” la cuchara.
Pancracio aprendió sus primeras letras en el cercano colegio a su domicilio, “El Centro”. Una monja franciscana, Sor Gema, le enseñó a leer, abriéndole el camino de la libertad. La religiosa le decía: “te eduqué porque elevándote dieras gloria a Dios”. De aquella excelente educación cristiana -me decía Pancracio- guardo en mi alma un recuerdo y gratitud inmensa.
Nuestro amigo entre sus titulaciones, fue Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica. Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Master en Historia Comparada. Diplomado en Historia de Oriente Medio; Lengua y Literatura Inglesa y Norteamericana y Lengua y Cultura Hebrea. Fue profesor en la Universidad Californiana de Berkeley y en la estatal de Florida. Profesor en universidades israelíes de Haifa, Jerusalén y Beer-Sheva, sobre el estudio de la Cultura Hispánica en Oriente Medio.
Pancracio vuelve a su Alzira, paraíso de su infancia, el 4 de abril de 2009, para pregonar la Semana Santa. Siente un enorme regocijo al recorrer sus calles antiguas. Como todos los pregoneros, la Junta de Hermandades y Cofradías, por la mañana le acompañaron al que fue antiguo monasterio de jerónimos en la Murta; el santuario de la Virgen de Lluch, donde besó el manto de la Patrona, gracias a Emilio Carbonell, y dejar escrita su dedicatoria en el libro de honor de la cofradía: “Queridos amigos. Me pasa lo que el viejo sacerdote Simeón, cuando en sus brazos le puso la Virgen el cuerpecito del Niño Jesús. Gracias te doy, Señor, porque mis ojos vieron al Salvador. He visto hoy, en este Real Santuario, el espíritu de mi infancia, todavía revoloteando por este recinto sagrado. En Alzira, cuando comienza la Primavera, en la Semana Santa del Señor a 4 de abril de 2009”.
Por la tarde fue recibido en el ayuntamiento por la corporación municipal que presidía Elena Bastidas y miembros de la Junta de Hermandades y Cofradías, como muestra la foto que acompañamos. Poco después en el coliseo del Gran Teatro, pronunció el pregón.
Cuando me llegaron noticias de quien iba pregonar nuestra Semana Mayor hace diez años, sentí una tremenda emoción. Un querido amigo de la infancia, Pancracio Celdrán, a instancias de una también querida amiga, Consuelo Berenguer, presentadora del pregón, había aceptado este honroso menester.
Querido y nunca olvidado amigo Pancracio, ¡queda con Dios!