POR JOSÉ SALVADOR MURGUI SORIANO, CRONISTA OFICIAL DE CASINO (VALENCIA)
La muerte no para, aun estando de luto, confinados por una pandemia, en la soledad del hogar, la muerte se nos cuela sin avisar, nos sorprende sin el menor aviso, y nos arrebata la vida cuando menos te lo esperas.
Un bando lo anuncia, ha fallecido Juan José Murgui, más conocido como «Juanito el Granerer.» Juan, Juanito es un hombre de Casinos, hijo de otro Juan, que fue vigilante nocturno durante muchos años. Además de desempeñar las tareas que conllevaba ese cargo, enterrador, barrendero de la plaza los sábados por la tarde y esas labores mudas, jamás agradecidas que hacían aquellos hombres hace más de cincuenta años, estaba casado con una mujer muy buena María Murgui. Este matrimonio un 6 de diciembre de 1965, perdieron un hijo de 9 años, Salvador «el chulaor», ya que desde muy pequeño sabia silbar a la perfección, imitando el canto de las aves; ellos eran los padres y hermano de la persona que hoy nos ha dejado, y de esa familia, queda el hermano del medio llamado Antonio.
Juan ha sido un hombre de campo, un «todo terreno» capaz de adaptarse a cualquier situación laboral siempre relacionada con el campo, la caza y la agricultura. Hombre de sabios consejos, de visión clara del mundo rural, atento a la hora que fuera requerido, cumplidor de su palabra. Fue Presidente de la Sociedad de Cazadores de Casinos.
Ejerció unos años de Guardia Rural en al Ayuntamiento del pueblo, fue un hombre vital para redactar en 1998 las «Ordenanzas Municipales sobre el medio rural» y la «Ordenanza reguladora de pastos», conocía a la perfección caminos, barrancos, espacios públicos rurales, el hábitat rural con las especies, clases de flora, y fauna, así como las que pudieran peligra por encontrarse en vías de extinción.
Un hombre entregado a su vocación, conocedor de su pueblo, defensor de la naturaleza, gran conversador, siempre por delante la sencillez y la nobleza por bandera. Se ha ido un hombre bueno, que por las circunstancias que estamos atravesando no puede tener la despedida que se merece, aunque en el corazón de los que lo conocimos y tratamos directamente con el queda ese rescoldo de serenidad por su buen hacer y mejor orientar.
Hace un momento recibí un mensaje de Vicente Sanchis, que en la Legislatura 1995-99 fue Concejal de Agricultura; lamentaba la pérdida de Juan que lo calificaba de «grandísima persona, sencillo y con una voluntad de colaboración para todo. Dominaba las Ordenanzas del medio rural desde la experiencia; me acompañaba en los conflictos vecinales y con el revisaba el término municipal para ver cómo estaban los caminos.»
Así era Juan. La noche del sábado al domingo, llegó su inesperada hora. La casa de la calle san Joaquín, quedó vacía. Aquella casa que regentó la «Paquetería de Pilarin» su esposa, anoche quedo huérfana de sus propietarios. Pilar Lafuente marchó aquel mes de marzo del año 2016, la que fue Presidenta de las Amas de Casa, Fallera de la Falla Pensat y fet, Dolorosa Mayor, Presidenta de Cáritas, Presidenta de atender necesidades, presidenta de hacer el bien. Una casa con dos Presidentes, pero limpia de vanidades, limpia de orgullo, llena de amor. Esa puerta siempre estaba abierta y la sonrisa era la mejor recepción.
Así nos vamos de este mundo como venimos, sin nada. ¿Qué dejamos? Las obras buenas, el afecto, la sencillez. Habrán personas que podrán pensar que estas letras no sirven de nada, que escritas en un momento determinado pueden estar cargadas de pasión, pero estas letras solo expresan una milésima parte de lo que las personas han hecho en vida, lo que las personas han aportado al bien común de los pueblos, y el poso que dejan cuando la sinceridad es palpable. Lo otro es orgullo y falsa vanidad.
Juan y Pilar, ya estáis en la verdad. Pilar nos dejó después de una larga enfermedad que acabó con su salud y Juan se ha ido sin pensar Tal día como hoy en 1997, la madre de Juan, recibió la comunión en el Combregar de aquel año, recuerdo la alegría de esa familia en aquel momento hoy 23 años después, los ha unido la eternidad. Solo me queda en nombre propio, y en nombre de los que pudimos trabajar con Juan y Pilar, darles un fuerte abrazo a sus hijos, Mª Carmen, Pili y Salvador y en este abrazo, decirles que se sientan muy orgullosos de los progenitores que han tenido, porque siendo presidentes o sin serlo, han sido unas grandes personas que siempre han estado al lado de Casinos.