Hasta aquí, bien. Pero, hay veces que la reiteración de una persona al dirigirte a ti, indudablemente que podríamos aplicar esta sentencia del argot popular. En mi caso, hace unos años, todos los días solía tomar mi dosis de café mañanero en un quiosco situado en una plaza. En invierno lo servían en el interior, pero el local tenía el acceso por dos puertas enfrentadas, de tal forma que si se abría una y otra a la vez, o se dejaban abiertas hacía frío. Todas las mañanas un vendedor de la ONCE, entraba por una de las puertas y salía por la otra, dejando ambas de par en par. Los clientes no le decíamos nada y cerrábamos las puertas, hasta que un día le dije que por favor lo hiciera él.
Pasó el tiempo, y por suerte o por desgracia, me tropiezo con dicho vendedor situado en una esquina cantando sus números. Y cada vez que me ve, por lo visto ya que no es invidente, cambia el nombre del número que está cantando a lo tradicional y comienza a hacerlo por alguno de éstos: «me queda la mala noche» (54), «la muerte» (00), «el infierno» (35), «la agonía» (99) y hasta «la mierda» (86). Sinceramente creo que a mí, con este buen hombre «me ha cagao la moscarda».
Pero, esa mala suerte a lo largo de la historia oriolana se ha visto en los innumerables sufrimientos a causa de las riadas, como aquella que se vivió en febrero de hace setenta y cuatro años.
A principios de ese mes, el día 5, Manuel Cañizares Isidro que desempeñaba accidentalmente el cargo de alcalde desde hacía 64 fechas, en una sesión extraordinaria del Pleno Municipal daba a conocer por un oficio del gobernador civil de la Provincia, José María Paternina Iturriagoitia, que se designaba como alcalde a Antonio Ferrer Monera, el cual tomó posesión en ese día.
Una fecha después se volvía a reunir el Pleno Municipal y, una vez abierta la sesión, se leyó una certificación de la Junta Municipal del Censo Electoral, por la que notificaba el resultado de las elecciones celebradas los días, 21, 23 y 28 de noviembre y 5 de diciembre del año anterior, siendo proclamados las siguientes personas: para el Tercio de Representación Familiar; José Balaguer Balaguer, Mariano Belda Garriga, Enrique Roca de Togores y Fontes, Ignacio Sánchez Ballesta y Eduardo Almunia y Roca de Togores.
Para el Tercio de Representación Sindical; José Gil Díaz, Emilio Wandosell Calvache, José Abadía Bascuñana, Jesús Guillén Carmona y Emilio Marcos García. Para Entidades Culturales y Profesionales: Fulgencio Ros Alifa, Andrés Lacárcel Galindo, José Belda Sevilla, José María Franco Galiana, y José María Linares Pescetto. Se procedió después a la constitución de las distintas comisiones municipales, entre las que se encontraba la de Inundaciones, que pasó a presidirla Emilio Marcos García.
El 16 de febrero de 1949, Orihuela y su huerta volvieron a sufrir una nueva inundación, que alcanzó el máximo nivel los dos días siguientes. En el Pleno extraordinario celebrado el 19 de dicho mes, el alcalde informaba de las medidas adoptadas para aminorar los daños, mientras que el concejal Emilio Wandosell Calvache se lamentaba de que no se había hecho nada práctico en el arreglo del cauce del río, a pesar de las seis últimas inundaciones sufridas.
Días después, en el Pleno extraordinario de 21 de marzo, se dio cuenta de que siendo alcalde Francisco Tafalla Pastor en octubre de 1948, «tuvo la feliz idea» de unir los intereses de la Vega Baja en la defensa contra las inundaciones, celebrándose tres reuniones; una en Orihuela y otras en Almoradí y Dolores. A la vez que se crearon dos comisiones; una de alcaldes y otra de los jueces de Aguas o presidentes de los Sindicatos de Riegos. Al respecto en dicho Pleno, el alcalde Ferrer Monera indicó que los acuerdos entonces adoptados tenían «carácter de ser absolutamente provisionales y susceptibles de modificación en cualquier momento» e insistió que, para que dichos acuerdos fueran efectivos, debían de ser ratificados por las respectivas corporaciones y entidades.
De esta misma opinión fue el concejal Mariano Belda Garriga, el cual era del parecer que la pretendida Mancomunidad de Alcaldes si adoptaban acuerdos se excedían a sus atribuciones, ya que se escapaban a su jurisdicción, puesto que todo lo referente a los arreglos del río correspondía al Juzgado Privativo de Aguas, pues era quien tenía medios coercitivos para obligar a los regantes a su arreglo y no el Ayuntamiento que carecía de dichos medios. Así mismo, solicitó que este último se inhibiera de ese asunto y que incitara al Juzgado Privativo de Aguas a que actuara al respecto. Lo cual fue aprobado por unanimidad.
En una reunión celebrada en el Ayuntamiento con los alcaldes de la Vega Baja, asistió el concejal Emilio Wandosell Calvache perteneciente a la Comisión de Inundaciones, el cual posteriormente debía informar al presidente de esa Comisión, Emilio Marcos García. Por otro lado, aunque no habían sido citados previamente a dicha reunión los demás miembros de la Comisión, acudieron Mariano Belda Garriga, Enrique Roca de Togores y el concejal José Balaguer Balaguer, el cual manifestó que el alcalde Ferrer no lo dejó hablar, y le dijo «que nada tenía que hacer allí pues no había sido invitado», lo que entrañaba expulsarlo del despacho de la Alcaldía (donde se celebraba la reunión). El que al cabo del tiempo sería alcalde de Orihuela, José Balaguer Balaguer, abandonó el despacho junto con los otros concejales. A petición de Roca de Togores, el alcalde salió también del despacho, e insistió que la reunión era sólo para alcaldes y no para concejales, indicando que todo había sido una mala interpretación. A lo que los concejales aceptaron sus explicaciones.
En el indicado Pleno extraordinario de 21 de marzo, el alcalde Antonio Ferrer Monera informó del viaje que había efectuado a Madrid, así como de las gestiones y promesas que había obtenido en los Ministerios Agricultura, Industria y Comercio y Hacienda, sobre medidas para las inundaciones, entre ellas las de proceder rápidamente a una repoblación forestal con pinos o matas de monte para detener el arrastre rápido de las aguas de aluvión.
Esta fue otra ocasión en que después de actuar el dichoso insecto se prometían acciones para luchar contra las inundaciones, pero como otras veces no debieron funcionar, ya que siendo fino en el hablar, a Orihuela otras muchas veces la continuó «defecando la sarcofhagidae».
FUENTE: https://www.informacion.es/opinion/2023/02/18/febrero-1939-83212138.html