POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Febrero principia con una trilogía festiva: Santa Brígida, La Candelaria y San Blas. Santa Brígida primero. Después: “Si la Candelora chora, el invierno fora. Que chora o deje de chorá, el invierno fora va”. Y luego: “Por San Blas cigüeñas verás, y si no las vieres mal año tuvieres”. Días en los que germinan los brotes preñados de luz. Esa luz primeriza que sabe a piar de pájaros y al crotorar que lanzan en libertad, desde sus alacenas, las cigüeñas. Antaño era tiempo propicio para que la chacina de la matanza colgada, manjar de la boca que sabe a gloria, se hubiera hecho y curado. Por eso, en el cerro, en San Blas, abogado contra los males de garganta, se comían los primeros chorizos, tras haber proclamado una gota de grasa roja el final del oreo. Dictándome ahora la memoria que en el cerro, hace años, se cogían flores, a las que, por su forma, llamábamos y se llaman candiles.